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La economía verde es un proceso de destrucción creativa global por el que se cambia un sistema de energía basado en los combustibles fósiles que ha dominado el siglo XIX y XX, por uno nuevo basado en las energías renovables. Este cambio va acompañado de un proceso complejo de creación de nuevas tecnologías, productos y empleos y la desaparición de otros que fueron esenciales en el pasado. Las personas que están en los sectores en expansión y que tienen las cualificaciones adecuadas tendrán nuevas oportunidades y mayores ingresos. Los nuevos modelos de negocio sustituirán a los antiguos. Las nuevas innovaciones hacen obsoletas a las antiguas porque son más eficientes, más rentables, más sostenibles y respetuosas con el planeta, sustituyendo a un sistema energético insostenible. Este cambio tiene perdedores muy poderosos y no va a ser fácil, va a tener costes elevados. Durante un tiempo el poder y el malestar de empresas, estados productores y afectados por este cambio lo irán retrasando, por lo que será necesario la intervención, la inversión y la regulación por el sector público. Es lo que quiere hacer la Unión Europea y otros países. La Unión pretende captar financiación para el Fondo de Recuperación Económica por 800 mil millones de euros y está empezando a colocar en el mercado Bonos Verdes a bajos tipos de interés con éxito, para invertir en proyectos climáticos y medioambientales.

Este cambio es brutal y va acompañado por un proceso complejo de destrucción de los activos creados durante siglos perjudicando a todos los sectores basados en esas energías (carbón, petróleo, gas) perdiendo las patentes, los equipos y el conocimiento en todos los sectores afectados como el de automóviles, la producción y distribución de gasolina, el transporte con camiones por carretera y tantos otros, y por tanto reduciendo el PIB potencial y la riqueza de muchas naciones y empresas, dando lugar a un shock de oferta a corto plazo que reduce el crecimiento, genera inflación y perjudica a muchos sectores importantes basados en estas energías. La economía verde solo tendrá el apoyo de la población si consigue crear empleo de calidad y un crecimiento económico sostenible que compense esos costes.

España tiene un plan ambicioso para transformar su sistema energético y lograr cero emisiones de CO2 en 2050. Ha cerrado sus minas de carbón y ha priorizado la lucha contra el cambio climático alineándose con Europa. El objetivo es que en 2050 el 100% de la electricidad sea por renovables. La importancia de las renovables en el sector eléctrico está ya en el 44% pero la generación de energía sigue dominada por los combustibles fósiles especialmente en el transporte, calefacción, industria y construcción. Las mayores dificultades de la transición energética en España y Europa y también los mayores costes sociales están en el sector del transporte y en el precio de la electricidad. En la Unión Europea dejarán de venderse coches de gasolina y diésel en 2035. El periodo de transición de estos próximos 15 años será conflictivo. Supone penalizar con impuestos a los coches que emitan CO2 y aumentar los impuestos al diésel y a la gasolina, es decir subir los precios de los combustibles y transformar todo el sistema de transporte. Una muestra de estos conflictos son las protestas de los chalecos amarillos en Francia. En cuanto al precio de la electricidad depende básicamente del gas natural, que es ya el 25% de la generación de electricidad. Cuando aumenta la demanda de electricidad y ya no son suficientes las renovables, entrarían las centrales eléctricas de gas (ciclo combinado) que responden con rapidez a las fluctuaciones de la demanda. España y Europa dependen de dos grandes productores de gas, Rusia y Argelia. La demanda de gas se ha desbordado y por lo tanto el precio, especialmente por la gran demanda de China que está sustituyendo con gas a las centrales de carbón y a la calefacción. Para resolver el problema de los altos precios, los países de Europa han de actuar conjuntamente, lo que le da un mayor poder negociador para obtener mejores precios y también acelerar la inversión en renovables. No hay soluciones milagrosas ni públicas ni privadas. A corto plazo está afectando dramáticamente a los hogares, a las industrias y a los comercios intensivos en electricidad.

Toda esta revolución del sistema capitalista mundial será buena para el planeta, sus ciudadanos y sus industrias, pero el periodo transitorio será duro y conflictivo. El futuro de Eivissa estará marcado por estos cambios gigantescos.