Los registros de empleo generados durante el pasado 2023, tanto a nivel de nuestra Comunidad Autónoma como de Menorca en particular, han sido muy positivos. Balears ha liderado el ranking de nuestro país con un incremento interanual del 4,8%, mientras que Menorca lo ha hecho en un 3,7%, en cualquier caso, superior a la media nacional que ha sido del 2,7%.

Sin embargo, hay que insistir, una vez más, que los puestos de trabajo que se crean siguen siendo de bajo valor añadido debido, fundamentalmente, al modelo económico de suelo y sol que impera en Balears.

Este hecho pone en evidencia que el tejido productivo de nuestras islas, en su mayor parte, tiene una baja productividad por ocupado, lo que resulta un hándicap si queremos ir convergiendo hacia el nivel de vida de los llamados países frugales (Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca) de la UE, que se distinguen por su austeridad en el gasto público y estabilidad financiera.

Por esta razón, todos los actores económicos que operamos en Balears nos deberíamos concienciar de que no es suficiente con crear empleo, que también, por supuesto, sino que debemos esforzarnos para que este sea de calidad. Queramos o no, en un entorno de «sueldos bajos y pisos altos» (Enric Juliana, dixit), donde básicamente se ofrezcan puestos de trabajo mileuristas para satisfacer servicios de poco valor añadido, de forma mayoritaria, éstos serán cubiertos por personas (venidas de fuera) de limitada formación y medios económicos. Además, este tipo de mano de obra será de escasa duración porque nadie está dispuesto a malvivir en pisos hacinados o en autocaravanas.

Si realmente en Menorca y Balears queremos ofrecer un empleo de calidad hay que trabajar para crear la necesaria infraestructura técnica y digital que haga posible, paralelamente con un turismo sostenible y de mayor poder adquisitivo, la presencia en nuestras Islas de industrias tecnológicas donde la innovación y la inversión en I+D sean sus señas de identidad. Asimismo, en la mayoría de los casos, este tipo de empresas tienen la ventaja añadida que el extra coste de la insularidad no les penalizará su cuenta de resultados, como si ocurre con las empresas manufactureras existentes en nuestra Comunidad Autónoma.

Así pues, en nuestra Isla deberíamos marcarnos como objetivo a corto/medio plazo hacer compatible, reitero, un sector industrial puesto al día y acorde con las nuevas tecnologías, con un turismo que valore nuestra riqueza arqueológica y medioambiental y cuente, al mismo tiempo, con unas prestaciones de excelencia. Esto exige, a su vez, buenos líderes empresariales, que los hay, junto con profesionales de formación universitaria en distintas disciplinas y, también, buenos técnicos electricistas, mecánicos, cocineros, jefes de sala, etc. etc. Para ello, y no es tarea fácil, debemos poner en valor el papel fundamental que, en el ámbito educativo, puedan prestar a la juventud menorquina, tanto la sede universitaria de Menorca como los centros de Formación Profesional de la Isla. Para el futuro de Menorca tan importantes serán los unos como los otros.

Concluyo con una reflexión del catedrático de Economía Aplicada de la UAB, Josep Oliver, que personalmente suscribo: «La clase política debería obsesionarse más con la productividad y menos con el empleo».l