Los caprichos del destino quisieron que Menorca se cruzara en el camino de Cubas. Llegó a la Isla en 1957 embarcado en Teatro Portátil de los Hermanos Largo. En una entrevista en «Es Diari» recordaba el propio Cubas que la compañía en cuestión no estaba muy convencida de viajar a la Isla, pero al final se quedaron seis meses; en su caso, el resto de toda su vida, donde se casó con la actriz Laura Pons y formó una familia.
Es complicado saber el número de obras en las que el actor, y también director, participó a lo largo de su carrera, pero algunas fuentes apuntan que podría rondar el medio millar. El primer escenario que pisó fue el de la cárcel donde estaba presa su madre, afín a la causa Republicana, quien montó una pequeña compañía con la que su hijo debutó interpretando el papel de un monaguillo en la zarzuela «Gigantes y Cabezudos». Aquello fue el inicio de una prolífica trayectoria en la que se dejó llevar por la herencia artística familiar. También en las páginas de este diario dijo en una entrevista: «Llevo el teatro en mis genes, ya que por algo soy hijo, nieto y bisnieto de actores». Y la saga continúa, ya que algunos de sus descendientes han seguido sus pasos.
Hubo un detalle que marcó la relación de Cubas con la Isla. Cuando se encontraba trabajando con los Hermanos Largo, su familia le notificó desde Madrid que le reclamaban para realizar el servicio militar. Ello hizo que abandonara la compañía, pero su incorporación se retrasó por un cambio de reemplazo. Fue entonces cuando, después de haber renunciado a su puesto de actor, decidió desempeñar otros trabajos en Menorca.
Aquello fue un punto de inflexión en su carrera. Abandonó el teatro profesional y se embarcó en el amateur a través de diferentes proyectos artísticos, el principal de la mano del Orfeó Maonès, entidad de la que llegó a ser presidente entre 1986 y 1996 y que le recompensó en 2001 con su máxima distinción, la Lira de Oro. Preguntado entonces por si el teatro lo era todo en su vida, respondió un rotundo «sí», para a renglón seguido añadir que «ha llegado un punto en que ya no distingo entre lo profesional y lo amateur, que puede ser tan bueno o mejor que lo primero».
Son muchos los homenajes que el artista ha recibido a lo largo de los años, pero es posible que el más importante fueran los aplausos del público en cada función. La actual presidenta del Orfeó, Lali Olives, lo define como «un hombre que cuando se comprometía con algo llegaba hasta el final» y al que «le hubiera gustado morir sobre un escenario». El artista ya no está, pero su legado sobrevive.
El apunte
Un voluntario de la Illa del Rei en acción hasta el final de sus días
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