Es igual de importante tratar tanto las razones físicas como emocionales por las que surge la irritación. | Freepik

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El estrés es una reacción natural del organismo ante situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes. Sin embargo, cuando se vuelve crónico, puede desencadenar una serie de respuestas fisiológicas que afectan diferentes sistemas del cuerpo, incluida la piel. Una de las manifestaciones más comunes es la aparición de picazón o prurito, que en ocasiones se acompaña de erupciones cutáneas.

La urticaria por estrés, también conocida como urticaria psicógena, es una afección en la que se desarrollan ronchas o habones en la piel como respuesta a situaciones de estrés emocional. Estas lesiones suelen ser rojizas, provocar picazón intensa y pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. Generalmente, los síntomas desaparecen una vez que se logra controlar la fuente de estrés que los desencadenó.

La relación entre el estrés y la piel se explica, en parte, por el origen común que comparten en el desarrollo embrionario. Tanto la piel como el sistema nervioso derivan del ectodermo, una de las capas celulares iniciales del embrión. Esta conexión embriológica implica que ambos sistemas estén estrechamente relacionados, lo que explica por qué las emociones pueden influir en la salud cutánea.

Además de la urticaria, el estrés puede exacerbar otras afecciones dermatológicas como la dermatitis atópica, la psoriasis y el eccema. En estos casos, el estrés actúa como un desencadenante o agravante de los síntomas, aumentando la inflamación y la picazón.

El tratamiento de las manifestaciones cutáneas relacionadas con el estrés debe abordar tanto los síntomas físicos como las causas emocionales subyacentes. Es fundamental implementar técnicas de manejo del estrés, como la meditación, la respiración profunda o el yoga, que ayudan a calmar la mente y el cuerpo. Además, mantener una rutina de ejercicios regular contribuye a liberar tensiones acumuladas y mejora la resistencia emocional.

En casos donde la picazón es persistente o severa, es recomendable consultar con un dermatólogo para recibir un tratamiento adecuado. Los antihistamínicos pueden ser recetados para aliviar los síntomas mientras se trabaja en resolver la causa subyacente.