Ya les aviso que cuando uno sale tan impresionado como salí yo ayer noche de un concierto, es difícil hallar algo que no sean elogios para el mismo, y ya les anuncio que no me esforzaré en hacerlo.
Los promotores del homenaje a Pink Floyd prometieron un espectáculo pocas veces visto en la Isla, y cumplieron, vaya si cumplieron. Ayer, los fans de Pink Floyd acabaron extasiados tras dos horas memorables de música, y los que no eran fans de la banda británica seguro que hoy se apresurarán en volver a escuchar aquellas canciones que ayer, en Ciutadella, les cautivaron.
Ya de entrada, el escenario nos transportaba a los conciertos de los británicos. A parte de los músicos, una pantalla redonda, quizás una luna, contribuía a superar el simple concierto con una proyección de imágenes, montajes y videos que contribuían a transmitir el mensaje que trasciende a la música brutal de Pink Floyd.
Pero mucho más allá del escenario, ayer destacó quien estaba encima suyo. El pasado miércoles, los organizadores anunciaban que habían disfrutado como nunca ensayando el concierto. Pues bien, ayer no es que disfrutaran, es que lo pasaron en grande, y eso se notó. Tenían tantas ganas de homenajear a quienes revolucionaron la música, que superaron las expectativas.
Lo demostró el público, casi mil personas, entregadísimo, sobre todo cuando sonó "Time". En ese momento, la gente se desentumeció, y en muchos de los asistentes despertó aquel chaval que escuchaba Pink Floyd y alucinaba de lo compleja que puede ser una música pero a la vez, de cuánto puede transmitir. Pues bien, la interpretación de "Time" fue genial, superada incluso por los tres solos de las coristas clavando el "The great gig in the sky", pero ya cuando las primeras notas de "Money" sonaron en la sala multifuncional, la comunión entre público e intérpretes fue ya total.
En lo musical, lo visto y escuchado ayer denota un trabajo encomiable de todos los músicos y, sobre todo, una piña total sobre el escenario. Los jurados de estos talent shows musicales de ahora siempre dicen que quien canta debe transmitir. Pues bien, ayer se creó una verdadera autopista de la comunicación entre quienes estaban sobre el escenario y quienes estaban abajo. Las brutales partes instrumentales (a destacar los solos de guitarra y de saxo) eran aplaudidas con devoción, y algunos se atrevían a corear partes de algunas canciones, como un "Brain Damage" que sirvió de crítica para dirigentes políticos actuales y del pasado, cercanos y lejanos.
Y el concierto dio para mucho más, pero es que no quiero escribir nada más, porque todo serían elogios, y luego me dirán que soy exagerado. Ahora, les resumo lo de ayer, para mí, en una palabra: brutal.
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