Una Iglesia abierta y misionera, una renovación espiritual y estructural de la misma y el regreso a la esencia del Evangelio, son los ejes de la Exhortación Apostólica, titulada «Evangelii Gaudium» (La Alegría del Evangelio) escrita por el papa Francisco y publicada ayer.
Un documento de 142 páginas es el primer texto de envergadura del pontificado de Francisco en el que el Papa describe la Hoja de Ruta de lo que desea que sea la Iglesia Católica.
A las 12.00 horas se hizo público el texto dirigido a sacerdotes, religiosos y laicos tras los trabajos del Sínodo de Obispos, celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012, dedicado a la «Nueva evangelización para la transmisión de la fe».
Vuelta a la esencia
En el centro de la Exhortación está la vuelta a lo esencial del Evangelio, a la misericordia y la «revolución de la ternura» de Jesús; una Iglesia que no se pone en el centro pero coloca en el centro a Cristo y está dirigida a la periferia «geográfica y existencial», a los más alejados y a los más pobres.
Un documento en el que el Papa apunta a «una conversión del papado» para perfeccionar el ejercicio de su ministerio, al igual que las estructuras centrales de la Iglesia para que sean «más misioneras» y «más creativas» para que, añadió: «No encerremos a Jesucristo en nuestros esquemas aburridos».
Bergoglio no quiere una Iglesia centralista y pide más coraje a las conferencias episcopales. Una Iglesia que Francisco prefiere «accidentada y herida por salir a la calle que a una enferma por el encierro y aferrada a sus comodidades».
Pide el pontífice que la Iglesia tenga «los templos con las puertas abiertas» en todas partes para que el que busca a Dios no se encuentre «con la frialdad de las puertas cerradas».
Sostiene además Bergoglio que «la Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles, para que los que busquen a Jesús lo encuentren», en referencia a los divorciados casados.
Francisco critica a la Iglesia mundana que vive para sí misma, «oscura», fiel a cierto estilo católico del pasado, que se siente superior a otros «sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en las necesidades de la gente». Y hace un llamamiento para el cese de las guerras internas en la comunidad eclesial: «¿A quien vamos a evangelizar con esos comportamientos?».
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