Del Bosque - A.B.

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Otro día fantástico. Y la verdad es que el final ha sido un poco desagradable, bastante agrio. El martes por la mañana fuimos a Gniewino tal como teníamos previsto. Sabíamos que era entreno de la Selección con entrada libre para los aficionados que acudieran.
Gniewino no tiene nada especial que decir. Es un pueblecito de apenas 1.500 habitantes y poquita cosa más. Pertenece a una provincia no muy grande de Polonia con el mismo nombre. Unos 70 minutos de coche y 50 kilómetros más o menos separan Gdansk de este punto.Como siempre tuvimos bastante suerte para ver algunos jugadores, al entrenador Vicente del Bosque así como a bastantes periodistas que cubren la información de la selección española en Gniewino. Además, luego pudimos comer junto a algún mediático representante de la prensa y pasar un momento realmente entretenido y que de nuevo valió la pena. Como siempre, se lo agradecemos.

El rato malo vino a la hora del entrenamiento. Durante la mañana a medida que iban apareciendo aficionados se creó una corriente de opinión de que todo el mundo iba a poder entrar en el campo de entrenamiento. Finalmente nos juntamos unos 500 aficionados que estábamos convencidos de poder entrar pero, para no abundar mucho en el tema, más de la mitad nos quedamos fuera del recinto que estaba totalmente vallado.
Fue duro porque sentimos que pudo haber sido una tragedia, no estamos exagerando. Evitamos la primera verja casi en mitad de una avalancha, nos encontramos dentro del perímetro del campo de entrenamiento. El alboroto y el desorden hizo que alguien, en una decisión poco inteligente, llamara a los antidisturbios para hacer salir como fuera a unos 200 aficionados que nos quedamos en zona de nadie. El desalojo resultó muy desagradable. Unos cuantos periodistas y cámaras salieron del entrenamiento para grabar lo que estaba ocurriendo, aunque por suerte el incidente no fue a más.

Hubo aficionados realmente exaltados, creo que con razón. Lo inteligente, por parte de la Federación Española era tomar la decision menos traumática, dejar entrar a los pocos aficionados que habíamos quedado fuera, en lugar de mandar a alguien con la única misión de desalojar el lugar a toda costa y sin pensarlo. Además, muchísimos polacos del pueblo, que tenían entrada, iban pasando, lo que hacía la situación bastante más molesta.

La Federación debería tener previsto estos detalles. Pensar que 15.000 españoles acudieron al estreno ante Italia y que lo lógico es que vayan también al entrenamiento. Querer creer que sólo van a venir 15, 20 o 50 es tentar a la suerte si luego aparecen, como fue el caso, 500. Los aficionados viajamos para ver a la Selección, estar cerca de ellos. Nadie viene a ver a gente que te ponga problemas y menos a 4.000 kilómetros de casa. Se equivocaron.

Los antidisturbios, genial. No hicieron ni un empujón, ni gestos, ni palabras entre ellos, ni palmadas, ni nada que pudiera encender los ánimos. Gracias a ello sacaron a todo el mundo en una barrera policial que iba echando para atrás cual escoba a todo aficionado en el callejón donde realmente nadie se resistió.

No sé qué difusión habrá tenido este tema y si la prensa lo ha explicado. Así fue y así lo contamos. Muy desagradable y peligroso por los niños que había en mitad del tumulto.

Luego fuimos a Sopot, una ciudad entre Gdynia y Gdansk donde el ambiente entre irlandeses y polacos era increíble. Los primeros acabando de llegar para nuestro partido del jueves . Los segundos, tras el empate con Rusia. La posibilidad de pasar a cuartos ganando a Chequia ha encendido un ambiente en la plaza de Sopot con el que nunca me había encontrado en ningún otro evento.

El lunes tras el partido contra Italia nos dedicamos a hacer un poco de turismo. Fuimos hacia la frontera de Polonia con Kaliningrado, en la ciudad de Braniewo, y tras 180 kilómetros nos topamos con la realidad, sin visado no se puede pasar. Dimos media vuelta y fuimos hacia el segundo objetivo que teníamos, visitar la península de Hel, a unos 250 kilómetros de Braniewo.

Este istmo que pasa delante de la costa de Gdansk mide 50 kilómetros de largo y en muchos sitios su anchura máxima no pasa de los 300 metros. La carretera central está rodeada de árboles y unas playas de arena fina hacen de este lugar un sitio muy interesante para visitar, un lugar de turismo de los polacos. A mitad de camino vimos el partido entre Francia e Inglaterra.

Luego volvimos a Gdansk, a la ciudad vieja de nuevo, donde había mucha menos gente que el domingo, aunque en las calles la aficion irlandesa iba apareciendo.

Reinó el buen rollo, aunque es de recibo reconocer que en cuanto a los cánticos, los de Irlanda mejoran con creces los intentos de los españoles por cantar estrofas de más de cinco palabras sin repetirlas.

También fue el turno de las despedidas, apeamos a nuestros compañeros de viaje que volvían a Menorca. Es una pena que no hayan podido estar un par de días más, que no hayan podido vivir el ambiente de hoy -miércoles- y el que habrá, seguro, el día que juguemos ante la República de Irlanda.

Saludos a toda la familia y a los amigos otra vez.