Alrededor de 2,5 millones de personas en España padecen depresión, la patología a la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dedica este año el Día Mundial de la Salud, que se celebra este viernes, con el objetivo de acabar con la estigmatización.
Algunos la definen como «un agujero negro en el que te metes», otros como «una sensación de no tener luz» o de «perder las ganas de vivir, el sentido de la vida, las ganas de levantarse e, incluso, el cariño por la gente que tienes cerca», señala Pagés.
«Cuando tienes una depresión profunda lo único que quieres es quitarte de en medio. Te da igual vivir que no vivir», insiste este expaciente, quien señala que «es un estado en el que pasas a ser tu no yo», porque no te interesa «absolutamente nada».
Una «angustia» de la que afortunadamente se puede salir. Pero, para ello «es importante dejarse ayudar», que «alguien te ayude a buscar el interruptor de la luz para ver donde está la puerta, donde está la ventana», asegura.
Pagés lamenta que los españoles no seamos conscientes de que hay que pedir ayuda. «Tenemos clarísimo lo que tenemos que revisar el coche o que tenemos que ir al dentista, pero no vamos al psicólogo o al psiquiatra cuando estamos mal», asegura.
En parte se debe a que los pacientes «no tienen el concepto de estar enfermos».
Otra de las razones, según Pagés, es el «estigma» que acarrea la enfermedad. «A la gente le da vergüenza ir al psicólogo porque piensan que estás loco y el que está loco es el que no va y el que se cree que estas cosas pasan solas».
Tampoco la falta de recursos del sistema sanitario ayuda mucho. «Si tuviéramos una seguridad social con unos servicios de salud social adecuados, si no faltaran 2.500 psicólogos, si no estuvieran saturados los psiquiatras... no habría tanta gente desesperada», denuncia.
Unas carencias que son la razón de ser de Anaed, que lleva desde 1994 trabajando con enfermos de depresión y sus familias, que llega ya a 69 ciudades y cuyo objetivo es tener presencia en 87 para cubrir todas las capitales de provincia y las poblaciones más de 100.000 habitantes.
Además, si funcionara bien el sistema, habría un plan de prevención y «el Estado haría lo que estamos haciendo nosotros: ir por los colegios, por las asociaciones de padres, por las universidades, para contar cómo puede venir la depresión y cómo se puede coger a tiempo», asegura.
Con la depresión «te vas metiendo en un pozo poquito a poco y de pronto un día te encuentras con que tienes el agua hasta la nariz y no puedes respirar y entonces tal vez gritas socorro».
Pagés incide en que «hay que sacar la angustia del armario», porque «cuanto más lo cuente y lo verbalice en voz alta mejor se va a encontrar la persona». Precisamente las mujeres con depresión se suicidan menos que los hombres y es porque lloran, se quejan, hacen confidencias.
Pero muchas veces los afectados se topan con el muro de la incomprensión social y también familiar. «Si yo te digo que tengo cáncer empatizas conmigo, si te digo que tengo depresión, me dices: 'tu no tienes pinta de tener nada'. Yo no lo he elegido, es como si mañana te da un ictus o tienes el azúcar alto».
«Debemos ser conscientes de que no es una enfermedad rara, la tiene más gente de la que creemos y hay que contarlo con toda tranquilidad».
Una de las «mayores preocupaciones» de Anaed en estos momentos es el aumento de la depresión en jóvenes y adolescentes. Pagés tiene previsto reunirse durante este mes con representantes de los partidos políticos y con la Defensora del Pueblo para presentarles un plan de prevención del suicidio en este colectivo.
También les va a plantear la creación de un observatorio que proporcione datos «fiables» sobre la incidencia de la depresión en este colectivo y la puesta en marcha de un teléfono similar al 016 que dé asistencia gratuita las 24 horas para prevenir el suicidio.
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