Una adolescente observa su teléfono móvil. | Archivo UH

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Adolescentes que se encierran horas en su cuarto con el móvil, que confiesan alterados a sus padres que fuman y necesitan fumar, que se visten para dar una vuelta prohibida... El confinamiento complica la convivencia de muchas familias y los expertos advierten: toca a los padres ejercer de adultos.

«Las dificultades cotidianas se van a ver amplificadas al estar todos recluidos en una espacio reducido y las 24 horas», asume Gregorio Gullón, terapeuta y mediador familiar de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF) acostumbrado a lidiar con los problemas de familias con hijos adolescentes.

En una mediación trabaja con todos los miembros de la familia, pero en la situación excepcional derivada de la pandemia de coronavirus la mayoría de sus consejos están dirigidos a los padres. «Como los adultos, los chicos van a vivir esta situación con ansiedad, con incertidumbre, y muchas veces estos sentimientos los van a expresar a través de enfados, ira o rabia. Es importante que los padres y las madres seamos capaces de ver todo el malestar que hay detrás de esas conductas para que puedan apoyarse en nosotros», explica.

«Nosotros somos los adultos y debemos ejercer como tales. Si nos ven con mucha ansiedad o desesperación, los chicos no se van acercar a nosotros para apoyarse», agrega. Gullón cree conveniente mantener rutinas y reglas, como horarios para levantarse y acostarse, tiempos marcados para seguir las clases y hacer deberes o la obligación de asearse y vestirse, pero reconoce también la necesidad de cierta flexibilidad.

Los adolescentes, apunta, están construyendo su identidad y necesitan espacios de intimidad y soledad, por lo que su encierro en la habitación no debe ser visto como un rechazo, señala como ejemplo. «Para un adolescente el grupo de amigos es fundamental; viven en un momento evolutivo en el que transfieren las figuras de apego de los padres a los amigos y el único medio que van a tener ahora para relacionarse son las redes sociales, las nuevas tecnologías. Ahí se puede ser algo más flexible, lo que no significa barra libre de pantallas, que acrecienta la ansiedad», añade.

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A pesar de los problemas, tiene claro que el confinamiento puede abrir también una ventana para construir una nueva relación con los hijos: «Se va a disponer de un tiempo que normalmente no permiten las obligaciones del día a día; es una oportunidad para compartir y hablar de temas que pueden interesarles a ellos, no solo de las preocupaciones por los estudios o los amigos».

¿Y cómo actuar cuando un hijo se dirige a la puerta para salir a la calle, cuando no puede? Gullón reconocen que habrá momentos de enfrentamiento. «Los adolescentes se creen invulnerables y en ocasiones necesitan trasgredir los límites, pero deben entender que el confinamiento no es una imposición de los padres y no es negociable. Hay que explicarles que son partícipes de algo más grande, que es una lucha de toda la sociedad», apunta.
Marc Masip, director del Instituto Psicológico Desconect@ de Barcelona, coincide en que en ocasiones no será posible evitar el conflicto.

A su juicio, esta situación es sin embargo también una oportunidad para que los padres asuman la olvidada misión de educar y para que los adolescentes aprendan a «tolerar la frustración, a gestionar sus emociones, a comprender que no todo se puede tener ya». «Es una oportunidad de aprendizaje única. Es también el momento para que los adolescentes aprendan a aburrirse», destaca a Efe este psicólogo experto en el tratamiento de adicciones a las nuevas tecnologías y transtornos de conducta.

Tras haber tratado a muchos adolescentes con graves adicciones, rechaza hablar de flexibilizar reglas por la circunstancia excepcional del confinamiento, sobre todo en el acceso a las nuevas tecnología y los videojuegos, y lanza un claro mensaje a los padres: «sin aire libre, sin amigos, sin intimidad, sin deporte muchos adolescentes son una bomba de relojería, pero no es excusa para que no poner reglas».

Como Gullón, es partidario de establecer rutinas en casa, pero defiende también pautas tecnológicas estrictas, pero «de puro sentido común». Apuesta así por retirar los móviles durante el trabajo escolar y durante la noche, evitar las noticias, controlar los chats para no retroalimentarse con malas informaciones, conectarse en espacios comunes, limitar los videojuegos, mantener videoconferencias con amigos y familiares, ver televisión en compañía y leer libros en papel.