La artista, posando junto a la obra que utilizado para el cartel de su muestra «Óleos». | Katerina Pu

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La trayectoria artística de María Torróntegui (Zaragoza, 1965) lleva ligada desde hace décadas a Menorca, un lugar que le ha servido de inspiración y también de plataforma para mostrar su obra. Sin embargo, hacía ya cuatro años que no protagonizaba una individual en la Isla, periodo que ha acabado con la inauguración el pasado viernes de «Óleos» en la galería Ática de Maó hasta el 31 de octubre.

Un título muy genérico, pero que demuestra su fidelidad a una técnica que le ha acompañado durante su extensa carrera y bajo el que recoge una de sus colecciones más amplias, con algo más de 80 obras.

El producto natural, uno de los principales ingredientes en su obra.

Piezas de todos los tamaños en   una galería con mucho espacio por llenar, lo que ha dado pie a que su propuesta pueda dividirse en dos partes. Por un lado, la que recoge su obra más reciente, con especial protagonismo para «elementos muy cotidianos», como por ejemplo los utensilios de cocina, a demás de muchos productos relacionados con la comida y la gastronomía. En otro apartado se puede disfrutar de temáticas más típicas de otra época, el paisaje menorquín y los faros de la Isla, siempre muy presentes en su carrera.

«Lo que pretendo con esta exposición es animar a la gente a que reflexione y que se detenga para apreciar esas pequeñas cosas    que tenemos alrededor y de las que casi no nos damos cuenta»,    relata la artista, quien defiende que «si echas un paso atrás y te detienes puedes encontrar la belleza en cualquier cosa». Una actitud que demuestra el optimismo de Torróntegui, con una especial predilección por sugerir con sus obras un camino para «encontrar la luz y la alegría». La artista sigue fiel a su estilo, «con una pintura figurativa, pero que no busca el realismo... Quiero conseguir que sea luminosa, que transmita buenas sensaciones», defiende.

El apunte

Cuarenta años enamorada de la «especial» luz de Menorca

Torróntegui acostumbra a pasar unos seis meses al año en la Isla, pero su idilio con esta tierra se remonta ya a hace cuarenta años. Un lugar que siempre le ha resultado especialmente inspirador, con su luz como principal reclamo para la actividad artística. «Menorca tiene una luz especial, muy potente.En cualquier momento, mires donde mires, hay una belleza especial, muy distinta y auténtica», reconoce la artista, quien sigue fiel a un modelo de trabajo muy ligado a pasar muchas horas en el estudio:«A lo mejor un día no pintas, pero una cosa siempre lleva a la otra, estar allí siempre es productivo».