La diseñadora Amaya Arzuaga (Burgos, 1970), galardonada ayer con el Premio Nacional de Diseño de Moda 2013, ha asegurado a Europa Press que «la moda no son trapitos», sino que se trata de «un negocio tan serio como otro cualquiera» dentro de la industria cultural.
El Premio Nacional de Diseño de Moda recae por primera vez en una mujer y reconoce dos décadas de trabajo creando moda de vanguardia, en pasarelas extranjeras y sin perder el pulso de la calle, toda una rara avis del panorama creativo nacional.
Arzuaga reconoce que el reto de estas dos décadas ha sido crear prendas que «aúnen creatividad y vanguardia, pero que a la vez te las puedas poner», ha señalado en una entrevista con Efe Estilo.
La diseñadora es una caso insólito por atípico. Desde su primera colección tuvo claro que debía poner el acento en el extranjero y ha apoyado sus prendas de corte vanguardista y experimental en un sólido proyecto empresarial que exporta el 80 por ciento de su producción (37 países) y cuenta con más de doscientos puntos de distribución en España.
«Por desgracia, mi caso es raro. Llevo años desfilando en París, donde soy la única española: da un poco de pena, pero también hay que reconocer que es complejo, caro y difícil. El mundo de la moda está en mano de tres grupos poderosísimos, y es difícil abrirse hueco», señala la diseñadora.
Arzuaga, miembro de la Asociación Creadores de Moda de España (ACME), presentó su primera colección «prêt-à-porter» en la feria de moda de París en 1994, y desde entonces ha paseado sus diseños por las pasarelas más prestigiosas del mundo, como Milán, Londres o Nueva York, junto con las nacionales Madrid o Barcelona.
Actualmente, forma parte de los calendarios de la semana de la moda de París con la firma Amaya Arzuaga, y en la pasarela madrileña, con AA de Amaya Arzuaga.
«Donde uno está más a gusto siempre es en su casa, pero no creo que haya otra manera. Vivimos en un mundo globalizado, y la moda lo está muchísimo más. No te queda más remedio que moverte y salir», explica Arzuaga sobre su constante impulso hacia el mercado extranjero.
Su afición por la moda le viene de pequeña, ya que su madre tiene una empresa de costura de punto y su abuela también tenía taller.
A pesar de la solidez empresarial de su proyecto, reconoce que lleva unos años «complicadísimos» en los que ha habido «que hacer un auténtico encaje de bolillos para seguir adelante».
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