El objetivo pasa por movilizar al electorado frente a la amenaza que, a su juicio, representa la extrema derecha. Este mismo lunes, en una entrevista a la emisora de radio France Culture, ha comparado a Le Pen con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, la ha acusado de querer reformar la Constitución a cualquier precio. También ha asegurado que «se esconde» de los ciudadanos, a los que él mismo presume de acercarse en sus actos públicos. Un dirigente de Agrupación Nacional consultado por Franceinfo ha reconocido que la meta de Le Pen consiste en «tranquilizar» al electorado, para lo cual será clave el cara a cara televisado del miércoles por la noche. «Lleva cinco años preparándose», han apuntado desde su entorno. Le Pen, de hecho, ha reducido su actividad pública en los días previos, con entrevistas y mítines más contados para evitar llegar quemada al miércoles. En 2017, admitió que cometió «errores estratégicos» en el debate previo a la segunda vuelta y, según Europe 1, ahora realizará varias simulaciones.
Los analistas estiman que la participación será clave en esta votación definitiva, al igual que el nivel de arrastre que tengan ambos candidatos entre quienes votaron por el candidato de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, en la primera vuelta --logró un inédito 22 por ciento--. Mélenchon instó tras el cierre de las urnas a no votar a Le Pen, pero parece que la consigna no tiene por qué calar. Un 16 por ciento del electorado izquierdista estaría dispuesto a inclinarse ahora por la ultraderecha, según una encuesta publicada la semana pasada por Franceinfo. De hecho, entre las más de 300.000 personas que participaron en una consulta interna de Francia Insumisa, más de un 37 por ciento eligió como opción el voto en blanco o nulo. Uno de cada tres afirmaba que votaría a Macron, mientras que la abstención rondaría el 29 por ciento en este grupo.
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