El 14 de marzo, tras la declaración del estado de alarma, los ciudadanos quedaron confinados en sus casas para intentar frenar el avance de la covid-19. Solo estaba justificado salir a la calle si el trabajo estaba relacionado con un sector estratégico, como sucedió con los medios de comunicación. Un campo en el que los fotoperiodistas jugaron un papel fundamental, en primera línea, no exenta de riesgos. «Había que salir a la calle y hurgar, buscando la vida en la no vida», resume la fotógrafa de «Es Diari» Gemma Andreu sobre el reto que suponía reflejar lo que pasaba en un mundo prácticamente parado.
Algunas de sus imágenes, junto a las de otros siete compañeros de medios de las islas, forman parte de la exposición «Mesos de confinament», que ayer se inauguró en la Sala Sant Antoni de Maó dentro de la programación del Festival de Cinema i Fotografia Documental de Menorca (Menorca Doc Fest). De las paredes de la sala cuelgan también imágenes que retratan los efectos de la pandemia firmadas por David Arquimbau, de la agencia EFE en Menorca; Josep Bagur Gomila, del MENORCA; Isaac Buj e Ismael Velázquez de Ara Balears; Vicent Marí y Juan Antonio Riera del Diario de Ibiza y Cati Cladera, de EFE Mallorca.
Esa última reportera gráfica, que lleva ya más de 30 años detrás del objetivo, explica que, de alguna forma, el estado de alarma y los meses de confinamiento supusieron regresar al periodismo de otra época. «De un día para otro, pasamos de trabajar con una agenda apretada, repleta de convocatorias, a patear la calle para buscar los temas», rememora.
A Cladera se le quedó grabado en la memoria «la rara sensación de soledad en la calle» y el recuerdo de haber hecho muchos kilómetros por Mallorca en jornadas muy largas. Sin duda adaptarse a las nuevas circunstancias supuso todo un reto profesional, especialmente a medida que pasaban los días y había que buscar imágenes diferentes: «Ya no valía más de lo mismo».
Su colega Andreu reconoce que, viviendo en Menorca, está acostumbrada a moverse por sitios sin gente, pero lo que vivió durante aquellos meses era realmente inquietante, como circular por la carretera general sin encontrase un coche: «Era como escuchar el ruido del silencio».
La fotógrafa menorquina compaginaba los encargos que le llegaban desde la redacción con la búsqueda de imágenes por su cuenta. Incluso en los días que no le tocaba trabajar. Al principio tuvo sus dudas sobre la conveniencia o no de salir a la calle cuando no estaba operativa para el periódico, pero una conversación telefónica con otro colega, David Arquimbau, disipó todas las dudas. «Me dijo ‘los fotógrafos de prensa podemos salir sin problemas y tenemos el deber de documentar lo que está pasando para el futuro'. Y tenía razón».
Desde Eivissa, otro fotógrafo, Juan Antonio Riera, confesaba ayer por teléfono que trabajar durante el confinamiento no fue solo un reto importante a nivel profesional, sino también en el plano personal a la hora de compaginar todo con las obligaciones familiares. «Mi pareja trabajando también, una niña de tres años en casa y yo funcionando full time, sin horario», recuerda.
Siempre con el objetivo preparado para captar la mejor fotografía posible, pero sin olvidarse por otra parte de los peligros que implica trabajar en primera línea. «El miedo es algo que también se va contagiando, te sientes expuesto y no sabes muy bien qué puede pasar cuando veas a la gente a tu alrededor con EPIs y nosotros con una mascarilla y punto».
Las aportaciones de los ocho fotógrafos se conjugan en la exposición, que permanecerá abierta hasta el 28 de este mes, con elementos audiovisuales con el propósito de realizar una radiografía sobre lo que supuso la pandemia durante el confinamiento. Una invitación, explican desde el Menorca Doc Fest, para estimular la reflexión sobre el impacto de la pandemia en la vida de los habitantes del Archipiélago.
Exposición
Se puede visitar hasta el 28 de este mes dentro del programa del Menorca Doc Fest en la la Sala Sant Antoni de Maó
1 comentario
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Vergonzoso y cutre que para poder acceder a ver la exposición haya que identificarse con nombre, apellidos y número de teléfono. Lo más triste es que haya que hacerlo uno mismo en un folio en blanco, sin membrete alguno, sin ninguna referencia a la Ley Orgánica de Protección de Datos, sin saber que van a hacer con esos datos. La única explicación del lacónico portero que obliga a hacer eso es que luego igual se rompe el folio. Siempre queda la opción de poner cualquier tontería en el folio ya que tampoco exigen mostrar ningún documento. Lo dicho, vergonzoso, cutre y triste.