Llull penetra a canasta durante el partido 2 de las semifinales. | EFE

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A sus 36 años, el menorquín Sergio Llull Melià (Maó, 1987) no deja de sorprender. Después de aniquilar al Barça con cuatro triples consecutivos en el último cuarto del duelo del miércoles que abrió la semifinal ACB entre madridistas y azulgranas, en la noche del pasado viernes, el mejor deportista nunca nacido en la Isla volvió a hacerle un ‘roto’ al conjunto catalán.

En el marco de esa segunda función de la eliminatoria, Llull hizo 18 puntos (máximo realizador del Madrid), mandarina desde medio campo inclusive, y asestó otra serie de golpes en el último cuarto (104-98) para asegurar el 2-0 que encarrila la serie para el cuadro blanco, que este domingo por la tarde en el Palau, escenario del tercer partido, podría firmar la sentencia.

Tal actuación no ha pasado desapercibida en el ‘planeta basket’, y uno de los rostros más significativos que se ha rendido a Llull ha sido el mismísimo MVP de la recién terminada final de la conferencia Oeste de la NBA, el esloveno Luka Doncic, excompañero del mahonés en el Madrid.

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«Qué bueno eres», escribió Doncic a través de su cuenta personal en la red social X con mención a la de Llull y los emoticonos de tres llamas de fuego y dos mandarinas, tras ese segundo partido.

Tampoco el entrenador del conjunto blanco, Chus Mateo, fue ajeno a la gran actuación de Llull. «Por una parte no deja de alegrarnos a todos y de transmitir esa alegría y esa magia que él tiene. Pero tampoco quiero decir que me sorprenda demasiado, me estoy acostumbrando desde que conozco a Sergio Llull a ver que esto empieza a ser parte de lo normal», comentó el técnico.

«Es un jugador con una magia especial y en esas ocasiones todos sabemos que le gusta tener el balón, da gusto ver cómo se mantiene todavía para entrar en la pintura y acabar contra un pívot con contacto como ha hecho hoy –por el viernes– y tomar tiros con esa fiabilidad, que parece que van a tocar techo y caen limpios en la canasta opuesta. No una vez ni dos. Solo está al alcance de algún privilegiado, y los contaría con los dedos de la mano», concluyó Mateo del menorquín.