La Scaloneta conquistó su tercer campeonato del mundo y como sucede cada cuatro años, el Aeroclub de Mahón fue el punto de encuentro, de fiesta, de alegría y sufrimiento colectivo para los argentinos en Menorca. La camiseta albiceleste cuenta a partir de hoy una estrella más en su escudo, tras un partido épico de principio a fin. «Si no sufrimos, es que no somos argentinos», se pudo escuchar una y otra vez entre las mesas, en los pasillos, en corros de charlas nerviosas antes de los penaltis. Y vaya si sufrimos.
Treinta y seis años después de aquel mítico México ‘86 volvimos a regar de gloria nuestro suelo, la tierra lejana del Río de la Plata. Desde esta isla mediterránea los migrantes latinoamericanos -todos- vivimos esta final con la alegría y la pasión que nos caracteriza, porque íntimamente sabemos que es mucho más que «solo fútbol».
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Nuestro festejo es una catarsis colectiva hecha pelota y gambeta, una revancha histórica con las potencias del norte político. Una alegría plebeya y popular alejada del negocio grosero del fútbol moderno. Una felicidad merecida, que alivia la terrible carga de las desigualdades y las injusticias de la patria. Un canto deliberadamente vulgar, decididamente maradoneano que no busca la aprobación moral ni estética de nadie y que invita a sentir. Pura pulsión emocional y desenfreno.
Hay quien toca madera, cruza los dedos o falta siempre a la primera parte. Hay quien usa siempre la misma camiseta, quien se sienta siempre en la misma mesa, quien le reza a los santos paganos como el Gauchito Gil o Santa Evita de los Pobres. Jugamos a ser dioses por un rato haciendo cábalas extrañas como si de eso dependiera el resultado del partido.
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Tras los penaltis cardíacos, al final, nos abrazamos entre lágrimas sabiendo que somos el país de la grieta, la división y el enfrentamiento, pero sospechando que quizás tanto sufrimiento compartido nos hermana un poquito. Dejamos por un rato de ser Boca o River y nos acordamos del Diego y de los pibes de Malvinas, de los desaparecidos y de la última gran crisis económica. Hacemos de esta victoria deportiva la purga de nuestra historia doliente. Hoy contamos una victoria más cuya significación íntima le corresponde a cada uno de los 47 millones de argentinos. «Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir».
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Buenas gentes, merecedoras de mejores dirigentes.