De izquierda a derecha, Franck Planeille, Natalia Menéndez y Mahi Binebine | David Arquimbau

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Sant Lluís volvió, una vez más, a convertirse en ese lugar en el mundo desde el que analizar, reivindicar y repensar el legado de Albert Camus. La sala que lleva el nombre del Premio Nobel francés acogió este sábado la primera jornada de la cuarta edición de las Trobades Mediterrànies. Un encuentro que este año se presenta bajo el título de «Los lugares del mundo», no solo físicos sino también mentales, y que este sábado giró concretamente en torno a los «lugares de resistencia».

Una jornada repleta de intervenciones y que sirvió para abrir ese diálogo que tanto se abandera desde la organización en una mesa redonda con un interesante planteamiento: «Todo lo que degrada la cultura lleva a la servidumbre». Una cuestión que se abordó desde la perspectiva de tres perfiles diferentes. No podía faltar el de un experto camusiano, papel que desempeñó el francés Franck Planeille; a quien acompañó el polifacético artista marroquí Mahi Binebine junto a la directora de escena española Natalia Menéndez.

Planeille se centró en analizar, tomando como referencia a Camus, el papel de la cultura en los tiempos modernos, los de las redes sociales y la inteligencia artificial. Un panorama en el que, a su juicio, «solo a través del arte se puede luchar contra la degradación de la cultura». En su discurso apareció de forma recurrente la palabra ‘crónica', y defendió al artista «como cronista del mundo, alguien que puede ofrecer una imagen privilegiada y contribuye a la regeneración humana». A su juicio, todo pasa por que la postura que tiene que adoptar el artista es la de «comprender en vez de juzgar».

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Más alejado de lo académico, Binebine recurrió a la narración de la experiencia propia para hablar de proyectos en favor de la comunidad a los que ha contribuido a través de sus trabajos artísticos. «Todo para que los niños de Marruecos sueñen con un mundo mejor, uno que no se desmorone», aseguró. Binebine reconoció que la cultura juega un «factor peligroso» en el sentido positivo, porque las personas «si saben, pueden plantearse cosas y rechazarlas. Por eso hay que educar, educar y educar, ese es el único camino», concluyó.

«Soy una mujer de teatro y de fe, llevo años creyendo en la capacidad sanadora de la cultura», confesó Menéndez, quien no obvió que es difícil mantenerse libre de la degradación «porque estamos expuestos continuamente a  técnicas de manipulación, algunas sutiles y otras más salvajes». Como remedio propuso en el foro camusiano «la cultura del conocimiento, la práctica de las artes y el pensamiento reflexivo para romper el patrón de fascinación por lo comercial».

En el tramo final de su intervención, la artista apeló al sentido común de cada uno para darnos cuenta de que «somos corresponsables de la fragilidad y de la fuerza de la cultura. Debemos actuar para no degradarla, tenemos capacidad para ello, así que les deseo el mejor de los vientos en esta empresa», concluyó.