Se cumple un año de la designación de Picornell como presidente del Parlament. | Teresa Ayuga

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Baltasar Picornell cumplió hace unos días un año como presidente del Parlament balear tras una crisis en Podemos que, de manera sorpresiva, le aupó al puesto de segunda autoridad de Baleares. Su designación causó revuelo por su imagen atípica, con melenas, vaqueros y zapatillas, y porque es carpintero metálico. En una entrevista repasa este primer año, asegura que su motivación es ayudar a los demás, que ya no se le mira «con tanta reticencia» y que la gente se puede sentir «más identificada» con su aspecto que con «alguien con traje y corbata».

Picornell hace un balance positivo de este año y asegura que se está realizando una gran labor legislativa, un gran trabajo interno y que se están alcanzando muchos consensos políticos, aunque no se refleje al cien por cien en los medios de comunicación. «En los plenos -afirma- intento ser lo más imparcial posible y tengo buena sintonía con todos los partidos, con la izquierda y con la derecha».

El presidente del Parlament recuerda que hasta que fue a la primera audiencia con Felipe VI (en el Palacio de la Almudaina) parecía que le miraban, «no con lupa, sino con microscopio», pero cree que ahora no se le mira con tanta reticencia. «Se están dando cuenta de que estoy haciendo mi trabajo más o menos bien, con errores, como el resto de humanos, -continúa- aunque algún medio todavía critica puntualmente mi forma de vestir».
Picornell está convencido de que la política no corrompe cuando se le pregunta que una de sus antecesores, María Antonio Munar, está en la cárcel.

En su opinión, si tienes claro para quién trabajas, para los ciudadanos, no te puedes corromper. «Mi motivación es ayudar a los ciudadanos y a los demás, sé por qué di este paso. Hay que tener muy claro que no hay que caer en ciertas tentaciones». Partidario de limitar los mandatos de los cargos y que después cada uno vuelva a su trabajo, el presidente del Parlamento balear, rechaza las críticas a su designación por el hecho de ser carpintero metálico y no tener más formación.

Entrega a Podemos parte de su sueldo

«Hemos venido para que las instituciones vuelvan a ser de la gente, queríamos demostrar que una persona normal y corriente puede hacer política y acceder a cargos de responsabilidad, como cualquier otro ciudadano».
Así, afirma que durante este año «se ha demostrado que un carpintero metálico sí puede presidir el Parlament, aunque le cueste un poquito más que a alguien que lleve más rodaje. Las instituciones públicas no son para unos pocos privilegiados, son de la gente».

Como presidente del Parlament cobra unos 3.400 euros mensuales, pero recuerda que entrega a Podemos 800, «con lo que me quedo 2.600».

En cuanto las críticas a su imagen, dice que como él hay miles en la calle; «Creo que la gente se puede sentir mucho más identificada con alguien como yo en un cargo público que con alguien con traje y corbata. Mientras se haga el trabajo bien, la imagen no importa». «Una señora me paró por la calle en Palma, se metió con mi aspecto físico, me dijo que no tenía vergüenza por ir con estos pelos -cuenta Picornell-, pero tras escucharla y hablar con ella cinco minutos terminamos dándonos dos besos y sus prejuicios desaparecieron».