El saxofonista de jazz, cantante de flamenco y compositor de toda su música Antonio Lizana (Cádiz, 1983) viene a interpretar con su banda, dentro del 25è Menorca Jazz Festival, las canciones de su último disco, «Una realidad diferente». Una maravillosa armonía de ritmos, con nueve canciones y letras que hablan desde la verdad y cantadas a corazón abierto. Una fiesta de la música, en opinión de la crítica, que reconoce a Antonio Lizana como uno de los representantes más célebres del nuevo flamenco jazz. Suman en este concierto, en el Teatre des Born de Ciutadella, este viernes a las 20.30 h, Jesús Caparrós al bajo, Daniel García con el piano, el baterista Shayan Fathi y Mawi de Cádiz a los coros y baile.
Desde que arrancó su proyecto musical en 2012, ha realizado más de trescientos conciertos por más de 30 países, participando en los principales festivales de jazz del mundo y colaborando con artistas como Alejandro Sanz, Marcus Miller, Chano Domínguez, Jorge Drexler, India Martínez, Chambao, José Mercé, Josemi Carmona o Pepe Habichuela. Es su cuarto álbum el que trae ahora a Menorca, un viaje con ritmos melódicos desde el jazz hasta el new soul. Pero hay otro en preparación que saldrá en otoño.
Un concierto muy bien acompañado.
—Con el bailador y encargado de los coros, amigo mío desde mi infancia musical gaditana, Mawi de Cádiz. Está de manera fija en el grupo, en este cuarteto de jazz. Yo estoy con el saxo y la voz, con el cante, y cuento con la magnífica compañía de la música de esta banda de excelentes músicos.
¿Este jazz contemporáneo con flamenco permite una voz propia?
—Es una fusión de estilos. Pero, al mismo tiempo, yo lo veo como una sola música, algo que es natural en nuestra época. Esto es así porque nuestras raíces musicales son plurales. Por la infancia que hemos tenido, el resultado de la música es distinto a hace un siglo, por ejemplo, con el flamenco. Y aunque el flamenco lo he tenido muy cerca desde pequeño, también he tocado otros géneros, como rock sinfónico. Hasta que me interesé por el jazz.
¿Cómo evolucionó hacia el jazz?
—Me llevó a él el instrumento. De pequeño, quería tocar la guitarra eléctrica. Pero cuando pedí el instrumento a mis padres, ellos me pusieron la condición de que me apuntara al conservatorio. Allí no había guitarra eléctrica, sino instrumentos de música clásica. Vi en el saxo un instrumento que me iba a permitir tocar todos los estilos que a mí me gustaban en aquel momento.
¿Con 10 años?
—A esta edad empecé con el saxo, y a partir de aquí, con 13 o 14 años, en grupitos locales de flamenco, de blues o de rock. Desde aquí, se esperaba de mí que improvisara, que hiciera un solo. Empecé a fijarme y a interesarme por grandes saxofonistas, como Kenny Jarret, John Coltrane o Charli Parker, quienes me maravillaron. Fue cuando empecé a estudiar jazz.
¿Qué aportan las raíces flamencas al jazz?
—El flamenco le aporta ritmo, una manera de decir las cosas, de articular las palabras y las frases. Me trae mucho a la tierra. El jazz lleva ya tanto tiempo escolarizado, que en algunos contextos, se ha convertido en una música algo intelectual. Para mí, el flamenco me lleva a mi casa, a una zona de confort, por decirlo de algún modo.
¿Cómo es hacer jazz también con el cante?
—Tengo estos dos instrumentos, el saxo y la voz, e improviso en la música jazz con los dos. Es como si uno fuera la continuación del otro. Aunque cada instrumento tiene su lenguaje y su propia tradición.
¿Las letras tienen también su propia forma de expresión?
—Todas las letras tienen un componente biográfico, está claro; porque hablan de cómo uno vive las cosas. En el flamenco, las letras tradicionales vienen, muchas de ellas, de principio del siglo XX. Hablando de cosas, como el dolor o la rabia, con las que en aquel momento te podías identificar emocionalmente. Pero el contexto ha cambiado; la humanidad ha cambiado. Y ya que canto, aprovecho para decir cosas que creo que pueden hacer el bien al otro o despertar la conciencia. A unos les resonará más y a otros les parecerá más un juego poético.
Se le ve muy feliz en el escenario.
—Sí, ¡uau! Es que cuando estás rodeado de algunos de tus músicos favoritos y ves que la realidad supera la imaginación, es algo muy satisfactorio. Estar inmerso en la música que se toca en directo con el grupo, que un día estuvo en mi mente, componiendo, con todas las dudas que se generan cuando sigues el camino de la intuición, y ver que se convierte, en un concierto, en algo mejor que tus expectativas es muy gratificante.
¿Cómo será el concierto de este viernes?
—El disco que llevamos de la mano para esta actuación en el Teatre des Born es «Una realidad diferente». Pero el directo siempre tiene su propia vida, sus propios colores. Hay partes originales que han surgido de forma inesperada en conciertos, como algunas transiciones con el baile, introducciones de un solo instrumento o solos, etc. Y también habrá en este concierto algún tema de discos anteriores, con sus espectáculos vinculados a sus directos.
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