David ‘Tito’ Pons posa con los brazos cruzados en una imagen reciente

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La que hoy les presentamos es una historia de sufrimiento, resiliencia y superación. Una lección de vida en toda regla personificada por David Pons Roselló, Tito para su entorno más próximo y cercano.

Exfutbolista, exárbitro y exjugador de pádel, además de, en su momento, estudiante de matemáticas, ha sobrevivido a un accidente de tráfico y al linfoma ocular que padece desde hace un lustro pero que no le fue detectado hasta prácticamente tres años después y que le causó una ceguera severa que lógicamente motivó un viraje radical en su existencia.

Pero lejos de sucumbir o de entregarse al desánimo, Tito optó por mirar de frente a la desgracia hasta el punto de conseguir dominarla, con la certeza de que, pese a ella, él es quien rige su propio destino. En la actualidad, hace triatlón –de hecho, ha coincidido a menudo con el flamante bronce en París 2024, Nil Riudavets– con expectativas elevadas, puesto que estar en los JJPP de Los Angeles 2028 es un reto suscrito como primordial en su agenda de futuro, y le definen, quiénes le tratan, como un coach pragmático y eficaz.

David ‘Tito’ Pons, en una competición de triatlón

Inicios

Nacido en 1989 y natural de Sant Lluís, Tito y el deporte han formado un binomio desde que nuestro protagonista tiene uso de razón. Comenzó en el mundo del fútbol, «como portero», explica, hasta que a los dieciséis años de edad y después de «ser intervenido quirúrgicamente en los dos hombros», se pasó al arbitraje.

«Con dos operaciones así pensé que lo mejor era dejarlo», rememora Tito, quien con antelación ya había hecho el curso para ser trencilla. Además, el hecho de empezar la licenciatura de matemáticas en la vecina Mallorca, donde es más fácil promocionar de categoría, le hizo abundar en su pasión por el arbitraje.

Pero entonces la vida, ese camino insondable y repleto de sorpresas, le deparó otro grave sobresalto, cuando trabajando para una empresa de seguridad, «tuve un accidente de tráfico; otro coche, yendo yo a Alaior desde el aeropuerto, se salió de su carril y chocamos de frente». «Aquello me cambió un poco la vida… y tenía una buena vida; trabajo, familia, amigos, casa… estuve tres meses de baja. Tiempo para reflexionar sobre lo que quería hacer», detalla Tito, que a partir de ese estado mental optó por cambiar de ocupación laboral, «pues conducir dejó de interesarme».

Tras un año ahorrando, devino un viaje de cuatro meses por exóticos enclaves como Singapur y Tailandia, en el que reiteró poco después, cuando lo que para él era para él algo más que una afición, el pádel, lo convirtió en su profesión. «Entré en Malbuger de monitor, pero al cabo de un año me hice autónomo y creé mi propia escuela de pádel», evoca. Entonces, empezaron los auténticos problemas.

Primero fueron unas molestias al lanzar la mirada al foco de las instalaciones que a la mañana siguiente derivaron en una pérdida porcentual de su visión en un ojo. Una primera visita al hospital careció de diagnóstico. «No sabían qué tenía, así que continué haciendo vida normal», revisa nuestro interlocutor. La coyuntura se complicó en la época pre-covid, en verano de 2019. «Allí empezó todo. No sabían qué era, tenía unos puntos blancos en el ojo, no desaparecían… me exploró un oftalmólogo, luego vino otra oftalmóloga, que justo me vio sí me dijo que el problema era más grave de lo que pensaron de inicio. Más pruebas, pero salían negativas. Perdía visión y las pruebas salían negativas... un especialista, en Barcelona, me dijo que no pasaría al otro ojo, pero al año siguiente sí lo hizo»,    se extiende David Pons. Acudió a San Sebastián, donde «ya me comentaron que podía ser linfoma de retina, pero la prueba seguía saliendo negativa, hasta que a finales de 2021 una prueba en Barcelona dio positivo».

Confirmar el drama del cáncer fue el preámbulo de un proceso de recuperación que inició a las dos semanas. «Tuve que quedarme a vivir en Barcelona, debido al tratamiento de quimioterapia, estuve siete meses allí, desde finales de 2021 hasta mayo de 2022, que me dieron de alta».

«El tratamiento fue muy bien, pero reflexioné mucho sobre la vida durante esos siete meses. El problema fue que ya había perdido mucha visión, no podía seguir siendo monitor de pádel. Sí continuar con la escuela, organizarla, tenía monitores… pensé qué hacer con mi vida. Hay gente que hace un tratamiento de quimio y vuelve a su vida normal. No fue mi caso, pues al perder visión no podía retornar a mi trabajo, ni a la vida normal», recuerda Tito con entereza, sin que se atisbe en su discurso un mínimo de crudeza.

Preparado

No obstante, el haber sufrido y el haber visto mundo con anterioridad a tan dura enfermedad, contribuyó en el modo de afrontarla. «A partir del accidente de coche y de los viajes que hice, ya había buscado un desarrollo personal y estaba más preparado en ese sentido». «Quizá por eso la gente se sorprendía, al ver que lo del ojo no me afectaba, me decían que había sufrido mucho más con el accidente de coche. La verdad es que desde 2017 había estado preocupado por el desarrollo personal y estaba muy preparado por si pasaba algo igual o peor. Y siempre fui una persona saludable, deportista, y me enfoqué mucho en el coach, en tener buenos hábitos...».

Entereza

Como botón de muestra de su capacidad para gestionar la desgracia, recurrimos a un viernes por la noche, uno cualquiera, en que «me encontraba en las pistas de Malbuger; me llama la doctora desde San Sebastián y me dice que tengo cáncer. Yo ya no podía conducir de noche, y me vino a buscar mi novia, habíamos quedado para ir a cenar. Cuando le comunico la noticia ella empieza a llorar. Quería que nos fuéramos a casa y le dije que no, que era algo ante lo que no podíamos hacer nada... la verdad es que, cuando peor estaban las cosas, me lo tomé con mucha filosofía, teniendo claro que lo que dependiera de mí, sí lo haría».

En ese orden, admite Tito que el apoyo de su entorno ha destacado como fundamental en su proceso de esquivar el drama y superar la enfermedad. «La que más ha tenido que asimilarlo ha sido mi pareja. Vino a Barcelona conmigo y lo que no podía hacer yo, lo hacía ella. Y todo esto me sirvió para darme cuenta de cuánto me quiere... llevábamos seis meses juntos cuando me ocurrió todo esto, me podía haber dejado, y no lo hizo, estuvo ahí, siempre. Le doy un diez».

A idéntico nivel estuvo el amor paterno. «Mi padre es una persona tranquila, positiva...    mi madre, en cambio, sufría mucho», sentencia, no sin omitir la alusión al aspecto económico. «La privada, la pública que te paga seis meses después… de haber tenido que afrontar esto solo, habría sido muy duro».

En cualquier caso, cuando el cáncer invade el cuerpo de uno, es uno mismo quien lidia con la batalla. David ‘Tito’ Pons no niega que el proceso incluyó momentos duros. «El tratamiento de quimioterapia era duro. También piensas porque te ha pasado a ti, que ya podría haber sido otro tipo de cáncer y no en los ojos, puesto que eso me quitó el pádel…», pero en contrapartida se planteó a si mismo, «‘no tengo dolor, ¿cuánta gente no firmaría lo que yo teniendo cáncer? Pues el dolor es lo que peor llevas».

Creer

«Nunca me derrumbé ni dejé de luchar. La vida me ha cambiado, pero tengo independencia. No puedo leer un libro, pero veo colores y figuras, como cuando en la tele difuminan a un niño, y puedo hacer deporte, pero en un espacio cerrado, ya que en la calle, si hay un bache, no lo veo», prosigue nuestro protagonista, que en su obligación de reorientar su vida a causa del linfoma ocular ha descubierto el coaching y el triatlón. De lleno. «Siempre me ha gustado el deporte, competir», narra, y cuando a finales de 2022 se recuperó, el triatlón, que siempre le había seducido y además ahora tenía tiempo para ello, se erigió en una clara predilección.

«Sí, y mi objetivo es poder estar en las Paraolimpiadas de Los Angeles 2028. Sabía que a París no llegaba, pero para 2028 creo que tengo posibilidades», razona, convencido en base a una máxima de la que su propio recorrido vital es el mayor paradigma; «siempre he confiado mucho en mí, lo daré todo para estar en Los Angeles, si después no llegó, seguro que me habré quedado cerca», concluye David ‘Tito’ Pons Roselló, quien alcance o no esa meta ya ha disfrutado de su propia gran victoria al derrotar al cáncer.

El apunte

«Nil Riudavets es un ejemplo absoluto», destaca nuestro protagonista

David Pons se deshace en elogios hacia la figura de Nil Riudavets, bronce en los recientes Juegos Paralímpicos de París, al que define como «un ejemplo absoluto.

«Fue de las primeras personas con las que hablé después de todo lo que me sucedió; me lo presentaron y me pareció una persona muy agradable, al margen de que es un auténtico referente para todos», comenta en relación a Nil, con el que además Tito ha coincidido «en muchas competiciones».

Por otra parte, y en sinergia a la impresión que tiene de Nil Riudavets nuestro protagonista, de lo que han sufrido ambos, hace una reflexión.

«Lo que he aprendido de todo esto y se lo digo a la gente y a las personas a las que hago de coach, o también lo comento en cursos que he impartido, es que todo el mundo en la vida tendrá cuatro accidentes o desgracias, lo más importante es estar preparado, de mentalidad, para cuando te sobrevienen», se extiende.

A menudo, termina Tito, «convertimos en problemas situaciones que no lo son, y se trata de relativizar las cosas y estar fuerte cuando viene un problema de verdad».