Dormir entraña sus riesgos. | Freepik

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Dormir está considerado como uno de los momentos más seguros que vivimos. Sin embargo, es muy importante que también entraña sus riesgos. El especialista en Salud Pública y Medicina Preventiva, Joan Carles March, resalta que uno de ellos es la conocida como parálisis del sábado noche, que puede connfundirse con un ictus por su sintomatología. Se trata de una neuropatía de origen compresivo que afecta al nervio radial. Se engloba dentro de las neuropatías producidas por compresión de un nervio cuando atraviesa un canal o desfiladero, y en este caso concreto, el afectado es el nervio radial. La causa suele ser el hecho de quedarse dormido con el brazo colgando o comprimido por el peso del cuerpo. Es un cuadro clínico que se manifiesta por imposibilidad para realizar la flexión dorsal de la muñeca y extensión y separación de los dedos. La evolución habitual es hacia la recuperación en 3-6 meses.

March precisa que «la parálisis del sábado noche se produce por compresión del plexo braquial en una postura que comprometa la funcionalidad del mismo; se puede producir por diversos mecanismos y pueden verse afectadas diferentes ramas nerviosas». En este sentido, detalla que el nervio radial es una rama terminal del tronco posterior del plexo braquial. Es un nervio sensitivo-motor implicado fundamentalmente en la extensión del codo, muñeca y dedos y supinación del antebrazo, por lo que el signo más característico de parálisis del nervio radial es la mano caída.

En este punto, el citado especialista advierte que debido a su largo trayecto puede lesionarse en varias localizaciones: a nivel alto en la axila, o en el canal de torsión donde va acompañado de la arteria humeral profunda y es muy vulnerable; o bien distalmente, en el codo donde se divide en dos ramas terminales: nervio radial superficial, sensitivo y nervio interóseo posterior, motor, que inerva todos los músculos extensores de muñeca y mano. La causa más frecuente de lesión es la compresión del nervio en la parte posterior del húmero presentando en este caso caída de la mano en pronación y semiflexión con pulgar en abducción. En otros casos se puede presentar también paresia de la supinación e hipoestesia en la región de la tabaquera anatómica.

March precisa que pueden darse diferentes tipos de parálisis. Una de ellas es la del sueño, cuando la cabeza del paciente dormido queda apoyada sobre el brazo o se comprime contra el húmero con el cuerpo en decúbito lateral y con el brazo debajo. Otra es la parálisis de la luna de miel, cuando el brazo, en abducción completa, queda comprimido por el peso de la pareja acompañante. También está la parálisis de la muleta, cuando el brazo se comprime apoyado sobre el respaldo de una silla o el borde de una mesa o una muleta. Otra parálisis son las postanestésicas, producidas por presión sostenida y prolongada sobre la cara externa del brazo durante una intervención.

¿Por qué se producen las parálisis?

El especialista expone que hay tres mecanismos que explican la lesión de un nervio por compresión. Uno de ellos es la isquemia por aumento de presión en la red capilar del nervio afectado. Otro es la anoxia con dilatación de capilares, edema y proliferación de fibroblastos por la obstrucción del retorno venoso que congestiona los plexos perineurales. El tercero es la alteración iónica que perturba el transporte axoplasmático para las sustancias que producen la fosforilación oxidativa. En los síndromes de atrapamiento están presentes los tres mecanismos de acción.

Respecto al tratamiento médico, en los casos más leves se basa en fisioterapia (fortalecimiento muscular, evitar contracturas, estimulación transcutánea), mientras que en los casos más avanzados se debe poner una férula para mantener en extensión la muñeca y fármacos. El pronóstico depende del grado de lesión según la clasificación de Sunderland, en los casos más leves es bueno y la recuperación espontánea es la regla; su seguimiento será clínico exclusivamente. En las lesiones más importantes hay que esperar al menos tres meses antes de decidir otras medidas más invasivas.

Las complicaciones más frecuentes son el daño permanente del nervio con la consecuente pérdida total o parcial de movimientos o la sensibilidad de la muñeca y la mano, dolor crónico y posible formación de neuromas disestésicos al tacto o presión cutánea en el trayecto neural y atrofia muscular, generalmente irreversible, por denervación, a los 3 meses.