Gestora del legado literario del autor de «La peste» o «El extranjero», Catherine Camus se encuentra en Sant Lluís (Menorca), donde ha asistido a la cuarta edición de las ‘Trobades Camus', los premios instaurados en 2017 por el exministro Miguel Ángel Moratinos en recuerdo de la vertiente humanista y creativa de Albert Camus (1913-1960).
Es la segunda vez que visita Menorca, la isla donde vivía su bisabuela paterna. Como hija y también como escritora, ¿qué siente al asistir a unos premios que llevan el nombre de su padre?
—Aquí me siento como en casa. Vine por vez primera en 2022 y desde el primer momento tuve esa sensación. Y eso que no conocía la Isla. Mi padre tampoco estuvo nunca aquí. Tampoco conocí a su abuela, mi bisabuela, que se llamaba Catalina Cardona Fedelich, con dos apellidos de Sant Lluís y de Es Castell, respectivamente, que hablan claramente de sus raíces. Mi padre se sentía orgulloso de su sangre española y yo pienso igual porque mi hija se parece a una gitana. Y aunque he estudiado inglés durante ocho años, hablo mejor español.
¿Qué destacaría del Albert Camus padre y autor?
—Que era una persona muy coherente. Murió cuando yo tenía apenas 14 años. Tres años después, con 17, leí su obra y en todo lo que escribió le reconozco. No hay diferencia entre el hombre y la obra. Son lo mismo.
¿Qué le sorprendió más al redescubrirle?
—Nada. Le reconocí plenamente, tal como era, salvo en la novela «La caída». Allí fue cuando perdí la inocencia. Digamos que hasta entonces desconocía que todos llevamos también el mal dentro.
¿Se refiere a su relación extraconyugal con la actriz María Casares? ¿Fue una conmoción para usted?
—No, porque toda mi vida he oído hablar de María en casa. Ya con 6 años pregunté sobre ella a mi madre y me sentí muy mal por hacerlo. Pero mi madre me contestó: «Tú eres como ella». No supe cómo interpretarlo, pero creo que mi madre quería a María. Mi madre amaba a mi padre y aceptaba la relación. Al morir me dijo que no le supo mal, que mi padre no había sido un mediocre; mi padre nunca mentía.
El amor mueve el mundo. Con tanto romance, ¿también movió la vida de su padre?
—El pasaje que María Casares le dedica en su libro de memorias «La residencia privilegiada» es magnífico.
El lema de las ‘Trobades Camus' de este año en Menorca es «Repensar el mundo». ¿Qué cree que hay que repensar? Hay guerras en Ucrania, Israel…
—Y también en Armenia e Irán, aunque no se hable casi nunca de ello. En Irán el año pasado mataron a 800 jóvenes. Un desastre. Lo que hace falta es hablar con quien no piensa como tú, dialogar. En Francia tenemos mucha suerte de contar con Macron.
En toda Europa hay una oleada neofascista con formaciones de ultraderecha que son protagonistas en distintos gobiernos, como ocurre con Vox en algunas comunidades españolas. ¿A qué lo atribuye?
—Es como si mi padre hubiera escrito pensando en la situación que vivimos actualmente. Su mensaje ahora tendría plena vigencia. En todo momento se está proyectando el odio sobre el mundo.
Se define a su padre como un hombre comprometido y combativo. ¿A quién se parecería hoy día?
—No lo sé. No hablo en nombre de mi padre. Pero, si tuviera que pertenecer a un partido, sería de aquellos que no están seguros de tener la razón.
Ahora hay más individualismo. ¿Lamenta que la gente ya no se implique tanto como antes?
—Ahora no queda vida privada. Todo el mundo cuenta lo que hace (a través de las redes sociales) pero, en cambio, es más individualista que nunca. Y desde la covid aún más. Ha crecido la agresividad.
¿Qué necesita el mundo?
—El mundo necesita hablar. Los jóvenes tienen que comprometerse en conflictos como el de Israel con Palestina. Netanyahu es un cerdo. Antes decíamos que te puedes sentir orgulloso como un judío en Francia y ahora no podemos ni ir a Israel por culpa del antisemitismo.
La realidad política en España está muy marcada por los nacionalismos vasco y catalán. ¿Cómo lo ve?
—Puigdemont es fatal, catastrófico. Si Cataluña es independiente, ¿qué va a hacer? Patriotismo sí, nacionalismo no.
¿Dónde queda entonces el derecho de los pueblos a reivindicar su lengua y su cultura?
—Pruebe de hablar castellano en Barcelona y verá como le miran mal.
¿Hay alguna obra, creación o aspecto de la vida de su padre que aún no haya desvelado?
—No. Hablar sobre su obra es fácil, pero es muy difícil no decepcionar el amor que la gente siente por él.
El apunte
Alegato por la paz de Moratinos en la clausura de los ‘Premis Camus’
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