Cabrera, fundador de la compañía y director de la obra.

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«Nos encanta viajar, mostrar nuestro trabajo y si nos toca en teatros y ciudades que nos gustan y en las que nos cuidan, mejor todavía. Estamos felices». La frase es de Enrique Cabrera, director y fundador de Aracaladanza, compañía que con el espectáculo de esta tarde (19.30 horas) se habrá subido al escenario del Teatre des Born tres años consecutivos desde su reapertura.

Tras «Loop» y «Play», hoy es el turno de una producción con más solera, «Vuelos», estrenada en 2015. Casi diez años después, con alguna parada técnica, la obra sigue «girando y girando», de hecho es una de las producciones con las que «más hemos viajado al extranjero», reconoce su director.

«Vuelos» es un espectáculo de danza contemporánea para público infantil y familiar que pretende «alentar el disfrute de todos los sentidos», defienden desde la compañía. Si para su obra más reciente, «Va de Bach», se inspiraron en el músico alemán y en uno de sus primeros montajes, «Constelaciones», se dejaron llevar por Miró, en la pieza que ahora llega a Menorca el personaje elegido fue Leonardo Da Vinci. A través de él se sumergen en su universo, su obsesión por el cuerpo humano, los inventos y, por supuesto, la utopía de conseguir volar.

Una obra inspirada en la figura de Da Vinci y la obsesión por volar.

Una propuesta en la que el lenguaje elegido es el del movimiento, «lo que llamaríamos técnicamente una dramaturgia no narrativa», aclara Cabrera. En la obra «no hay personajes, ni buenos ni malos» y el objetivo «no pasa por contar una historia». En Aracaladanza la marca de la casa es apoyarse en «la conceptualidad y la abstracción» de la danza, y en ese camino en ocasiones se toma como referencia a personajes que han dejado una profunda huella.

«Lo que me interesa es que el espectador, ya sea adulto o niño, vuele por donde quiera o donde pueda», continúa Cabrera, quien si no quiere saber nada de historias concretas menos aún de mensajes. «Cuando voy a ver una obra no me gusta que den un mensaje y por ser una compañía especializada en público familiar, huyo sobre todo del mensaje pedagógico», señala el director, quien destaca por encima de todo el propósito de inspirar sensaciones. «Estimular al niño desde mi lenguaje, que es el de la danza y las artes escénicas, me gusta mucho más que contar una historia», defiende.
Cabrera confesaba ayer en Ciutadella que en lo que sí cree, y mucho, es en que «el arte puede cambiar el mundo, creo que sana y, por lo tanto, creo mucho en él como un arma subversiva para dejar volar la imaginación de todos», más la de los adultos, «ya que con la edad se va haciendo más pequeña, mientras que los niños la tienen muy desarrollada».

Llegado desde Argentina a Madrid en 1989, Cabrera fue pionero en la creación de obras de danza contemporánea para niños en España. Antes de ser coreógrafo y bailarín, «era titiritero, así que todo el trabajo con objetos siempre me ha marcado mucho y me sigue gustando», confiesa. Con el tiempo, y especialmente desde la fundación de Aracaladanza en 1995, ha ido modelando un formato de «dramaturgias visuales en las que intentamos que se amalgamen de la mejor forma posible la danza junto con la música, la luz y los elementos escénicos».

El artista cree en «la exigencia y la excelencia de producción al máximo», receta que ha servido para que a lo largo de su historia la compañía haya recibido numerosos galardones, entre ellos el prestigioso Premio Nacional de Teatro para la Infancia (2010) que entrega el Ministerio de Cultura, reconocimientos que «estimulan» a sus responsables y que ayudan a seguir haciendo volar la imaginación del público.