galardonado. El profesor descansa y trabaja desde Menorca - m.a.l.

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A caballo entre un sol abrasador, golpes de tramontana y crecida de torrentes, estos días veraniegos discurren para el catedrático Manuel Elices Calafat entre las profundidades marinas de nuestro litoral, la megápolis de Madrid, donde tiene su destino universitario, y la lejana nación de los Estados Unidos de América. Y todo ello gobernado, más o menos, por el poder fenomenal y comodísimo de los ordenadores. Ha sido por esta vía que le ha llegado de Madrid la noticia del Premio de Ingeniería Civil 2011, otorgado por el Ministerio de Fomento. También de la mano de la informática sigue día a día la evolución de un encuentro científico que tres de sus colaboradores mantienen ahora mismo en Nueva York. Y, en fin, es gracias a la comunicación virtual que, de rato en rato, procesa, cataloga y data las fantásticas fotos submarinas que toma de las aguas de Menorca, la pasión de su vida.

¿En reconocimiento a qué méritos Fomento le ha concedido el Premio de Ingeniería Civil de 2011?
La nota que he recibido del Ministerio dice que es en consideración a la labor pionera en seguridad estructural y por un trabajo, llamémoslo seminal, en la Ciencia de los Materiales que ha ocupado todos mis años universitarios.

¿Qué se entiende por seguridad estructural, y cuáles han sido sus contribuciones como científico a lo largo de su carrera?
Todas las estructuras tienen defectos; pequeños o grandes, pocos o muchos. Se trata de saber el tamaño y la cantidad de defectos que la estructura puede soportar (según las especificaciones de proyecto) sin que se rompa y, claro, se produzcan daños a veces trágicos para el ser humano o el medio ambiente. Por poner un ejemplo muy comprensible: el fuselaje de un avión comercial a reacción de los años 50 podía soportar fisuras de hasta 1 centímetro. El diseño de los aviones actuales, sin embargo, permite que soporten fisuras de más de un metro, sin que por ello el aparato se rompa. La herramienta necesaria para abordar la seguridad estructural es la llamada Mecánica de la Fractura. En los años 70 la introduje como nueva asignatura en la Universidad, y en 1982 creé la Sociedad Española de Seguridad Estructural, un foro donde se reúnen anualmente empresarios y académicos, discutimos problemas de seguridad y publicamos los anales correspondientes.

Su contribución a la ingeniería civil parece que ha sido excepcional; de lo contrario, mal se explicaría que haya recibido reconocimientos al más alto nivel académico y de organismos internacionales.
Lo de excepcional me parece exagerado, lo dejaría simplemente en haber tratado de cumplir mi deber universitario. El otro motivo del premio, quizás se explique por el hecho de haber implantado en nuestro país la carrera de Ingeniero de Materiales, un título que ya se cursa en más de una docena de universidades. Curiosamente, el ingeniero civil es el que usa los materiales más tradicionales y menos sofisticados. Por ejemplo: el hormigón y el acero. Pero en el futuro también se utilizarán materiales más inteligentes, que avisen cuando se deterioren y que se auto-reparen, como en los organismos vivos. El futuro que ahora mismo se vislumbra en el campo de los materiales es fabuloso y muy prometedor.

Las universidades, los políticos, los economistas y el empresariado hablan hoy día, insistentemente, de un futuro formulado bajo la expresión I+D+i. ¿De qué varita mágica estamos hablando?
Se refiere a los conceptos de investigación, desarrollo e innovación que, si se contemplan globalmente, están relacionados. Las universidades y centros de investigación, mediante la investigación (la I) abren nuevos campos de conocimiento; algunos sin ninguna utilidad inmediata, otros fácilmente aplicables. Las empresas que quieren sobrevivir desarrollan su propia investigación (la D), muchas veces apoyándose en la I que he mencionado antes, porque es un proceso muy costoso y sólo se lo pueden permitir grandes compañías con capacidad financiera importante. La innovación (la i) es un concepto más sutil. En muchos casos se trata de aprovechar aspectos de la D, que ya funcionan bien en otras empresas, y trasplantarlos a su empresa. Esto requiere menos inversión, pero es necesario tener un buen conocimiento del sector que ha desarrollado la D.

¿Cabe hacer alguna aplicación, o adaptación, para Menorca de esa fórmula, siendo como somos una sociedad muy pequeña?
Las empresas de Menorca, por su tamaño, deberían orientarse hacia la "i". Las empresas de bisutería, por citar un sector tradicional, pueden aprovechar la D de las empresas de microelectrónica que, entre otras cosas, han desarrollado técnicas para depositar capas delgadas de diversos materiales. Con estos procedimientos se pueden hacer recubrimientos de oro, iridio y otros metales, con más precisión y menos espesor, lo que redunda en un menor coste de producción, más durabilidad y mejor calidad final. Todo esto hace el producto más competitivo y mucho más comercial. Las empresas que se dedican a la nanotecnología pueden proporcionar otras oportunidades. El año pasado, con motivo de una Tertulia a la Fresca en Es Mercadal a la que fui invitado, comenté varios ejemplos en esta dirección.

Recuérdenos alguno.
La "I". Desde hace varios años los científicos se han interesado en comprender la iridiscencia de la piel de varios animales una mariposa azul del Brasil o los escarabajos sagrados de los egipcios. Los fantásticos colores que exhiben estos animales no están en su cutícula, son el resultado de un complicado proceso de reflexión de la luz en una piel con una estructura muy compleja que ha llevado años desentrañar. La "D". Empresas potentes, como Alcatel-Lucent, están interesadas en desarrollar circuitos integrados fotónicos que serán la base de los nuevos sistemas de comunicación y ordenadores. Para ello quieren imitar y fabricar comercialmente algunos aspectos de las cutículas de los animales mencionados basándose en las investigaciones citadas. La "i". Toyota (que en este ejemplo no es una empresa pequeña) ya utiliza la I + D basada en las alas de las mariposas azules para fabricar una tapicería de un azul irisado que cambia de matiz según desde donde se observe. Volviendo a Menorca, la industria bisutera podría aprovechar la I + D de este campo para fabricar, por ejemplo, ópalos artificiales para joyería: a eso lo llamamos innovación, que es la fase en la que Menorca tiene más posibilidades de entrar para favorecer su desarrollo industrial, o en otros campos económicos.

En esos nuevos retos, ¿qué papel le cabe a la formación de las nuevas generaciones? Menorca, y Mahón en particular, fue pionera en 1864 al reclamar un instituto de enseñanza media, a pesar de no tener derecho legal a ello. ¿Qué cabe reivindicar en materia educativa para la Menorca de ahora mismo?
Siempre he comentado que la apuesta más segura reside en la formación, en una buena formación. Es una labor ingrata, porque sólo empieza a dar frutos al cabo de una generación, pero resulta imprescindible abordarla si queremos sobrevivir con garantías mínimas. El primer paso hay que darlo en la enseñanza primaria y en la secundaria. Hay que ilusionar y motivar a los alumnos mediante su participación en talleres escolares, visitas a museos y centros de interés cultural, excursiones, conferencias… Hoy en día se dispone de multitud de medios prácticos y atractivos para estimular su interés y despertar vocaciones futuras. Todo esto requiere desplegar un enorme esfuerzo por parte del profesorado, un estamento vocacional poco considerado por la sociedad y que necesita que se le apoye fuertemente, incondicionalmente. Hay que proporcionarle muchos más incentivos, los económicos, entre otros. Facilitarles medios y contribuir al aumento del reconocimiento social que se merecen.

Desde que es catedrático emérito de la Politécnica de Madrid, reparte el año entre Menorca y la Escuela de Ingenieros. ¿Cómo ve usted la trayectoria de la isla y su orientación futura? ¿Qué le preocupa cuando piensa en Menorca?
Hoy en día, gracias a los medios de comunicación y a internet, uno puede estar casi simultáneamente en Menorca y en Madrid, y este es mi caso. Sigo trabajando todos los días con mi equipo de la Universidad y, cuando puedo, me zambullo en las aguas limpias de Menorca para dedicar unas horas a mis aficiones submarinas. Menorca, debo decir, una vez más, que es un paraíso en muchos aspectos. Deberíamos esforzarnos en conservarla. Hay que proteger sus recursos naturales, todo su privilegiado entorno de riquezas medioambientales; y, a la vez, hemos de tener sentido histórico.

El profesor Elices da por terminado el requerimiento periodístico. La tarde declina sobre el paisaje rural, en Sa Marineta, junto a las tierras de Torralbenc. Sin embargo, en los Estados Unidos es el tiempo del almuerzo, momento ideal para el contacto entre Elices y los tres colaboradores del profesor en Nueva York. Lo hace al menos dos veces cada día, gracias a la informática. Los mensajes van y vienen con una comodidad plácida e inmediata, eficazmente virtual.