Las imágenes fueron obtenidas gracias a las cámaras personales instaladas en los uniformes de los agentes, pero el instante de los disparos mortales no quedó registrado porque el dispositivo del policía en cuestión supuestamente no funcionaba o estaba apagado.
El joven muerto, Paul O'Neal, había robado un vehículo y trataba de escapar de las autoridades por las calles de Chicago en el punto en el que empieza el vídeo.
En ese punto aparecen dos agentes que disparan sus pistolas contra el vehículo conducido por O'Neal, que termina impactando contra otra patrulla policial.
Tras el impacto, O'Neal, que tenía 18 años, sale del vehículo y corre hacia el jardín trasero de una casa mientras varios policías le persiguen, momento en el que un agente le dispara mortalmente por la espalda.
Aunque ese instante no quedó registrado directamente, el ruido de los disparos se aprecia en la cámara de otro agente que estaba llegando al jardín trasero.
Las siguientes imágenes corresponden a un agente que grita «las manos detrás de la espalda», «nos disparaste», propina diversos insultos contra O'Neal, le presiona la cabeza contra el suelo y lo esposa bruscamente con la ayuda de un compañero mientras el joven yace mortalmente herido y con la espalda ensangrentada.
El vídeo muestra entonces el diálogo entre los agentes, por lo menos media docena, que comentan lo sucedido y se preguntan si el joven les ha disparado, pese a que iba desarmado. «Nos han disparado, ¿cierto?», cuestiona uno de los agentes, mientras otro se lamenta por su suerte tras disparar a O'Neal: «Joder tío, ahora voy a pasar 30 jodidos días en un escritorio».
Tras el incidente, la Policía de Chicago suspendió de sus funciones a tres de los agentes implicados en el tiroteo por haber «violado» los protocolos del cuerpo.
El superintendente de la Policía de Chicago, Eddie Johnson, prometió que si se considera que los agentes actuaron de forma indebida tendrán que «rendir cuentas» por ello.
El abogado de la familia O'Neal, Michael Oppenheimer, dijo en una rueda de prensa que la muerte del joven fue un acto «a sangre fría» y que los agentes «se tomaron la justicia callejera por sus manos».
La muerte de O'Neal impactó a una ciudad conmocionada por casos anteriores de afroamericanos muertos a manos de una Policía que ya ha sido condenada en otras ocasiones por el uso excesivo de la fuerza.
El más recordado es el del joven Laquan McDonald, de 17 años, abatido en octubre de 2014 por los disparos de un agente, Jason Van Dyke, que ha sido acusado de asesinato en primer grado. Van Dyke asestó a McDonald 16 balazos, la mayoría de ellos cuando el joven ya se encontraba inerte en el suelo.
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