Tener un hijo es una de las experiencias más increíbles del mundo. En el momento del parto, el vértigo se combina con la ilusión y los nervios con la alegría. Cuando restan semanas para que el embarazo llegue a su fin, los padres acostumbran a preguntarse cómo será aquello de dar a luz, si todo irá bien, si como se dice popularmente, será "una horeta curta" o si el papá podrá cortar el cordón umbilical. La gran mayoría de los padres se imaginan que estas preguntas se resolverán en un hospital o en un centro médico. Margarita Peña y Tomás Sánchez también lo pensaban, pero Blas Javier quiso nacer en la que va a ser su cama.
En la madrugada del jueves al viernes, Margarita notó que tenía contracciones. Llamó a su marido para que, reloj en mano, controlara cada cuánto tiempo llegaban: cada tres minutos, y de manera persistente y continua. El niño estaba a punto de llegar, y por eso la pareja decidió prepararse para partir hacia el Hospital Mateu Orfila. Margarita quiso darse una ducha, pero ella misma explica que "no tuve ni tiempo de dármela, porque las contracciones eran muy seguidas".
Margarita y Tomás viven en un apartamento en Cala Blanes, y estos días recibían la visita de la hermana de ella y su marido, Mayka y David, quienes se alojaban justo debajo del apartamento de Margarita y Tomás. Al ver cómo iba la cosa, Margarita hizo llamar a su hermana, quien subió y llamaron a una ambulancia. En ella se desplazó un médico, Xavier Castell, una enfermera, Maria Ángeles Garriga, y un técnico, Pedro Maiques. Al llegar a la vivienda, examinaron a la parturienta, para decidir si daba tiempo a llegar al hospital o el parto ya estaba demasiado avanzado. Bastó un simple vistazo para darse cuenta que no había tiempo que perder, que Blas Javier ya estaba asomando y que había que habilitar un espacio en la misma casa para que Margarita diera a luz.
El sitio escogido no podía ser mejor: la habitación de Blas Javier. Colocaron la cama en el medio de la estancia, para que se pudiera acceder a la madre desde ambos lados. Entonces, para Margarita llegó el momento de empujar. Para hacerlo, se sostenía de una mano de su hermana y de la otra de su marido. "Ha sido muy bonito, y haber dado a luz en esta situación me ha permitido que además de mi marido, mi hermana, que es la madrina del niño, estuviera presente en este momento tan especial". Tras un ratito, Blas Javier nació. "Casi no lloró", explica emocionada su madre. El padre, Tomás, cortó el cordón umbilical, y entonces vivieron ese momento en que parece que el mundo se para al contemplar aquella cosita recién nacida, seguramente lo más parecido a la felicidad que se puede encontrar en este planeta.
"Tiene la boca de su madrina, la cara redonda como su padre, y la nariz parece que es mía", relata Margarita desde el Hospital Mateu Orfila. Tras el parto, los médicos decidieron trasladarla hasta el centro médico, para vigilarla tanto a ella como a la criatura, que pesó 3,270 kilos. "Cuando íbamos en la ambulancia hacia el hospital, Blas Javier sonreía", cuenta su madre. Ayer por la tarde, los dos estaban estupendamente ("me han traído un calmante pero no me lo he tenido que tomar porque no tengo dolor", explica Margarita), junto con su padre. Naturales de Cataluña, residentes en Jaén durante varios años y afincados en Menorca desde hace ocho, esta pareja recuerda con una sonrisa la experiencia de dar a luz en casa, un episodio en el que todo salió bien sobre todo gracias a los especialistas que viajaron con la ambulancia hasta la casa de esta pareja. De hecho, tanto Margarita como Tomás, así como Mayka y su marido David (padrinos los dos de su sobrino), expresan su inmensa gratitud hacia unos profesionales que, aseguran, les trataron con un inmenso cariño y una gran amabilidad".
Ayer al mediodía, los orgullosos tíos contaban con una inmensa sonrisa en la boca que en su familia lo de los partos veloces no es algo inusual. Así, recuerdan el caso de un familiar que nació en un garaje porque no dio tiempo a llegar al hospital, o también la rapidez con que algunos familiares directos han dado a luz. Ahora pueden contar un nuevo caso, el de Blas Javier, el niño que quiso nacer en la cama en la que va dormir cuando sea algo más grandecito.
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