Jóvenes utilizan las redes sociales en un parque.

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Las redes sociales han pasado de ser una novedad a una herramienta habitual en el día a día de muchas personas. Jóvenes y mayores las manejan de manera automática. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 99,8% de los jóvenes de 16 a 24 años utilizan Internet habitualmente. Sin embargo, las redes sociales han empezado a provocar un rechazo en algunos usuarios. Muchos de ellos se ven impulsados a desinstalar estas aplicaciones por diferentes motivos: salud mental, falta de tiempo…

Sara Martínez, una estudiante de Educación Infantil de 22 años, ya no tiene Instagram. «Decidí desactivar mi cuenta en 2021», explica la joven. Su experiencia online ya no le resultaba agradable, le quitaban mucho tiempo y sentía que le generaba más ansiedad. «En esa época, estaba estudiando y tenía muchos trabajos. Entonces, me daba la sensación de que mi falta de tiempo era peor porque pasaba parte del día en el móvil», cuenta Sara. «Realmente, mi vida no ha cambiado porque Instagram no es la realidad», señala. La joven explica que a las dos semanas de desinstalarse la aplicación, le daba igual lo que pasara online.

La estudiante cuenta que ya no siente la inseguridad que generan las redes sociales, fruto de la comparación con la vida de otros. A la hora de conocer a nuevos amigos, Sara explica que a muchos les parece raro que no tenga redes sociales. Aun así, una amiga suya ha seguido sus pasos y se ha desinstalado la aplicación de su móvil. «Al final, si alguien cercano lo hace, ya no te parece raro y te animas a probarlo», asegura la joven de 22 años. Fátima Bueno, su amiga, lleva tres meses con la cuenta desactivada en Instagram.

«Primero, vi que Sara, una de mis amigas, se lo había quitado. Eso me llamó la atención y aunque siempre me ha gustado compartir fotos, llegó un punto que sentía esa necesidad de estar todo el día mostrando cosas de mi intimidad», explica la joven sobre qué le llevó a tomar esta decisión. «Sentía que tenía una relación tóxica con las redes», añade. Entre el tiempo que perdía online y la imagen distorsionada que ofrece Instagram, pensó en que lo mejor sería desactivar su cuenta. «Considero que en la red social todo se magnifica, todo tiene que parecer más lujoso, más increíble, más perfecto…», explica. Esta imagen de «vida perfecta» ya no le interesaba, ya que echaba de menos la sencillez de las cosas.

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«Para mí, es mejor disfrutar del momento sin pensar cómo hacer ‘la foto perfecta’ para Instagram», añade. Reflexionando, Fátima cuenta que es el primer verano que vive «sin sacar el móvil y compartirlo». Ya que, en la aplicación se genera una presión social por mostrar detalles de la vida de los usuarios, que de otra manera, el resto no conocería. Por otro lado, siente que su relación con sus amistades es más auténtica y consolidad, «no doy por hecho que somos amigos porque nos seguimos», cuenta.

Aun así, añade que no considera que las redes sociales sean «malas», sino que su mal uso o excesivo puede ser perjudicial y lo mejor es alejarse temporalmente para aprender a gestionarlo. «Las pantallas son una herramienta, no son un hobbie ni un lugar donde pasar tu tiempo libre», explica a raíz de esto Gisela López, responsable del Servei d`Orientació, famílies i addiccions (SOFIA) en Projecte Home. «En el momento en el que dejan de serlo, podemos considerar que su uso es problemático», añade. Fruto del mal uso de las nuevas tecnologías, en 2017 nació el programa Ciber, en el contexto de Projecte Home. Se trata de un programa de prevención indicada y tratamiento educativo-terapéutico del uso problemático de las tecnologías de la información y la comunicación.

Por su parte, Patri Bárcena, especialista en social media, infuencer marketing y tendencias tech, explica que aunque las redes sociales son canales que aparentemente son los mismos para todos, las distintas generaciones las utilizan de diferente manera. Lo cual explica que este movimiento de jóvenes que rehúsan de las redes sociales comparte un mismo origen: «el uso abusivo». Además, añade que cada vez hay más concienciación sobre la privacidad y la seguridad en las redes sociales.

«Desde las tecnológicas, hay una continúa lucha por filtrar los contenidos tóxicos y la ansiedad que generan las plataformas digitales», explica la experta. En concreto, el origen de los sentimientos ansiosos van unidos al efecto de FOMO (fear of missing out, en inglés, miedo a perderse una experiencia) producido por estar continuamente conectados a Internet. Esto, unido a la sociedad de la inmediatez, contribuye a la aparición de ansiedad en edades cada vez más tempranas.

También, los algoritmos son un factor por el que los jóvenes abandonan las redes sociales. «Cada vez son más notables, y las nuevas generaciones no quieren estar manipuladas o sesgadas por esta estrategia digital», explica Bárcena. A esto, se suma la forma de negocio que se han convertido algunas plataformas, como Instagram o Tiktok, donde según la experta «estamos sobrepasando el límite, que ya parece la teletienda». Aun así, ella aboga por mostrar el lado positivo, ya que puede convertirse en herramientas de trabajo y divulgación. La especialista en tecnología digital apunta que el futuro está en el bienestar digital, una relación sana con las redes sociales que pasaría por utilizarlas con cuidado y de manera regulada.