Cardona. El menorquín junto a su hija Claudia, nacida en Palma - JC

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Hace ya 44 años que Josep Cardona Fedelich (Ciutadella, 1952) dejó la Isla pero continúa llevando a Menorca en el corazón. Aunque en un primer momento se marchó a Mallorca en busca de trabajo, el ciutadellenc acabó por emigrar a Rotterdam en 1980. En Holanda, Cardona continuó dedicándose al sector de la hostelería hasta que en 2002 inauguró su propio bar de tapas Tapas Barcelona, que todavía hoy regenta.

¿Qué recuerdos tiene de su infancia y juventud en Menorca?
La verdad es que sólo tengo bellos recuerdos. Éramos seis hermanos, la mitad varones y la otra mitad hembras. Yo soy el más joven y nací en la calle de S'Arc, una travesía de la calle de Sa Carnisseria, en Ciutadella. Mi padre trabajó durante más de cuarenta años como mayordomo en el Palacio de Can Salort, situado a la derecha de Es Born. Estudié en el colegio salesiano Calós y con catorce años empecé a trabajar durante las vacaciones escolares en el Hotel Eleycon del Camí de Sant Nicolau, que posteriormente se llamó Hotel Esmeralda y donde ahora sólo hay obras. A pesar de 44 años de ausencia, todavía guardo buenos amigos de aquella época como Josep Serra, Pacífic Camps, Josep Barceló o Esteban Barceló, entre otros.

En 1966 se marchó a Mallorca, ¿qué buscaba?
Me gustaba el trabajo de camarero de hotel pero en Menorca no había muchos establecimientos abiertos todo el año. Además, Ciutadella se me quedaba pequeña, necesitaba aventura y conocer nuevos mundo. El 10 de octubre de 1966 mi padre me acompañó a Palma a buscar trabajo, contra los deseos de mi madre. Aquel día y en el vapor "Ciudad de Algeciras" salimos del puerto de Ciutadella en dirección a Palma, donde llegamos a la mañana siguiente.

¿Encontró empleo con facilidad?
Sí. Justo llegar a Palma, mi padre y yo cogimos un taxi que nos llevó al Sindicato de Trabajo. Allí nos dieron la dirección del Hotel Majorica, situado en el Paseo Marítimo. Comencé a trabajar allí como ayudante de camarero y debo reconocer que, en aquella época, el hecho de ser uno de los pocos baleares de una plantilla de quince camareros me ayudó bastante. Unos año más tarde conocí a mi ex mujer en el hotel.

¿Estaba en Palma de vacaciones?
Sí. Ella era de nacionalidad holandesa y estaba alojada en el hotel. Nos conocimos el mismo día que los americanos pisaron la Luna en 1969. Nos enamoramos pero ella tuvo que volver a Holanda. Después de unos meses de cartas y llamadas telefónicas, vino a vivir conmigo a Mallorca. En esa época yo vivía en Peguera y allí nos instalamos hasta 1980. Durante aquella década viajábamos cada año a Holanda por las fiestas navideñas y solíamos quedarnos durante unas cuatro semanas. Precisamente durante las vacaciones que pasamos en Holanda en 1973 nos casamos en Rotterdam, de donde era ella. Más tarde, en 1977, nació nuestra hija Claudia.

¿Por qué tomaron la decisión de instalarse en Rotterdam?
En 1980 yo ya tenía mi propio negocio de hostelería pero mi ex mujer se cansó de la vida en Mallorca y me planteó la posibilidad de irnos a Holanda. Yo acepté y así fue como comenzó mi vida en el extranjero.

¿Se adaptó bien al cambio?
Sí. Durante diez años había viajado con regularidad a Holanda y dominaba el inglés, lo que ya me abría muchas puertas. No obstante, decidí aprender el holandés y durante dos años estudié gramática en una academia. De todos modos, un idioma se aprende en la calle. Vivir en el extranjero tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado te enriquece culturalmente pero por otro es necesario luchar para conseguir un puesto en una sociedad que no es la tuya de origen. Como dice el refrán :"en todas partes cuecen habas".

¿Continuó dedicándose a la hostelería?
Sí. Entre los años 1981 y 1995 trabajé en diferentes pizzerías italianas, así que también aprendí a hablar italiano. En 1995 y junto a una socia, abrimos el que sería mi primer restaurante español. Se llamaba Mediterráneo y estaba en una preciosa zona del Paseo Marítimo de Rotterdam, frente al nuevo puente Erasmus. Funcionó bien hasta que en febrero del año 2000 decidí que no era persona para tener socios. Poco más de un año y medio después inauguré mi propio bar-restaurante, Tapas Barcelona.

¿Por qué Tapas Barcelona?
En primer lugar porque Barcelona es la ciudad más conocida por los holandeses. Quizá se deba a la gran influencia que tuvo Johan Cruyff en esta ciudad pero la verdad es que si preguntas a diez holandeses el nombre de una ciudad española, ocho de ellos se referirán a Barcelona. En segundo lugar, escogí este nombre porque mis orígenes, como los de muchos otros menorquines, son de Cataluña. Mi primer apellido, Cardona, es un precioso pueblo medieval de la provincia de Barcelona. ¡Además soy del FC Barcelona!

¿Era conocido el mundo de las tapas en Holanda?
La verdad es que no. Cuando inauguré el restaurante me llamaron de emisoras de radio, de periódicos y de televisiones locales para entrevistarme y que les explicara en qué consistía aquello de las tapas. Así que el negocio funcionó bien desde el principio. Además, el local se encuentra situado en una zona muy céntrica de Rotterdam y es el único restaurante español en la ciudad y en muchos kilómetros a la redonda. Hay otros restaurantes de comida española pero la diferencia es que ni los propietarios ni el personal son españoles.

¿Visita Menorca a menudo?
Los últimos años he visitado la Isla con más frecuencia. Tan sólo durante este año he regresado a Menorca en tres ocasiones e intento no perderme las fiestas de Sant Joan. Además, me acabo de comprar una casita en Cala Blanca para poder tener en mi poder un trocito de mi Menorca. Mis padres fallecieron y mi familia me acogía complaciente hasta el momento pero yo necesitaba tener un trocito de mi isla querida. Hoy en día es fácil coger un avión y en dos horas estás en el Aeropuerto de Menorca. Antes era diferente: los emigrantes que se iban a Alemania, Holanda y Francia pasaban años sin poder volver, no tenían el poder adquisitivo de la sociedad actual y no existían los vuelos baratos que hay ahora.

¿Los holandeses conocen la Isla?
La verdad es que Menorca no es muy conocida en Holanda. Yo me alegro porque la Isla no se haya "mallorquinizado". Los holandeses que conocen Menorca consideran que es una isla bellísima con unas playas únicas. Menorca tiene más categoría que Mallorca en muchos sentidos y es muy apreciada, especialmente por las parejas con niños. Me resulta imposible hablar mal de mi isla dorada. La amo con locura…. Recuerdo mucho una canción que dice: "Per es camí de tornada, a la meva illa daurada, arribant a Maó... a durada".

¿Se plantea la posibilidad de instalarse en Menorca en un futuro?
No. Son muchos años fuera y en Rotterdam tengo mi propia casa, mis amigos, mi negocio, además de mi hija y mis dos nietas. Nunca podría abandonar todo esto. Me fui a Holanda con sólo 28 años y llevo en Rotterdam treinta años. Lo que sí me encantaría sería poder ir y venir entre Holanda y Menorca. Es curioso porque, cuando aún estaba casado, siempre decía que si alguna vez me divorciaba, volvería a España. No fue así, llevó más de veinte años divorciado y sigo en Rotterdam.


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