Muchos de sus síntomas pueden confundirse con afecciones más comunes. | Freepik

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El cáncer de ovario, conocido por su detección tardía debido a síntomas inespecíficos, es una preocupación significativa en la salud femenina. Los primeros signos suelen ser sutiles y fácilmente atribuibles a afecciones menos graves, lo que retrasa su diagnóstico.

Entre los síntomas iniciales más comunes se encuentran el dolor y la inflamación abdominal o pélvica, la necesidad urgente o frecuente de orinar, y dificultades para comer, como sensación de saciedad rápida. Además, pueden presentarse problemas gastrointestinales, incluyendo flatulencia, meteorismo o estreñimiento.

Dada la inespecificidad de estos síntomas, es fundamental que las mujeres presten atención a cualquier cambio persistente en su salud y consulten a un especialista ante la presencia de estas manifestaciones. Las revisiones ginecológicas rutinarias son esenciales para detectar posibles anomalías en etapas tempranas, aumentando así las probabilidades de un tratamiento exitoso.

El proceso diagnóstico del cáncer de ovario comienza con una evaluación médica que incluye un examen físico y pélvico detallado, junto con la revisión de los antecedentes clínicos de la paciente. Si se sospecha la presencia de un tumor, se realizan pruebas complementarias como análisis de sangre para medir el marcador tumoral CA-125, que puede estar elevado en casos de cáncer de ovario. Sin embargo, este marcador no es específico y puede aumentar en otras condiciones benignas, por lo que no se utiliza como única herramienta diagnóstica.

La ecografía pélvica o transvaginal es otra prueba fundamental que permite visualizar los ovarios y detectar posibles masas o irregularidades. En casos donde se requiere una evaluación más detallada, se recurre a técnicas de imagen avanzadas como la tomografía computarizada (TAC) o la resonancia magnética (RM), que ayudan a determinar la extensión de la enfermedad y planificar el tratamiento adecuado.

La confirmación definitiva del diagnóstico se obtiene mediante una biopsia, donde se extrae una muestra de tejido ovárico para su análisis histológico. Este procedimiento permite identificar el tipo específico de cáncer y su grado de agresividad, información crucial para establecer el plan terapéutico más efectivo.

Es importante destacar que, aunque el cáncer de ovario representa aproximadamente el 3% de los tumores en mujeres, su alta mortalidad se debe principalmente a la detección en estadios avanzados. Por ello, la concienciación sobre los síntomas y la realización de controles ginecológicos periódicos son herramientas clave en la lucha contra esta enfermedad.