Una vez descubierto el modo en el que los antibióticos comunes se relacionan con su diana han probado distintos compuestos en fase experimental y combinaciones de antibióticos ya aprobados para el uso de otras enfermedades, hasta dar con lo que parece ser una cura para la gonorrea resistente. Este descubrimiento ofrece una solución a corto plazo para un problema urgente. La enfermedad se propaga a una velocidad récord en todos los países. Baleares lidera, junto con Cataluña el ránking de crecimiento de casos en España.
«A día de hoy solo queda un antibiótico efectivo para el tratamiento de esta enfermedad de transmisión sexual y va creando resistencia muy rápido a él. Ha pasado de generar una resistencia de un 0,7 % a un 1 % en los últimos años. Aunque este porcentaje pueda parecer insignificante estamos ante una situación muy grave, porque es el único compuesto que sigue siendo efectivo. La resistencia al resto de antibióticos con los que se trataba la gonorrea ha alcanzado el 100 % en el mundo entero. Nos queda un único candidato y estos porcentajes de resistencia frente a ese único antibiótico viable desde el año 2010 no dejan de crecer», explica el microbiólogo.
El equipo liderado por Tomeu Moyà Canyelles, no solo ha conseguido describir cómo se relaciona el antibiótico con su diana, sino que además ha identificado compuestos de antibióticos ya aprobados para el tratamiento de otras patologías que, combinándolos, podrían ser efectivos para la gonorrea resistente.
«Son antibióticos que no se usaban para la gonorrea sino para combatir infecciones graves como neumonías causadas por infecciones intrahospitalarias y en pacientes que son tratados en la mayoría de casos en la UCI. Ahora sabemos que esta combinación de compuestos, no probada antes, puede funcionar y ayudar a frenar la propagación de la gonorrea que no deja de crecer», dice el experto.
El resultado de la investigación aporta una solución a corto plazo, porque al tratarse de antibióticos que ya se usan en humanos, no requeriría pasar por todas las fases previas de ensayos clínicos, pero a la vez Moyá advierte de que «no se puede abusar de estas nuevas combinaciones porque en caso de hacerlo se podría generar resistencia, no solo a la gonorrea, sino a estas otras infecciones hospitalarias, en muchos casos mortales, para las que estos antibióticos se han estado utilizando hasta ahora».
El equipo de investigación de Baleares también ha probado la efectividad frente a la gonorrea de otros compuestos aún no aprobados para su uso en humanos (están en la penúltima fase experimental). «Dos de estos compuestos desvelan resultados «muy prometedores». El problema es que el desarrollo de un nuevo antibiótico desde cero tarda entre 10 y 15 años en llegar a los pacientes y cuesta entre 800 y 1.500 millones de euros. «Sabemos que su uso va a ser limitado porque con el paso del tiempo acabará desarrollando resistencia. Por eso los grupos farmacéuticos invierten en el desarrollo de otros medicamentos que les ofrecen más rentabilidad», añade Moyà Canyelles.
Responsabilidad colectiva
¿En qué medida contribuimos cada uno de nosotros a que aparezcan las superbacterias? «Desde la parte científica tenemos un poco de culpa porque llevamos muchos años modificando la estructura química de antibióticos previos para hacerlos más efectivos, pero generan mecanismos de resistencia», reflexiona el experto.
«La resistencia antibiótica es una pandemia silenciosa y si no hacemos algo será la primera causa de mortalidad en 2050 muy por encima del cáncer o las enfermedades cardíacas. Se calcula que causará 10 millones de muertes anuales a nivel mundial», advierte el microbiólogo. De ahí la necesidad de invertir en investigación. El equipo de Baleares es pionero a nivel internacional en el abordaje de esta problemática.
«Se sabe y está perfectamente probado que la resistencia ha ido aumentando, pero no se conocía la forma de generar esa resistencia. Con nuestro primer proyecto de investigación hemos detectado exactamente cómo el antibiótico deja de unirse con su diana, es decir detectamos el mecanismo por el que deja de funcionar. Saber cuándo y por qué se deja de unir al antibiótico y eso nos da la capacidad de probar otras combinaciones de compuestos y medir su efectividad. Colaboramos con grupos internacionales para hacer los ensayos en este y en otros contextos», añade.
«En el segundo proyecto, que acaba de empezar y finalizará en 2027, seguimos buscando otras combinaciones y buscando fármacos experimentales en fases más tempranas para ver si podrían ser útiles en el futuro para el tratamiento de estas cepas resistentes», resume Tomeu Moyá.
¿Somos todos en cierta medida responsables de las superbacterias? ¿Abusamos de los antibióticos? El experto explica que sí. «Antes ni los pacientes ni los médicos conocían los riesgos reales de resistencia y durante años hubo mucha prescripción innecesaria. Se recetaban antibióticos para tratar resfriados víricos que no podían curar, pero aún así su uso generaba esa resistencia frente a infecciones futuras. También había mucha presión social de los pacientes hacia los médicos, presión que aunque ha disminuido aún existe. Los centros de atención primaria tampoco disponían de tantos test de diagnóstico rápido. A todo eso hay que añadirle el uso indiscriminado de antibióticos en la ganadería donde cumplen una doble función porque ayudan al engorde de los animales y protegen al ganado de posibles infecciones», reflexiona.
Actualmente, en opinión del experto, «las políticas de concienciación y regulación han limitado muchísimo el uso de antibióticos y también se ha reducido la automedicación. Ahora si el médico te prescribe un antibiótico de siete o diez días la caja que te dan en la farmacia tiene esa cantidad».
España aprobó en el año 2014 el Plan Nacional Frente a la Resistencia de Antibiótico con el que los especialistas de Baleares colaboran como grupo de investigación. «La situación ha cambiado muchísimo gracias al esfuerzo conjunto», reflexiona el responsable del Grupo de resistencia a los antibióticos y patogenicidad de las enfermedades bacterianas.
La nueva investigación que aborda ahora el grupo de Baleares gira en torno a la Neisseria gonorrhoeae. «Es un microrganismo que adquiere material genético de otros patógenos y de otras Neisserias como la meningitis. También de otros microormanismos del mismo género que son comensales (se les llama así porque viven en la garganta). Estos últimos son portadores pero en sí mismos no producen ninguna patología. Sabemos que entre el 30 y el 60 % de la población infantil y adolescente están colonizados con bacterias comensales del género neisseria y también entre un 10 y un 50 % de los adultos sanos», explica Tomeu Moyà Canyelles.
Aunque en principio estos microorganismos que colonizan nuestras gargantas no causan enfermedades, actúan como reservorio de genes de resistencia. «Como viven ahí en la orofaringe (parte media de la garganta) cuando tomas medicación para otras cosas se hacen resistentes y eso provoca que cuando conviven con una neisseria patógena como la que causa la gonorrea (por la práctica del sexo oral) el microorganismo no patógeno les cede al microorganismo patógeno sus mecanismos de resistencia», añade.
El microbióligo relata cómo «esto hasta ahora está poco estudiado porque al no ser especies patógenas, esas bacterias que colonizan nuestras gargantas no se estudian en los hospitales». «Cuando las detectan en microbiología por una sospecha de gonorrea, si no es patógena también se descarta», reflexiona.
Lo que hace ahora el equipo de investigadores de Baleares en colaboración con el Servicio de Microbiología de Son Espases es recoger estos microoganismos aislados de la nisseria comensal para estudiar si tienen o no mecanismos de resistencia y tener así una idea de cómo puede llegar a afectar si se produce un futuro contagio de gonorrea.
«No solo recogemos esas nisserias comensales sino que también en el caso de que no sean resistentes, mediante un procedimiento in vitro las forzamos a que generen resistencia a los antibióticos y estudiamos cuáles son los mecanismos genéticos que causan esa resistencia. En otro estadio, miramos si los mecanismos de resistencia de las cepas comensales y de las generadas en laboratorio, son transmisibles a la nisseria gonorrhoeae para probar la hipótesis de que son capaces de transferir mecanismos de resistencia. Los estudios genéticos lo sugieren, pero falta un estudio que pruebe cómo se genera y transfiere esa resistencia», concluye.
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