Margarita Huguet, el pasado viernes, con el Goya y el trofeo entregado por el Ayuntamiento, la Sirenita Mô. | David Arquimbau Sintes/EFE

TW
0

Han pasado 22 años desde que Margarita Huguet partió de la Isla para cumplir su sueño de trabajar en el mundo del cine. En 2023 volvió a fijar su residencia en Menorca y la semana pasada recogió el Goya a la mejor dirección de producción por «La sociedad de la nieve». El viernes el Ayuntamiento de Maó, su ciudad natal, recibió a la cineasta con honores. Unas    horas antes del homenaje, hablamos con ella sobre su vuelta a casa, «algo que siempre tira», y su carrera.

Ha pasado una semana del Goya. ¿Cómo ve ahora el logro con un poco más de perspectiva?

—Lo he asimilado, pero aún sigo un poco fuera de juego. Llegué el lunes y ha sido una semana de entrevistas, radios, hoy (por el viernes) lo del Ayuntamiento. Creo que la perspectiva buena la tendré la semana que viene. Pero bueno, ya al día siguiente, cuando te levantas es como muy fuerte pensar que tienes el Goya, que lo has conseguido. Es bonito y estoy muy contenta, además en un año en que muchos de mis compañeros también fueron reconocidos por el mismo trabajo.

Un premio además con su primera película como directora de producción.

—Bueno, eso no exacto. El locutor de Televisión Española lo dijo mal, no es verdad. En realidad es la tercera vez: hice «Way Down», con Jaume Balagueró; la segunda fue una serie para Netflix de Sergio G. Sánchez y «La sociedad de la nieve», que fue la tercera.

Ahora está arriba, pero el camino seguramente no ha sido fácil.

—Hay mucho trabajo detrás. He pasado por todos los cargos que existen dentro del departamento de producción.Empecé como auxiliar, luego ayudante, localizadora y jefa de localizaciones, y al final jefa y directora de producción. Pero un tercer trabajo como directora de producción con una película tan grande a nivel de presupuesto y complejidad ha sido posible porque llevas muchos años viendo trabajar a tus jefes. Si no, hubiese sido imposible. Al final han sido 20 años de aprendizaje.

Trabaja en producción, pero tengo entendido que su primera opción, era realización. ¿Cierto?

—Sí. Cuando fui a Barcelona quería hacer realización. Lo que pasó es que no había plazas, así que la opción era esperar un año más o meterme en producción. Probé y me gustó. Me di cuenta de que me encantaba y que se me daba bien, así que seguí esa carrera. Es cierto que he escrito algunos guiones de corto o largometraje y me gustaría dirigir o producir una historia mía. Pero al final siempre he tenido mucho trabajo y pocos huecos para dedicarme a mis proyectos personales.

¿Algún guion propio en    el cajón con posibilidades de salir adelante a medio corto plazo?

—Sí, hay cosas. Me encantaría, aunque es complicado. Porque al final estás encasillado en un lugar.    Pero hay que intentarlo. Siempre lo digo, a veces con las cosas que te hacen ilusión no hay que desistir. Al final, igual tardas un año en conseguirlo o diez, pero yo necesito tener metas e ilusiones, es algo que en el día a día de mi vida me funciona.

¿La misma ilusión que tenía cuando uno de sus primeros trabajos fue vigilar el material técnico durante una noche para la grabación de un videoclip?

—Exacto. Era un trabajo de Juan Antonio Bayona sobre una canción de Rosario, «Al son del tambor», y se rodaba en un tejado del barrio de Gràcia con unas vistas impresionantes de Barcelona. Como rodaban al salir el sol, no podían subir el material el mismo día. Era estudiante aún y pasé la noche allí. En aquella época, como eres joven, si no duermes mucho no pasa nada. Al día siguiente, cuando llegó el jefe de producción le dije: «Me quiero quedar, te ayudo en lo que tú me digas, no hace falta que me paguéis». Me dejó quedar y luego me llamó para otros videoclips. Bayona hizo vídeos de Camela, de OBK...

La menorquina, en  el rodaje de «La sociedad de la nieve».
La menorquina, en  el rodaje de «La sociedad de la nieve» | Quim Vives

¿Fue en ese momento en el que Bayona entró en su vida?

—Sí, ahí nos cruzamos por primera vez. En ese momento él no sabía quién era, yo era alguien en el background. Él no se acuerda, pero yo sí. Luego coincidimos en «El Orfanato», que en su día también fue un boom, una película que con muy poco dinero tuvo mucho éxito de taquilla. Luego la vida me ha llevado a trabajar en todas sus películas excepto las de Hollywood.

¿Cómo es trabajar con Bayona?

—Muy exigente. Es duro. Porque con él siempre vas a ir al límite al hacer las cosas de una forma muy complicada, pero eso tiene un sentido, porque al final buscamos una cierta excelencia. Entonces hay que rascar y buscar hasta las últimas cosas, encontrar las mejores localizaciones, el mejor cast. Son muchas cosas que se trabajan a un nivel de exigencia altísimo. Obviamente el esfuerzo es mayor, pero también la recompensa que me han dado las pelis de Bayona no la he tenido con ningún otro director.

Se tiende a idealizar el trabajo en el cine, como una profesión muy interesante, pero supongo que el componente de sacrificio personal también es grande, mucho tiempo fuera de casa, jornadas maratonianas. ¿Cómo lo vive Margarita Huguet?

Noticias relacionadas

—Pues eso lo sabe mi familia. Es verdad que se idealiza y que hay mucho glamour, pero en el caso del técnico de cine el glamour es cero. Ahora se está controlando mucho más el tema de horas, pero durante el tiempo que dura un proyecto, y yo que soy de meterme hasta el fondo en las cosas, desapareces. Son miles de horas y el fin de semana no descansas porque siempre tienes cosas en la cabeza. Compactamos mucho, porque al final hacer una peli cuesta mucho dinero. Nunca vas sobrado ni de tiempo de preparación ni de rodaje. Trabajas en el límite, muchas horas y duermes poco.

Más aún en la parte técnica de los equipos.

—En el caso de producción hay muchas preocupaciones, porque es una sección que sostiene al equipo y tienes además la responsabilidad económica. Hacer cine es duro, y animo a la gente que lo quiera hacer a seguir adelante porque es muy bonito, pero hay momentos en los que dices, igual tendría que cambiar de trabajo o hacer algo que no sea tan estresante y no implique desaparecer tantas horas de casa. Te vas y de repente son seis meses en los que se para tu vida, luego vuelves y no hay nada, pasas de cero a cien. Hay una parte muy chula e idealizada, pero realmente es duro hacer cine. Llegar hasta aquí me ha costado muchos sacrificios a nivel personal y físico, de cuidarte poco, dormir mal, comer a deshoras, al final hay un peaje.

Vamos, que de señoritos y señoritas, como dijo aquel, más bien poco.

—Poco. Hay una cosa, que ocurre cada vez más y es que se politiza todo, y eso no tiene ningún sentido. No entiendo por qué se politiza cuando el cine es de todos. Creo que a cualquier persona, independientemente del color político, puede ir al cine y que le emocione una historia, hay de todo tipo y unas te gustarán más que otras, pero el cine es algo que forma parte de nuestra vida y nos ayuda a viajar, a crecer, a sentir. Cuantas veces una peli, no digo que te cambie la vida, pero te puede hacer de terapia.

Para mucha gente es más que simplemente una afición.

—La cultura es absolutamente necesaria, por eso me sabe mal que se politice, es absurdo. Estoy con lo que dijo Almodóvar en la gala. Hay muchos sectores que están subvencionados, no solo el cine, pero es que el cine es un negocio y el Estado recupera muchísimo más de lo que invierte. No es que lo diga yo, los datos están ahí. El dinero que genera el cine es brutal. Es una pena que se intente confundir al ciudadano haciéndole creer que el cine es de unos subvencionados que malgastan el dinero y que hay películas que merecen la pena y otras no. ¿Quién es un político para decir qué vale la pena?

Hablemos de industria. «La sociedad de la nieve» ha sido noticia también porque ha tenido problemas para llegar a las pantallas de cine. ¿Cómo lo ven desde dentro?

—El cine está hecho para ver en las salas. Es que no hay color. También es un acto comunitario de disfrutar de la cultura. Tanto yo como J (Bayona) y los productores vamos a seguir apostando por el cine en salas, eso no se debe perder. ¿Qué pasa? Que viene un gigante como Netflix y su negocio es otro, que la gente lo disfrute en casa. Y también hay que respetar todo lo que esa plataforma, y otras, está haciendo por la industria. Ahora mismo el técnico de cine puede elegir qué película hacer, mientras que en otros tiempos ha malvivido. Ahora el sector está en un gran momento y ello tiene que ver con las plataformas. Dicho eso, creo que hay que colaborar conjuntamente, y Netflix accedió a que se viera también en cines. La realidad es que una película como esta, con actores desconocidos y rodada en español, nadie te la financia, y ellos lo hicieron. Como todo en la vida, hay que llegar a consensos, porque así hacemos una industria más fuerte y que haya más trabajo.

¿Tuvo algo que ver en que llegara la película a    Maó?

—No sé. Algo dije, pero no sé si me hicieron caso a mí, creo que no. A Menorca llegó tarde pero lleva cinco semanas en cartel. Eso demuestra que se puede exhibir en los dos lugares.

Usted se fue de la Isla para poder estudiar lo que quería. El sector audiovisual local reclama poder ofrecer más formación. ¿Lo ve factible?

—Formar siempre es bueno, pero es cierto que con la población que tenemos aquí podría ser complicado tener suficiente alumnado. Pero vale la pena luchar porque haya una industria y empiecen a venir producciones de todos los tamaños. Creo que sería básico equipararnos a regiones como Canarias y tener unos incentivos fiscales que hagan atractivo venir hasta Menorca. Lo que se tiene que potenciar son otras localizaciones, salir un poco de las playas y las aguas cristalinas, que son flipantes. Por ejemplo, aquí hay un patrimonio militar brutal para atraer otro tipo de guiones.

¿Le han entrado más guiones desde que recibió la nominación al Goya, o tras ganarlo?

—No. No creo que esto cambie nada. Yo es que llevo muchos años haciendo esto. El Goya es un reconocimiento, pero lo que me ha traído hasta aquí es el trabajo que llevo haciendo durante tantos años.

Después del Goya, ¿cómo ve los Oscar?

—Al final viajaremos porque es una cosa que pasa una vez en la vida. Hay que estar, iré con mi pareja, que también es segunda ayudante de dirección en la película. Vamos con ilusión, pero lo veo complicado.

Por último, ¿qué ha supuesto «La sociedad de la nieve» en su vida?

—Un reto que me ha llevado a una superación profesional brutal, y también personal. He aprendido mucho. Cuando peor lo pasas, porque ha habido momentos difíciles, es cuando aprendes más. Ahora estoy muy contenta de que la película haya tenido tanto éxito y a la gente le haya gustado tanto. Estoy en un momento muy feliz.