Los menorquines olímpicos Albert Torres y Sergio Llull.

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Los Juegos Olímpicos de París 2024 finalizaron anoche en la capital francesa con una ceremonia de clausura que a su vez simbolizó el relevo que cede ésta a la californiana Los Ángeles, ciudad que dentro de cuatro años acogerá por tercera vez la gran fiesta del deporte planetario, luego de las ediciones de 1932 y 1984.

En clave menorquina, resulta obvio que el mero hecho de contar presencia en tan exclusiva y exigente cita supone un hecho importante, relevante y exitoso, más si esta se multiplica por dos, como ha ocurrido con la inclusión de Sergio Llull en la selección de baloncesto (han sido los cuartos JJOO para el mahonés, quien además es doble medallista, siendo en ambos aspectos el menorquín más prominente, honor que difícilmente nadie nunca le podrá arrebatar) y la participación de Albert Torres en las pruebas de ciclismo en pista por tercera vez (tras Llull, nuestro exponente con más presencias, y único deportista de Ciutadella que ha estado en el evento).

Y si bien París 2024 interrumpe una racha que empezó en Londres 2012 (desde ese entonces, y durante tres JJOO consecutivos, Menorca siempre había sumado medalla; la plata de Llull en la capital británica, su bronce en Río 2016, y otra de bronce lograda por el regatista Joan Cardona en Tokio hace tres años), no cabe reproche alguno para nuestra representación. En absoluto.

Detalles

No en vano, solo pequeños detalles primero y el infortunio después relegaron a Albert Torres del podio y le privaron de lograr el único galardón ausente en su exuberante palmarés; la medalla olímpica. La exhibición que brindó el mejor deportista que en toda su historia ha dado Ciutadella en la prueba de Omnium, con la que inauguró su trayecto en la ciudad de la luz el pasado jueves, en la que finalizó en un gran cuarto lugar y llegó a rozar el metal, en adelante se recordará como una de las grandes cumbres del deporte local (y para Torres en particular, implica la barbaridad de facturar su tercer diploma olímpico). En la jornada del sábado, cuando las expectativas de presea eran más que fundadas, devino la desgracia, que azotó a Torres del modo más cruel, en tanto que el menorquín se vio envuelto en un accidente provocado por la caída de un rival, al que, ni por velocidad ni por ángulo de visibilidad pudo burlar, viéndose en el suelo, lesionado y totalmente rezagado de la lucha por el podio. La injusticia elevada a la enésima potencia.

En el caso de Sergio Llull, cabe destacar el rol ‘principal’ que ha ostentado dentro del combinado de baloncesto que dirige el lombardo Sergio Scariolo, un colectivo que, sin embargo, desprovisto del dominio y bagaje interior que le concedían los hermanos Gasol, ha retrocedido por razones obvias algunos peldaños en relación al estatus que hasta no hace mucho ostentó dentro del concierto internacional.

El reflejo más evidente de ello, el sucumbir, pese al buen tono que exhibió Llull a lo largo de todo el torneo, en la fase de grupos, un registro tampoco sorprendente en función de la entidad de los rivales que acudieron a los Juegos, pero que no dejó de ser un duro golpe para un equipo durante lustros abonado al éxito.

Eso sí, la ausencia en la cita de Croacia, Italia, Argentina o Lituania, debe contribuir a poner en valor el papel durante este verano del equipo español, que con Llull como uno de sus estandartes ya fue capaz de progresar en un preolímpico en el que algunas selecciones se intuían superiores.

Y terminada la cita parisina, afloran los interrogantes, lógicos, que genera la edad tanto de Sergio Llull, nacido en 1987 y que el próximo mes de noviembre celebra su 37 cumpleaños, como de Albert Torres, venido al mundo en 1990 y quien este 2024 ya ha cumplido los 34.

Uno y otro se han pronunciado en ese sentido durante estas fechas, apostando por un discurso coherente. Llull, sencillamente ha dejado claro que desconoce si en París habrá terminado su ramillete de presencias olímpicas (que se quedaría en las cuatro citadas) o con la selección absoluta, cuyo ciclo inició hace ahora quince años con motivo del Eurobasket de Polonia 2009, en que se colgó el oro.
A su edad no queda otra que ir temporada a temporada y será el tiempo el que despeje esa incógnita. El próximo compromiso de selecciones es el Eurobasket de Riga, que se disputa dentro de un año, pero si el rendimiento del excanterano de La Salle con el Real Madrid se mantiene al nivel de este último, su inclusión y continuidad en la selección no admitirá debate ninguno.

Para Los Ángeles 2028, el base menorquín ya contará cerca de 41 años, y aunque existen paradigmas de esa longevidad (como ha personificado el base brasileño Marcelinho Huertas en estos mismos JJOO de París 2024), aventurar algo a cuatro años vista resulta un ejercicio que carece de sentido.

En lo tocante a Albert Torres, quien en París ha firmado diploma olímpico por segunda vez consecutiva, para dentro de un cuatrienio en la ciudad californiana tendrá 38 años, una edad en la que, si mantiene su nivel actual, y tal y como reconoció en estas páginas el propio ‘pistard’ hace unos días, perfectamente puede reeditar presencia en los Juegos, por lo que todo dependerá de la evolución que el todavía ciclista de Movistar Team presente en estos próximos cuatro años.

Y al margen de los casos de Llull y Torres en particular, acerca de si París habrán sido para uno de los dos o para ambos sus últimos Juegos o no, de la incertidumbre que genera su situación se plantea otro escenario e incógnita, ¿serán estos, por un tiempo, los últimos Juegos con delegación menorquina?
Cabe recordar que la Isla ha encadenado seis ediciones seguidas con presencia ininterrumpida, lo que equivale a un ciclo de veinte años consecutivos, que empezó en Atenas 2004 con la corredora Dolores Pulido, continuó con la gimnasta Bet Salom en Pekín 2008, se incrementó con Llull y Torres en Londres 2012 (primera oportunidad con más de un representante, y primera medalla), prosiguió con el propio base menorquín en Rio 2016 (segunda medalla), se sublimó en Tokyo 2020 con una inédita (e irrepetible) triple presencia, en que el regatista Joan Cardona, que además hizo medalla, se sumó al baloncestista y al ciclista, y quizá se haya jalonado en la capital de Francia con una nueva aparición de estos dos ‘totem’ del deporte menorquín y balear. Existe algún caso, en ciclismo y deportes náuticos fundamentalmente, que permite albergar esperanzas (remotas) de cara a Los Ángeles 2028 de incrementar esta espectacular racha de veinte años sin faltar a los Juegos, pero envuelto de demasiadas vacilaciones como para prevalecer, de momento, por encima de Llull o de Torres, que se mantienen como nuestros protagonistas con más ‘chance’, a pesar de su edad, para mantener el pabellón menorquín en el escenario olímpico.

Aun así, la incógnita es mayúscula y nos obliga a la gran cuestión, ¿habrán sido París los últimos Juegos de Llull y Torres? ¿Acaso también el fin de nuestra ininterrumpida trayectoria olímpica de dos décadas? Dentro de cuatro años, la respuesta.

El apunte

Gracia Alonso, una plata con cierto aroma de Punta Prima

La jugadora bilbaína Gracia Alonso de Armiño, medalla de plata con la selección española femenina de baloncesto 3x3 en París 2024, en lo que asimismo significó la primera incursión de nuestro país en esa modalidad en los Juegos, ha aportado el metal para el deporte menorquín en estos JJOO. Y ha sido así puesto que la baloncestista, que se llama así en honor a la Verge de Gràcia, patrón de Maó, veranea desde que nació en Punta Prima, donde su abuelo, José Alonso de Armiño, exdelegado de Aviaco en la Isla, tenía casa. El padre de la jugadora, Julio, y sus hermanos, crecieron y vivieron en la Isla (actualmente lo hace Marina, hermana de la baloncestista de Estudiantes), lo que sin duda trufa de un evidente aroma menorquín esta plata olímpica en 3x3.