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Visitante más o menos asiduo de Menorca, el periodista y subdirector de "La Vanguardia" Enric Juliana será uno de los invitados de lujo en la cuarta edición del Foro Menorca Illa del Rei, que planteará, esta vez, la cuestión del cambio imprescindible de la Administración Pública como telón de fondo. El foro, que organizan Es Diari, el Ateneu de Maó y la Fundación del Hospital de la Isla del Rey, sentará en una misma mesa de debate a Juliana y a otras tres destacadas personalidades: el secretario de Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta; el consejero del Banco de España, Guillem López Casasnovas; y el jurista, escritor y politólogo Josep Maria Quintana. Con el periodista catalán Enric Juliana, autor de libros como "La España de los Pingüinos" (2006) o "La deriva de España. Geografía de un país vigoroso y desorientado" (2009) hablamos sobre algunos de los temas centrales de la actualidad nacional, cruzada de lado a lado por la crisis económicas y las voces que cuestionan la existencia misma del Estado de las autonomías.

¿Hacia dónde conducirán a Europa las incertidumbres, los miedos y las inseguridades derivadas de la actual situación de crisis económica mundial?
Creo que todos deberíamos hacer un esfuerzo colectivo, desde los dirigentes políticos hasta el último de los ciudadanos, para no dejarnos llevar por un sentimiento trágico de la situación. La situación, indudablemente, es muy complicada, sobre todo en España y en el sur de Europa. Sin embargo, no creo que estemos, ni de lejos, a las puertas de una situación similar a la del crack de 1929. Entonces, el Estado y las instituciones internacionales eran mucho más débiles desde el punto de vista de los mecanismos preventivos y de ello se derivaron situaciones de una crudeza social terrible. La situación ahora es muy difícil y muchas personas lo están pasando realmente mal, pero no creo que pueda trazarse un paralelismo entre las dos grandes depresiones. Si uno viaja por Europa este verano observará que la percepción de la crisis no es la misma en todos los países. España está ahora mismo en el centro del huracán, como todas las penínsulas del sur de Europa. Pero en Gran Bretaña o en Francia, la percepción es distinta. Con ello, no quiero minimizar la situación, porque si las cosas se complican en Europa, los riesgos para el conjunto de la economía internacional serán muy importantes. No podemos perder de vista que el 6 de noviembre hay elecciones presidenciales en Norteamérica. Si queremos ver las cosas bajo un prisma de dramatismo, podríamos afirmar que lo que está en juego en estos momentos es la Unión Europea, tal como la hemos concebido hasta hoy.

Si las economías de España e Italia acabaran hundiéndose, ¿ese temor podría confirmarse?
Lo que está en juego es la integridad del euro. No perdamos de vista el fondo del problema, que es especialmente complejo. La zona euro no fue diseñada pensando en una situación como la actual. En estos momentos, países de la zona euro como España, Italia y Grecia tienen dificultades enormes para encontrar financiación. El problema número uno y más inmediato de España es que la refinanciación de los gastos estatales sale muy cara porque los inversores internacionales desconfían de la economía española. En cambio, en la misma zona monetaria, Alemania está obteniendo recursos para financiar los gastos de su Estado a un coste positivo; es decir, la gente compra bonos alemanes perdiendo incluso dinero. Esta situación, en el interior de una misma moneda, es insostenible. La experiencia del euro es única en la historia de la economía internacional y una fractura del euro tendría unas consecuencias imprevisibles.

Algunas de las que se han teorizado son muy dramáticas. ¿Qué pasaría si un país europeo saliera del euro? No se puede saber, el experimento no se ha realizado nunca en un laboratorio.
Los economistas no se ponen de acuerdo a la hora de valorar si las políticas de contención del gasto y de austeridad que está imponiendo Alemania a sus socios europeos son acertadas. Después de la Gran Depresión de 1929, los países que jugaron la baza de la austeridad, tardaron más en remontar la situación que aquéllos que apostaron por políticas más expansivas...
No soy economista, sólo un periodista, que es una humilde profesión que consiste, en el mejor de los casos, en atar cabos y en tratar de encontrar un sentido a las cosas. Por tanto, no tengo una opinión personal sobre esta cuestión. Ahora bien, el día que España ingresó en el euro entró en un club en el que formalmente todos los socios tenían los mismos derechos, pero en el que uno de ellos, Alemania, tiene voto de calidad. En consecuencia, desde la zona euro difícilmente pueden adoptarse políticas de respuesta a la crisis económica sin tener en cuenta el criterio alemán, y el criterio alemán es el de la austeridad y el de la no inflación. Los alemanes son la fuerza dominante de la zona euro, en la que España, no lo olvidemos, ingresó por voluntad propia.

¿Es exagerado afirmar que la existencia propia del Estado del Bienestar está en cuestión?
Una construcción que ha funcionado durante 40 años, como el Estado del Bienestar, no puede ser inviable. La cuestión que yo creo que se está discutiendo en estos momentos es hasta dónde debe llegar el catálogo de prestaciones sociales. No creo que nadie, ahora mismo, se atreva a cuestionar el Estado de Bienestar. Creo que hay dos cosas que han puesto en cuestión el catálogo que teníamos hasta ahora. La primera es la crisis económica. Nadie puede poner en duda que hoy España tiene dificultades para financiar sus servicios sociales porque tiene problemas, incluso, para pagar a sus funcionarios. Pero hay una segunda cuestión, y es que el Estado del Bienestar nace en el contexto de la Guerra Fría y en un momento en el que Occidente necesitaba construir un modelo social que fuera atractivo para evitar tentaciones revolucionarias y atraer a la parte de la población europea que se había quedado al otro lado del Muro de Berlín. En este momento, el Estado social tiene dos problemas: uno objetivo, derivado de los recursos que le resta la crisis económica, y un problema añadido motivado por la desaparición de su función estratégica. Todo ello hace que las presiones para su adelgazamiento sean muy fuertes. Algunas de estas presiones son razonables mientras que otras, simplemente, tratar de aprovechar la situación para pedir cosas discutibles.

¿Es justo negar atención a los extranjeros sin papeles? Al parecer, el plan para recobrar la sanidad a los países de los inmigrantes en situación irregular no tiene visos de viabilidad...
Por un lado, existe una cuestión de humanidad. Ahí estoy con la postura de los médicos: si veo a alguien enfermo, no puedo dejar de atenderle, aunque ello implique que me venga a buscar la Guardia Civil. Por otro, existe una cuestión de escrúpulos morales de la sociedad, por dejar fuera de la atención médica a toda esta gente. Visto desde un ángulo moral, hay que rechazar que no se dé asistencia médica a los sin papeles. Desde otro punto de vista, esta atención sanitaria supone unos sobrecostes que, en un momento en el que el Estado debe medir hasta el último céntimo lo que gasta, evidentemente son difíciles de asumir. De todos modos, no creo que sea el principal problema que tiene en estos momentos la economía española. Mi conciencia me dice que si alguien está enfermo debe tener derecho a poder ser atendido en un hospital.

Josep Tarradellas fue de los primeros en advertir que un Estado con 17 comunidades autónomas y 17 tribunales superiores de justicia estaba condenado al fracaso. ¿Cómo se puede resolver, hoy, el problema del Estado de las autonomías?
Estoy plenamente de acuerdo con lo que dijo Tarradellas en su momento. La construcción de las autonomías en España ha provocado un mecanismo de emulación que ha obligado a un esfuerzo de financiación importantísimo. Mientras la economía marchaba bien, no había problemas -dejemos a un lado el problema de la corrupción y de la malversación de recursos públicos, que es un capítulo aparte que solo complica el problema y contribuye a desprestigiar a las autonomías de cara a la opinión pública-. El problema de fondo es que el Estado autonómico, tal como se ha conformado, no estaba previsto así en un principio ni la Constitución se hizo, tampoco, con este espíritu. No sólo ha habido café para todos, sino un café lleno hasta los bordes. Dudo seriamente que las autonomías lleguen a desaparecer un día de España. Cuando un país ha hecho una reforma de esta envergadura, difícilmente se la come. En los centros de las ciudades a menudo se hacen obras en las casas antiguas, pero se respetan, por lo general, las fachadas. A veces pasas por la calle y ves una fachada que parece que vaya a caerse pero sabes que los obreros están trabajando por dentro. Tengo la impresión que al Estado autonómico español le pasará lo mismo; o sea, la fachada se mantendrá y ninguna bandera será retirada del balcón. Algunas de estas reformas ya han sido apuntadas y se han empezado a hacer. El resultado final será de una cierta simetría.

La inercia del Estado de las autonomías era imparable...
La idea inicial era conceder el Estatuto de Autonomía al País Vasco y a Cataluña y, a más tirar, a Galicia. Esta idea ya fue modificada en la Constitución. Los primeros que abrieron la puerta fueron los andaluces y después, por emulación, el resto de autonomías. Pero no sólo ha ocurrido esto, sino que han existido después una serie de pactos entre los dos principales partidos, el PSOE y el PP, el último de ellos a primeros de los noventa, que significó la igualación por arriba. ¿Volverá la competencia de Sanidad a manos del Estado Central? No lo sé, pero es muy posible que empiecen a arbitrarse una serie de normas y reglamentos y que se busque una mayor simplificación administrativa. El PP ya ha anunciado su intención de potenciar las diputaciones como organismos de ayuda a los municipios. Mi impresión es que vamos hacia una España cuya base principal serán las diputaciones y en la que las autonomías serán una especie de paraguas regional de las mismas. Se va hacia una simplificación administrativa, esto está claro y tiene pleno sentido, pero hay algo, en todo este proceso, que no debemos perder de vista, y es que todo proceso de reforma administrativa no es políticamente neutro; esto es, significará una cosa u otra dependiendo de cual sea el camino que se adopte. La vía española, desde el punto de vista de la división administrativa y de la organización del poder, ha funcionado, históricamente, sobre la base de las provincias. Las comunidades autónomas introducen una novedad. En el discurso de Mariano Rajoy, cuando explica, a mediados de julio, los acuerdos que se han adoptado en Bruselas, se observa un interés en el reforzamiento de las provincias. El mensaje es que las provincias deben tener un papel importante para poder hacer frente a las dificultades de los municipios. Hay pues, en el PP, una voluntad clara de reforzar el esquema provincial dentro del cual seguirán existiendo las comunidades autónomas. Tengo curiosidad por ver cómo será la relación entre la provincia o la diputación y la comunidad autónoma, aunque pienso que, en el futuro, las diputaciones provinciales ganarán fuerza respecto a las comunidades autónomas.

¿Cataluña recibe un trato justo en el reparto del pacto fiscal?
El Estado autonómico nace como consecuencia de la reclamación catalana y vasca y, si tuviéramos en cuenta aquello del orden de aparición en el escenario, diría que de la catalana. El Estado autonómico es una consecuencia de las complicaciones derivadas de la satisfacción de esta demanda catalana y vasca en un momento muy delicado de la historia de España (1975-80). Para una parte mayoritaria o muy importante de la población de Cataluña, la cuestión catalana siempre ha quedado irresuelta. Esto adquiere ahora un acento mayor con la cuestión financiera. Creo que hay una imagen interesante que plantear. Si tomamos el mapa de las autonomías, veremos que, por un lado, están las autonomías que están sufriendo mayores dificultades financieras, o sea, las que tienen mayor deuda en relación al PIB regional y a su número de habitantes, que son Cataluña, la Comunidad Valenciana, Balears y Murcia. La pregunta es: ¿los mediterráneos venimos al mundo más predispuestos a gastar que el resto de la Humanidad? Si es así, los científicos deben iniciar una investigación para localizar este gen. Pero si no es así, estamos ante un problema político. ¿Por qué las regiones o nacionalidades mediterráneas son hoy las que tienen una deuda mayor? Porque sus economías están más basadas en la pequeña y mediana empresa, que es la más castigada por la crisis, que el resto de comunidades. En consecuencia, sus ingresos fiscales han recibido un mayor castigo de la crisis. Nosotros tenemos menos transferencias de subvenciones y de ayudas de solidaridad territorial y, en cambio, nuestros gastos son los mismos. Si al lado de este mapa, colocamos otro, la cuestión está aún más clara. Si tenemos en cuenta el número de empleados públicos por cada 1.000 habitantes, observamos que otra vez las comunidades con menos funcionarios son las mediterráneas. Las pymes están estranguladas por los bancos, y, en una sociedad, como la catalana, que funciona sobre esta base económica, los ingresos tributarios disminuyen. Creo que es interesante reflexionar sobre este hecho..

En su libro "Modesta España. Paisaje después de la austeridad" plantea la necesidad que España se dirija hacia la 'modestia'. ¿En qué sentido hay que entender este término?
El título del libro obedece a una cierta voluntad de provocación. No todo el mundo en España entiende de la misma manera la palabra 'modestia'. Para algunos sectores de la población, tiene una connotación negativa o antipática, pero para otros puede interpretarse desde un prisma más positivo. Desde este sentido, puede significar ser consciente de tus posibilidades para no tener que arrepentirte luego de tus decisiones. Yo pertenezco más bien a esta segunda línea. El país está sufriendo una sacudida muy importante, si de esta sacudida no se sacan conclusiones morales prácticas, estaríamos cometiendo un error. Lo que propongo, en suma, es que seamos todos un poco más modestos, un poco más conscientes de lo que somos. Podemos ser importantes, pero no volveremos a conquistar América, por lo que debemos hacer cosas adaptadas a nuestra estatura real.

¿Qué opinión tiene sobre el Govern balear de José Ramón Bauzá?
En el aspecto del discurso político general, me parece un gobierno razonable; en el aspecto de la política lingüística, me parece un gobierno que hace cosas no razonables.

¿Qué puede hacer un territorio pequeño como Menorca, castigado por problemas de doble insularidad, que repercuten en su competitividad y con déficits de conectividad gravísimos, para salir del atolladero?
Desde hace ya tiempo, se está hablando mucho del corredor mediterráneo. En un sentido estricto, responde a la idea de una línea de tren. Es la idea de conectar los puertos mediterráneos con Europa para poder acelerar la conexión y poder captar el transporte de mercancías que hoy pasa de los puertos mediterráneos y se va para Algeciras para subir el Atlántico y llegar a Europa. Es decir, ofrecer al tráfico de mercancías internacional un punto de llegada más operativo que el que ahora podemos ofrecer. Ésta es la idea básica del corredor mediterráneo. Pero detrás de esta idea, hay otra aún más amplia que es la idea de la configuración de una región económica. Las Illes Balears, además de seguir apostando por el turismo, deben reclamar un papel dentro de esta futura región económica mediterránea española, aunque no tenga línea ferroviaria. La imagen del tren es sólo el símbolo. Creo que esto era algo que las autoridades baleares, tanto las actuales como las anteriores, tenían perfectamente claro. ¿Cómo se traduce todo esto? En pleno punto álgido de la crisis, seguramente sea complicado decirlo. Pero seguramente en una mayor cooperación, en todos los terrenos, con las otras dos comunidades mediterráneas, que son Cataluña y Valencia. Las cosas deberán orientarse en el futuro hacia esta dirección.

El plano internacional está inexorablemente marcado por las elecciones norteamericanas....
En el plano internacional, la atención, a partir del 1 de septiembre, cuando se terminen las vacaciones, está puesta en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. La situación en los países del sur de Europa puede jugar un papel fundamental. Si las cosas empeoran, en septiembre la reelección de Barack Obama será cada vez más difícil. Y si no se produce la reelección de Obama, muchas cosas cambiarán, especialmente en Oriente Medio. Obama ha llevado a cabo una política básicamente apaciguadora; ha sido más bien un negociador, un atemperador. Si se produce un cambio de presidente, la política norteamericana será otra. Algunas de las cosas que están ocurriendo en Oriente Medio tienen que ver, de alguna manera, con la proximidad de las elecciones norteamericanas; es decir, todo el mundo está tomando posiciones o intentando conquistarlas –algunos, con la fuerza de las armas- porque saben que es probable que haya un cambio de presidente.