DELKAN. Llegó a Menorca cuando tenía cinco años - O.D

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Decepcionada con la carrera de Periodismo que comenzó en Madrid, Olivia Delkan Román (Madrid, 1992) regresó durante su estancia en la capital a aquella época en la que disfrutaba subida a un escenario. En un sótano de la Gran Vía redescubrió su pasión por la interpretación y su vida dio un vuelco. La joven decidió trasladarse a Nueva York en septiembre de 2011 para continuar con su formación como actriz y, desde entonces, reside en la ciudad que nunca duerme, donde cuenta con el apoyo de su padre y su hermano.

Comenzó a estudiar Periodismo en Madrid. ¿No le convenció?
No tenía nada claro lo que quería estudiar y reconozco que escogí Periodismo casi por descarte, lo que fue un error. Aún así aprendí mucho durante el curso y me rodeé de personas maravillosas. Tras finalizar mis estudios de bachillerato artístico en la Escola d'Arts de Menorca, pensé que siempre me había gustado escribir y contar historias, hablar con la gente e involucrarme en diferentes aspectos de la vida cotidiana. Por eso opté por estudiar Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, donde llegué en septiembre de 2010.

Compaginaba sus estudios con clases de interpretación. ¿Le llamaba la atención el teatro?
Llevaba bastantes años sin actuar, pero desde niña siempre me había apasionado el teatro y no recuerdo bien la razón por la cual me había desconectado de él. De algún modo, lo había subestimado. Pensé que ser actriz era el sueño de cualquier niña y llegué a una edad en la que creí que hacerse mayor significaba dejar de jugar y de actuar. Llegaba la hora de convertirme en una persona seria y responsable, una adulta.

Pero se reencontró de nuevo con aquella pasión...
Sí. Decidí que sería divertido volver entrar en este mundo y, aunque en un principio iba a inscribirme en un curso audiovisual, me decanté finalmente por un curso de interpretación de la escuela Metrópolis. La encontré por casualidad y fue una suerte. El estudio está en Gran Vía, es un pequeño sótano, muy caluroso pero con una atmósfera muy acogedora, con un pequeño escenario en un altillo y a la derecha un amplio armario repleto de disfraces y "atrezzo". La verdad es que pasé muy buenos momentos allí abajo.

Y ya abandonó los escenarios...
No. Reencontrarme en el sótano de Gran Vía con esa pasión que tenía enterrada y excluida me permitió recuperar esa imaginación, me llevó de nuevo a expresar emociones y a no reprimir absolutamente nada, a sentir y hacer sentir. Los actores comparten con un público circunstancias en las que se van a ver reflejados, y en esas circunstancias se pueden permitir el lujo de romper barreras y no disculparse por nada, ya que en este mundo nos encontramos muchas veces rodeados de constantes disculpas sin propósito alguno, inexpresivas. Los actores se muestran vulnerables en frente de ese público, se rompen, se reconstruyen y permiten también al público romperse y reconstruirse con ellos. Es muy bonito.

¿Dejó finalmente el periodismo?
Sí. Mi hermano Pablo tuvo un papel importante en mi decisión. Le hice una entrevista para mi asignatura de Sociología y me encantó lo implicado y embrujado que le tenía su carrera de Diseño. Eso me ayudó a darme cuenta de lo poco encantada que estaba yo con el periodismo y de que la interpretación era realmente lo que despertaba en mi esa pasión. Una vez lo vi claro, Nueva York parecía el sitio perfecto y con más posibilidades para formarme como actriz.

¿Por qué Nueva York?
Mi padre y mi hermano, al igual que mi tío con su mujer y sus dos hijas, viven allí. A mí siempre me había atraído la idea de estudiar en Nueva York, pero al acabar Bachillerato no sabía qué hacer con mi vida, no tenía ni idea de por dónde empezar. Sabía que había muchas cosas que me gustaban y motivaban, pero nada lo suficiente como para empezar una vida en Nueva York.

Y llegó el momento...
Sí. A partir de enero de 2011 estuve mirando academias y en abril fui hasta allí para hacer audiciones, que suelen consistir en dos monólogos y una entrevista. Me instalé definitivamente en Nueva York a principios de septiembre, cinco días antes de empezar las clases. La verdad es que todo fue muy precipitado, pero no pudo haber salido mejor.

¿Cómo fue su llegada a la ciudad que nunca duerme?
Estaba llena de nervios, miedos, expectación e inseguridades cuando aterricé en Nueva York. Mi padre y mi hermano y su novia me recogieron del aeropuerto con un ramo de flores y me llevaron a mi nuevo hogar en Brooklyn. Todo era muy surrealista y yo estaba como en una nube, todavía estoy en una nube. En un primer momento, me sentí un poco fuera de juego de la jungla y no podía esperar formar parte de ella.

Imagino que su vida dio un vuelco a partir de ese momento....
Sí. Ahora que ya he finalizado las clases, me acuerdo de mí misma cuando llegué: aislada, muerta de miedo y con unas ganas increíbles por conocer a todo el mundo y darme a conocer. Es cierto que estos últimos nueve meses han dado un vuelco radical a mi vida, a todos los principios con los que he sido educada. Si me hubieran dicho que iba a aprender, experimentar y hacer todo lo que he hecho durante este periodo, no me lo hubiera creído.

¿En qué escuela estudia?
Estudio en The William Esper Studio, que está situado en pleno Times Square. Fue la última escuela a la que mandé la inscripción y me hicieron una audición a través de Skype. No sé muy bien cuáles fueron los criterios que utilizaron para admitirme. Creo que evalúan tu motivación, tu capacidad de escuchar, que es una de las cualidades más importantes de la interpretación, y tu nivel de inglés.

¿Dominaba el idioma?
Sí. Nací en Madrid y cuando cumplí dos años nos mudamos a Los Ángeles, donde le ofrecieron a mi padre un trabajo como director creativo. Allí estuvimos tres años y, sorprendentemente, tengo bastantes recuerdos de aquella época. Me acuerdo de mis amigos, de mis tacones amarillos, de las gallinas en el patio, del naranjo, de la casa de cartón que nos construyó mi madre, de mi vestidos de Blancanieves y de mis peleas con mis amigos Nathan y Ana. También recuerdo mi pijama de Batman, la espina que me clavé en la palma de mi mano y comerme una hamburguesa con cuidado con la otra, jugar a baseball, la leche con Nesquik con sabor a fresa en Pascua, mis pañuelos en la cabeza, la casa en el árbol de mis vecinos, y cortarme el flequillo a escondidas. ¡Podría seguir mencionando pequeños fragmentos de recuerdos! Fue una buena etapa, la recuerdo con mucho cariño.

Supongo que su adaptación ha sido más fácil al tener parte de su familia en Nueva York...
Sí. La verdad es que soy muy afortunada. Desde que llegué he vivido en Brooklyn con mi hermano. He tenido mucha suerte de poder contar con él. No obstante, ahora estoy en proceso de dejar el piso y convertirme en una sin techo. Estaré ocupando los sofás de mis amigos hasta septiembre, cuando me iré a vivir con dos chicas de mi clase.

¿Ha hecho amigos fácilmente?
La escuela es como una máquina de forjar amistades. Es como si pasaras por una operación que te va a cambiar la vida. Nos tienen a todos juntos en un quirófano y sin anestesia, van abriéndonos uno por uno y sacando todos nuestros principios, bloqueos, miedos, inseguridades y razonamientos. De repente, te encuentras con que lo único que nos queda latente son nuestros impulsos. En ese quirófano estábamos todos juntos y esta gente me ha visto con el pecho abierto y mis órganos en el suelo. Me siento muy afortunada de contar con amigos con los que he compartido tanto y que me han conocido de la manera más cruda.

Una escuela en todos los sentidos...
Sí. Además convivo allí con personas de muchísimos rincones del mundo, así que nos enriquecemos mutuamente, especialmente cuando alguien hace o dice relacionado con las costumbres de su país. Es bastante gracioso, por ejemplo, explicarle a una sudafricana el refrán español "Cría cuervos y te sacarán los ojos". Supongo que he acabado adaptando mis costumbres a las suyas y las suyas a las mías.

Abrirse paso en el mundo de la interpretación es complicado ¿Tiene alguna preferencia?
Nunca vas a tener un trabajo asegurado, siempre estás en busca de nuevos proyectos y hay mucha competencia, mucho ego. Tienes que tener paciencia y saber encajar los golpes y fracasos a los que te vas a enfrentar. Me gusta mucho el teatro, aunque siento que me falta experiencia, al igual que delante de la cámara, para tener ya una opinión sólida.

¿Cuánto tiempo tiene previsto quedarse en Nueva York?
No tengo nada previsto, por ahora no me he hartado de Nueva York sino más bien al contrario, cada vez me encuentro más a gusto y atrapada en la telaraña de la ciudad. Mi sueño sería vivir en un estudio en el Soho, Chelsea o quizás Dumbo, a los pies del Brooklyn Breage, con vistas a la ciudad y tener a una perrita como mi Lucy. ¡Eso me haría muy feliz! La verdad es que estar en Nueva York, a estas alturas de mi vida, en esta escuela de interpelación y con las personas que me rodean es genial.

Parece encontrarse en el lugar adecuado en el momento apropiado...
Totalmente. Nunca antes había experimentado la sensación de saber que estoy en el lugar correcto y aquí lo siento así. Es perfecto con todo lo que no me gusta, con todas las cosas con las que me entretengo preocupándome. En mis peores días, si me preguntas, seguiré pensando que este es el momento perfecto.

¿Que es lo que más le gusta de Nueva York?
Caminar por la ciudad. A veces me cuesta realmente pararme y empezar a caminar, porque una vez sales del metro el ritmo que lleva la gente es hiperactivo. Aquí la gente no camina, se desplaza de un sitio a otro, llenos de ideas, destinos y cosas que hacer. Siempre me pregunto a donde irán, a que se dedican, si son felices. El metro también es un sitio muy especial, a pesar de estar sucio, lleno de ratas y funcionar como le da la gana, es muy curioso.

¿En qué sentido?
Cada persona entra en el metro con una burbuja invisible que le envuelve. Dentro de esa burbuja están todos sus quehaceres, preocupaciones e inquietudes. Se sienten protegidos en su pequeña burbuja y, a pesar de que el metro esté infestado de gente y tengan su nariz en el sobaco del de enfrente y se tropiecen y se pisen a la que el metro toma una curva, su burbuja no se revienta. Aunque siempre existen esos momentos de complicidad, donde la gente no puede resistirse y en su burbuja se abre una brecha de humanidad, porque realmente a veces es imposible contener esa curiosidad.

¿Algo que criticar?
No me gusta Times Square. Es realmente una jungla. Los turistas, que tienen su carril a parte en la acera, los vagabundos que tienen más equipaje que yo, los trabajadores envueltos en burbujas a prueba de balas, las luces, la publicidad y la falta de cielo. Es un caos y, a veces, uno no esta preparado para afrontarlo.

¿Tiene previsto visitar Menorca este verano?
Sí. Voy a ir a la Isla a principios de julio. Me apetece disfrutar también un poco del verano en Nueva York, de los conciertos y barbacoas en el parque. Por otro lado, no puedo esperar a pasar una temporada en mi casa, con mis perros y mi madre. Echo de menos despertarme con un grito suyo y el olor a tostadas recién hechas, estar de malhumor por las mañanas disfrutando de un desayuno que en Nueva York sería inimaginable y no ser consciente de la suerte que tengo. Salir medio dormida al trampolín y tirarme al agua y abrir los ojos debajo del mar.

Se nota que añora la Isla..
Sí. Echo en falta pasear con mi abuela Abila, que me permite todo. Las siestas en la mesa de mi abuelo, mis tías cuando están juntas, pero sobre todo cuando están a solas. Mis primos en pelotas todo el verano, me da pánico pensar en lo que habrán crecido desde la última vez que nos fuimos a pescar. Conocer a todo el mundo cuando caminas por el puerto y no saludar a nadie o solo a quien te apetezca. A mis amigas, tenerlas en casa durante tres días seguidos y hacerme tres viajes en moto para recogerlas de la parada, nuestros bailoteos en mi salón, nuestros videos y fotos y peleas y achuchones y borracheras. También añoro los ronquidos de mi perra, mi moto, el mar, la sal, la arena, las paredes secas. Echo mucho de menos el ritmo de vida que llevo ahí, es demasiado cómodo y fácil, soy muy feliz en mi Isla.

¿Le gustaría volver en un futuro?
Por ahora no. Me encanta la idea de Menorca como refugio y, seguramente, es mi lugar favorito en el mundo, pero no podría vivir allí. Creo que me atascaría. Ahora mismo necesito el desequilibrio, la espontaneidad y el ritmo hiperactivo que me da Nueva York. La Isla es como el sofá más cómodo que te puedas imaginar, me hace muy feliz sentarme en él, echarme siestas largas, pero es demasiado grande para mi salón.

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