Recreación. Imagen virtual de la especie, construida a partir de los restos hallados, comparada con la imagen de un conejo de nuestros días - ICP/JVP

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Este conejo que vivió hace unos 5 millones de años y pesaba entre 12 y 15 kilos, se movía con las palmas de las manos puestas en el suelo, rasgo característico de animales plantígrados como el oso o algunos primates. Nuralagus Rex, nombre científico del conejo gigante, de 10 veces el peso de un conejo actual, tenía una columna vertebral corta y muy curvada, los ojos y el cerebro pequeños. Tal vez lo que más sorprende, sin embargo, es que no podía saltar y se movía con las palmas de las manos puestas en el suelo.

La existencia de este lepórido sólo se puede entender en un entorno como Menorca, un ecosistema insular, donde no existen depredadores para esta especie. Aparte de su tamaño y su movilidad reducida, también sus orejas muestran que vivía en un entorno mucho más seguro que los conejos actuales. Los conductos auditivos exteriores eran pequeños y dirigidos hacia fuera, como en el caso de los conejos domésticos con orejas caídas, cosa que muestra que el oído era poco potente y las orejas pequeñas.

En el continente los conejos son depredados tanto por vertebrados terrestres como por aves, motivo por el cual tienen que ser rápidos y deben tener los sentidos muy agudizados. Por eso se esconden en madrigueras, en las que difícilmente podrían acceder si su tamaño corporal es demasiado grande. En cambio, en un ecosistema sin depredación todas estas medidas de protección no son necesarias y pueden crecer hasta llegar a un tamaño que les permita una mejor economía energética a causa de la menor relación superficie/volumen del cuerpo, la mayor capacidad de depositar grasa como recurso en tiempos de falta de alimentos, un intestino más largo que permita extraer más eficientemente los nutrientes de los alimentos crudos ingeridos, y ser más competitivo dentro de la misma especie. La única restricción que impone un aumento del tamaño, más allá de las biomecánicas, es la limitación de los recursos tróficos en una isla pequeña.

Josep Quintana

El primer resto de este conejo gigante lo encontró Josep Quintan en 1988, cuando sólo tenía 19 años. En ese momento no alcanzó a entender la importancia de su descubrimiento, que asoció a la ya conocida tortuga gigante de Menorca. Después de estudiar geología en la Universitat Autònoma de Barcelona, el estudio de este lepórido fue el centro de su tesis doctoral.

Ecosistema insular
Meike Köhler, investigadora ICREA del ICP y coautora del artículo, explica la importancia de este estudio. "La presión selectiva en ecosistemas insulares la genera la limitación de recursos, que lleva a la falta de depredadores. No lo podemos comparar con lo que pasa hoy en día, porque la actividad humana ha conllevado la introducción de nuevas especies y la caza. Pero precisamente por eso, por la falta de perturbaciones humanas, son tan interesantes las faunas fósiles de Ses Illes. En estas condiciones de insularidad, la densidad de población crece, y la presión de selección evolutiva se focaliza en la competición por los recursos".

Este es uno de los motivos por los cuales las especies insulares endémicas son conocidas por su extraordinaria capacidad de ahorrar energía: aves e insectos que no vuelan, locomoción terrestre lenta, tasas metabólicas bajas, cerebros y órganos sensitivos pequeños –porque los tejidos nerviosos son caros y cambios en el tamaño corporal– la Ley de la Isla (Island Rule), según la cual en una isla los animales grandes se harán más pequeños mientras que los animales pequeños se harán más grandes.

La fisiología y las características vitales de una especie escalan con el tamaño corporal. Por eso el estudio de la histología ósea de fósiles permite encontrar respuestas a temas importantes en el estudio de la evolución. Esta es una de las líneas de investigación de Meike Köhler, que continúa la investigación de Nuralagus Rex, ahora con innovadoras metodologías de la paleobiología.

Nuralagus rex tenía otros compañeros gigantes como los lirones (Muscardinus cyclopeus) o la tortuga gigante (Cherirogaster gymnesica). Pero no sólo los animales gigantes habitaban Ses Illes hace unos millones de años.

En otro importante trabajo del ICP publicado hace un par de años –y que ha recibido numerosos premios- se presentaban resultados sobre un bóvido enano, Myotragus balearicus, que aportaba nuevos conocimientos en las estrategias evolutivas de mamíferos enanos en condiciones de insularidad. La investigación de Myotragus balearicus es uno de los casos de investigación real que se proponen en la visita interactiva del nuevo Museo del ICP en Sabadell.

El Institut Català de Paleontologia (ICP) es una fundación, creada en noviembre de 2006, con la Generalitat de Catalunya y la Universitat Autònoma de Barcelona como patrones, que integra el antiguo Institut de Paleontologia Miquel Crusafont, fundado en 1969 por Miquel Crusafont Pairó.