El fotoperiodista de Es Mercadal, miembro del Club de Muntanya Ermassets de Esporles, es un apasionado del trekking o senderismo, actividad deportiva que ya había desarrollado en los Pirineos y los Alpes y que ahora ha trasladado a la cordillera del Himalaya para coronar su primer seis mil, el Imja Tse o Island Peak | C.P.C.

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«No es una gesta imposible, es cuestión de dedicarle tiempo a la montaña». Cristian Pons Coll (Es Mercadal, 1979) habla para «Es Diari» en pleno descenso del Imja Tse (o Island Peak), una montaña que se eleva 6.189 metros sobre el nivel del mar, situada en la cordillera del Himalaya -en la zona del Nepal- y cuya cima hace escasas horas que ha alcanzado. Atrás quedan un par de semanas de aclimatación progresiva en la zona antes de afrontar el reto, noches de dormir en una tienda a 15 grados bajo cero y momentos de «dudas inevitables» ante los tramos más exigentes y peligrosos.

El fotoperiodista menorquín, afincado desde hace años en Mallorca y miembro del Club de Muntanya Ermassets de Esporles, hizo la cumbre junto a la catalana Virgínia Castillo en 5 horas y 45 minutos. «Muy buen tiempo» les indicó el serpa Tenzing Chhootar, que les guió hasta la escalada final, para anotarles a continuación que habían rebajado en más de dos horas el promedio de ascensión habitual al Imja Tse, que suele estar en torno a las ocho horas.

«No íbamos para hacer ningún récord, pero sí se nos había pasado por la cabeza poder hacer la cima los primeros; a mí, personalmente, me apetecía poder gozar de la montaña en soledad, nos gusta y da sentido a quienes practicamos el alpinismo», destaca Cristian Pons Coll, que junto a su compañera de aventura se adelantaron a los más de treinta alpinistas que iniciaron la ascensión el mismo día que ellos.

Apasionado del «trekking» o senderismo, una actividad deportiva no competitiva -si no para con uno mismo-, el montañero mercadalenc aceptó seis meses atrás la posibilidad de viajar al Nepal junto a unos amigos catalanes «con la idea de hacer un seis mil» como culminación de un largo recorrido por la cadena montañosa asiática. La planificación derivó en el reto de ascender al Imja Tse, «una de las más clásicas cumbres del Himalaya, con alguna dificultad técnica destacada». La expedición estuvo formada por cuatro componentes, aunque dos acompañarían a Cristian y Virgínia -para ella su tercer seis mil- en el periodo de aclimatación.

Durante la primera semana, sin darse cuenta, aceleraron el proceso y tuvieron que descender del Gokyo (4.800 m). El paso siguiente les llevó al Cho La Pass (5.530 m), uno de los tres pasos más altos de los valles del Himalaya que les llevó hasta el campamento base del Everest (5.346 m). Desde allí acometieron el Kalapatar (5.550 m), «la cima más alta que yo había hecho hasta el momento. Lo subí sin dificultad, hecho que reforzó mi motivación ante el reto definitivo una semana después».

Tras diez días de aclimatación, Cristian y Virgínia se despidieron de sus compañeros y emprendieron el camino hacia el campo base del Imja Tse (5.080 m), donde pasaron tres noches mientras probaban el material para la ascensión y planificaban la estrategia. El segundo día subieron hasta el campo avanzado (5.500 m). El día D el despertador sonó a medianoche, «aunque yo ya llevaba más de una hora despierto», reconoce Pons Coll. El dúo escalador emprendió el camino hacia la cima a las 1:11 horas, siempre guiados por el experto Tenzing Chhootar.

Superadas crestas y zonas de glaciares agrietadas -«con algún momento crítico y de dudas»-, en el «Crampons Point» se equiparon con el material de escalada para progresar con más seguridad sobre la nieve dura y el hielo, que era la superficie que a partir de entonces -a casi 6.000 metros- se encontrarían. En poco más de treinta minutos se plantaron ante el muro de hielo que les separaba de la cima. 250 metros de desnivel, con una pendiente inicial del 65 hasta el 80 por ciento final. Tras un avance lento, de exposición máxima y complicada, «todo depende de uno mismo», alcanzaron la cúspide del Imja Tse. Cristian y Virgínia se fundieron en «un abrazo de máxima emoción». Eran las 6:55 de la mañana.