El cuerpo reacciona diferente cuando se encuentran en un medio acuático. | Freepik

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En los calurosos días de verano, muchos buscan alivio en playas y piscinas. Sin embargo, a pesar del intenso calor, el agua a menudo se siente fría, y tras un rato nadando, se experimenta un notable descenso en la temperatura corporal. Este fenómeno tiene una explicación científica clara basada en cómo nuestro cuerpo interactúa con el agua.

El agua es un excelente conductor de calor, lo que significa que absorbe el calor del cuerpo rápidamente. Cuando estamos sumergidos, el agua enfría nuestra piel a través de dos mecanismos principales: la conducción y la convección. La conducción ocurre cuando el calor de nuestra piel se transfiere directamente al agua circundante. La convección, por otro lado, se da cuando el movimiento del agua alrededor de nuestro cuerpo lleva el calor a otras áreas más frías, reemplazando el agua caliente por agua más fresca. Este proceso es similar a lo que sentimos en un día ventoso, donde el viento desplaza el aire caliente que rodea nuestro cuerpo, haciendo que sintamos más frío.

Además, cuando salimos del agua, el proceso de evaporación del agua en la piel enfría aún más el cuerpo, ya que este cambio de estado requiere energía en forma de calor. Por eso, al salir del agua, la piel mojada acelera la pérdida de calor corporal, provocando esa sensación de escalofrío, incluso en pleno verano.

Este fenómeno es un recordatorio de cómo nuestro cuerpo, acostumbrado a regular su temperatura en un ambiente de aire, puede reaccionar de manera diferente en un entorno acuático. Comprender estos mecanismos no solo nos ayuda a disfrutar más de nuestros días de verano, sino que también subraya la importancia de prestar atención a las señales de nuestro cuerpo para evitar hipotermias leves durante actividades acuáticas prolongadas.