El triple crimen de Alcàsser ofreció a la sociedad española una gran lección sobre los límites éticos y morales que no deberían traspasarse en el tratamiento de sucesos. Pero, 30 años después, ha sido poco lo aprendido: muchas prácticas utilizadas entonces, y duramente criticadas después, aún se aplican.
Así lo plantean varios expertos, que coinciden en señalar que aunque algo se aprendió tras el secuestro, violación y asesinato de las tres niñas de Alcàsser en 1992, no ha servido para hacer un mejor periodismo en sucesos de gran impacto, en los que se sigue recurriendo al sensacionalismo y la "espectacularización".
Alcàsser, un antes y un después
La aparición, el 27 de enero de 1993, de los cuerpos de Miriam, Toñi y Desirée, tres chicas de Alcàsser de entre 14 y 15 años desaparecidas dos meses antes mientras hacían autoestop para acudir a una discoteca cercana, convirtió a este pueblo de la provincia de Valencia en un gran plató de televisión.
Fue la época en la que acababan de nacer las cadenas privadas (Antena 3 y Tele 5) y existía una fuerte lucha por la audiencia, directamente vinculada a los ingresos publicitarios, señala la periodista y profesora de Comunicación Audiovisual de la Universitat Politècnica de València (UPV) Nadia Alonso.
En este contexto, las televisiones vieron en este suceso una manera de ganar espectadores y usaron todos los recursos a su alcance para sumar audiencia. Apelaron al morbo, manejaron información personal, explotaron la emoción de los familiares y hasta retransmitieron el entierro de las niñas en directo, recuerda Alonso.
Incluso durante el juicio, lo que ocurría dentro de la sala tenía poco que ver con lo que se contaba fuera, y todavía hoy hay personas que siguen creyendo que hay cuestiones que no han quedado claras, cuando no es así, señala el periodista y profesor Joan Manuel Oleaque.
Todos los estudios y análisis posteriores concluyeron que lo que se hizo en esos días, con familiares deambulando por los platós de televisión, desde los que se alimentaban teorías de la conspiración y se contradecía a los propios investigadores, excedió todos los límites.
No se hace mejor periodismo tras Alcàsser
Sin embargo, ¿sirvió aquel crimen para sentar las bases de un código deontológico propio para cubrir sucesos de gran impacto social?, ¿sirvió para hacer hoy una mejor cobertura de este tipo de tragedias?
Para Oleaque, autor del libro Desde las tinieblas. Un descenso al caso Alcàsser, resultado de una investigación realizada durante diez años, la respuesta es tajante: "No, no se hace mejor periodismo tras Alcàsser", lamenta.
Se han dejado de hacer aquellas cosas que han tenido consecuencias graves, legales o penales para la gente que las hizo, explica, pero se mantiene el sensacionalismo y la superficialidad en el tratamiento de los sucesos.
"Alcàsser demostró que -ese tipo de periodismo- es rentable", señala Oleaque, quien considera que este crimen supuso "el pico de un modelo muy centrado en el escándalo y en la parte más horrorosa, que después ha ido evolucionando".
Nadia Alonso añade que al final "todo se reduce a un tema de publicidad e ingresos" y "si encuentras la vía con la que la audiencia responde, la vas a explotar", pero cree que sería necesario poner algún tipo de límite.
El sensacionalismo se mantiene tras Alcàsser
Según Alonso, sigue habiendo sensacionalismo, dramatización de hechos muy dolorosos y se sigue llevando este tipo de sucesos al terreno de la telerrealidad o del reality show, cuando, para Oleaque, los sucesos deberían ser el tipo de cobertura que menos se debería de prestar a este tipo de prácticas, por ser la más delicada.
Solo hay que ver cómo se han tratado crímenes más recientes como el de Asunta Basterra (la menor de 12 años que fue sedada y asfixiada por sus padres en 2013) o Marta del Castillo (la joven de 17 años desparecida y asesinada en 2009, aunque su cuerpo todavía no ha aparecido y el principal acusado ha dado diferentes versiones de los hechos).
También accidentes como el de Julen, el pequeño de 2 años que cayó en un pozo en 2019, en el que hubo televisiones que alimentaron la esperanza (o el milagro) de que pudiera seguir con vida -incluso con una cuenta atrás de las horas que quedaban para su rescate- cuando se sabía que esa posibilidad era imposible.
Lo sucedido en Alcàsser se produjo en un contexto muy determinado, con la irrupción de las primeras cadenas privadas y sin experiencia previa en el sensacionalismo de la prensa rosa que vino después; sin embargo las lecciones de aquel trágico suceso no han servido de aprendizaje para mejorar la cobertura de los sucesos.
"El sensacionalismo sigue ahí, y más con las redes sociales. En aquel momento todo era lo que se contaba desde los medios, pero ahora, con las redes, se puede opinar abiertamente, todo se puede poner en tela de juicio y se hace", denuncia Oleaque.
No obstante, defiende que se puede hacer un periodismo de sucesos atractivo sin caer ese tipo de prácticas: "Hacerlo bien no es hacerlo un rollo y lo otro hacerlo atractivo. El debate no es ese, hay que ceñirse a lo que se puede decir y a lo que es constructivo e importante".
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