Experto. Pedro Montoya, posando antes de la entrevista - E.G.

TW
0

El profesor Pedro Montoya lleva años examinando el comportamiento del cerebro de las personas que padecen dolor crónico, en la Universitat de les Illes Balears (UIB). Fue el invitado de honor de la gala de la asociación de pacientes contra el dolor Sine Dolore, que se celebró ayer en el Teatro Principal de Maó, donde explicó en qué consisten las estudios que realiza.

¿Se investiga lo suficiente?
Hay gente trabajando en este ámbito, tanto en el hospital Son Dureta como en la universidad, que tiene muchas publicaciones, lo cual es un orgullo para esta Comunidad, ya que hay relativamente poca gente trabajando en este ámbito en España.

¿Eso es porque aquí duele menos?
Las cifras de quejas por dolores crónicos son menores en España que en otros países de su entorno. Sin embargo, el consumo de analgésicos es mayor, lo cual es significativo.

¿Qué porcentaje de afectados crónicos hay en nuestro entorno?
Las cifras, en todos los países desarrollados, son escalofriantes: entre un 20 y un 30 por ciento de la población padece esta dolencia de manera crónica. No es de extrañar que sea una de las dianas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para los próximos años, debido a que influye sobre la vida normal del paciente y de su entorno.

El dolor puede complicar la vida pero también puede ser útil, ¿no es así?
En este sentido, distinguiría el dolor patológico del estándar. Este último juega un papel fundamental como señal de alarma. Cuando un niño toca el fuego siente dolor. Eso le previene de volver a hacerlo.

¿Por qué motivo se cronifica?
Se pone en marcha un mecanismo parecido al que provoca los dolores "fantasma" en miembros amputados. El sistema nociceptivo, mediante el cual sentimos el dolor, es como las alarmas, que una vez que se disparan son difíciles de parar. Cuando te cortas en un dedo, la zona se hipersensibiliza, pero con el tiempo se vuelve a habituar. En el caso de las dolencias crónicas, no se produce esa vuelta a la normalidad.

¿Se sabe en qué casos pasa eso?
Estamos tratando de entenderlo. De dos individuos que pasan por la misma enfermedad, a uno se le puede volver crónico y al otro no. La única diferencia está en el cerebro.

¿Qué consecuencias puede tener esta patología?
Padecer dolor crónico es algo más que sentir dolor. Mediatiza toda la vida de una persona. Una influencia negativa que suele producir es que provoca aislamiento, algo contraproducente porque puede llevar a la depresión. También provoca problemas de memoria y mayor sensibilidad a los estímulos desagradables.

¿Tiene cura?
No, pero se puede mejorar mucho la vida de los afectados si consiguen no caer en el catastrofismo. En vez de pensar '¿por qué me ha tocado a mí?', ¡deje de preguntárselo y viva la vida!

¿Cómo se puede minimizar el sufrimiento?
Se tiende a buscar terapias multidisciplinares y, sobre todo, que incidan en la forma de funcionar del cerebro. Y no hay que olvidar que el dolor es una conducta y por tanto, aunque es difícil, se puede aprender a cambiarla.

¿Por qué es tan difícil de solucionar este problema?
Porque, por desgracia, no hay un centro único del dolor, como se pensaba hace años. Sería estupendo que fuera así porque se podría solucionar mediante fármacos. Pero el sistema tiene varios centros, funciona como una red compleja.