El ejercicio 2023 se ha despedido con sorpresa en las principales economías del panorama global. Una tónica a la que no ha sido ajena la economía balear y que ha permitido al archipiélago no solo sostener la senda de crecimiento sino saldar un balance económico mejor del esperado y recuperar, definitivamente, los niveles de actividad prepandemia. Y es que, en un escenario global francamente complejo en el que el balance de riesgos se ha mantenido durante todo el ejercicio escorado claramente a la baja —como consecuencia de los extraordinarios niveles de inestabilidad geopolítica, las elevadas tasas de inflación y los efectos restrictivos derivados del mayor episodio de endurecimiento de la política monetaria de las últimas cuatro décadas—, dos factores han sorprendido sobremanera por su capacidad de dar soporte a la actividad.

El primero de ellos ha sido la progresiva contención de los precios en los mercados energéticos y, el segundo, la fortaleza de los mercados de trabajo, en un contexto a priori poco favorable. Tal y como reconocía el propio presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, sorprende, desde una perspectiva histórica, que el endurecimiento monetario aplicado en los dos últimos años no haya provocado efectos mucho más intensos en la actividad y el empleo.

Con todas estas cuestiones de fondo, la economía balear ha logrado contener la tendencia a la desaceleración esperada y ha cerrado el año con un crecimiento real del valor añadido bruto no agrario del 4% (vs 11,3%, 2022), cifra que, más allá, de confirmar la progresiva normalización de los marcadores de crecimiento esconde progresiva ampliación tanto del número de indicadores representativos de la actividad que han evolucionado en positivo (69,8%, 4º trim.) como de los que han logrado acelerarse en términos interanuales (60,5%, 4º trim.).

Así las cosas, la economía balear ha asimilado su perfil al de buena parte de su entorno competitivo más inmediato. Desde este punto de vista, la economía española también ha logrado impulsar el balance anual hasta el 2,5%, evidenciando, así, un ritmo de avance que, si bien ha rebajado el del ejercicio precedente (vs 5,8%, 2022), se ha situado claramente por encima del esperado por el consenso de analistas a principios de año (1,3%).

De igual forma, el fortalecimiento de la senda de crecimiento se ha dejado sentir también en el conjunto de la UE-27. Y es que, a pesar de la debilidad observada en el entorno comunitario, el marcador de crecimiento también ha mostrado un comportamiento (0,5% vs 3,5%, 2022) mejor del esperado por la propia Comisión Europea a finales del ejercicio anterior (0,3%). Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, la economía norteamericana ha seguido evidenciado un mejor tono que la europea, al cerrar el cómputo anual con un crecimiento medio del 2,5%, tasa que no sólo intensifica el ritmo de avance del ejercicio anterior (1,9%) sino que se sitúa también ampliamente por encima del pronosticado por los principales organismos internacionales, como el FMI, a principios de año (1,4%).

Todo ello ha facilitado las decisiones de política monetaria de los principales bancos centrales a uno y otro lado del Atlántico y, sobre todo, la utilización de los tipos de interés —situados en un máximo del 5,5% para el mercado americano y del 4,5% para el europeo—para lograr reconducir las tensiones inflacionistas hacia sus tasas objetivo de medio plazo.

Unas tensiones que bien recoge el índice de precios al consumo en las islas, el cual ha intensificado el ritmo de avance hasta el 3,6% en el último tramo del año, de igual forma que el conjunto de la economía española (3,3%). Por suerte, el incremento de las rentas salariales ha continuado contrarrestando los efectos negativos de la inflación. Un aspecto al que han contribuido tanto el mantenimiento de la vigencia del proceso de generación de empleo—que ha situado el número total de trabajadores en activo a cierre del ejercicio (469.520) en el nivel más elevado de toda la serie histórica— como el mayor incremento salarial pactado en los convenios colectivos de los últimos 15 años (4,2%). Todo ello en un entorno en que el número de centros de cotización de empresas en activo ha conseguido restaurar el número de unidades productivas prepandemia.

Una vez normalizados los niveles de actividad prepandemia, Balears afronta 2024 abriendo una nueva etapa en la que, necesariamente, deberá renovar los factores que hasta la fecha han impulsado el crecimiento regional. No en vano, Balears está inmersa en la dinámica de cambio y transformación que sacude en forma de riesgos y oportunidades a regiones y países de todo el planeta.

Como telón de fondo, la geopolítica –tensionada por el segundo año de guerra en Ucrania y el conflicto en Israel y Palestina–, la agenda climática– con grandes capítulos abiertos en transición energética, economía circular o descarbonización– y la imparable demanda social –respecto de la necesidad de avanzar hacia esquemas que aseguren el potencial de la sociedad para contribuir y beneficiarse del progreso económico– apunta más que nunca a futuro. Y es que, si algo ha demostrado 2023, entre récords de actividad, es cuán importante es forjar resiliencia y entrenar la creación de valor a largo plazo, precisamente porque la realidad se ejecuta con un tempo altamente acelerado.

Oído el mensaje, 2024 invita a los actores de las islas a abordar un ejercicio de forward thinking colectivo orientado a dar forma al futuro de Balears. Un reto a la altura del desafío en materia de desarrollo regional que afronta el archipiélago, encaminado a forjar nuevas ventajas competitivas, reorientar el liderazgo turístico y acercar nuestros niveles de renta, nuevamente, a los de las regiones más avanzadas de la UE-27.l