TW

Me encanta jugar a juegos de mesa. Desde el clásico parchís, incluso en algunas ocasiones a la oca, y el dominó, me chifla. Los domingos y festivos al atardecer nos reunimos los cuatro formando parejas, no siempre la suerte    es la misma,    así lo dice el certero refrán. Se deben aceptar las reglas, un día se pierde y otros se gana, ahí el espíritu del jugador se debe aceptar lo que el destino te tiene reservado en cada ocasión.

Recuerdo hace años en una de mis «Xerradetes des Talaiot de Trepucó», en las cuales recogía o por lo menos intentaba agrupar diversidad de costumbres, entre las mismas, recogí juegos de mi infancia. La mayoría fueron divertimentos de niñas, si bien recalqué algunos de niños, de aquellos chiquillos de mi barriada, la de la plaza de San Roque, propicia para toda clase de los mismos.

Noticias relacionadas

Las niñas siempre tan maternales, con nuestros muñecos de cartón llegado el buen tiempo podíamos disponer de dos aceras tal cual las plazas de toros. Sol y sombra. Aquellos portales de casas que en un ayer habían sido las primeras en edificarse en el lugar pertenecían a las conocidas como cases de senyors, entre ellas can Ponsetí esquina con Santa Teresa, una gran mansión, en que su sótano se había habilitado como cocina de diario. Si mal no recuerdo eran cinco hijas y tres varones lo que facilitaba el podernos sentar en el portal siendo aceptadas; no sucedía lo mismo en otros hogares, por ejemplo su vecina la Sra. Maria ‘xenfli’ que a cada momento salía con su trapo húmedo a restregar aquella piedra denominada pedra de Menorca.

La 2ª casa en relevancia era la de la familia Florit, un gran señor hacendado natural de Alayor propietario de la finca conocida por La Argentina en recuerdo de su estancia en aquella tierra, había vivido con mucho boato tal como se llevaba en la época y el pueblo alababa la belleza de sus hijas, y las fiestas que se realizaban en aquella esquina San Sebastián, paseo de la Miranda siendo bautizada como    de Augusto Miranda.

Asi transcurrían las estaciones... Llegado el mal tiempo, aquellas criaturas dejaban de corretear pes carrer. Los chicos    pasando el tiempo en la mesa camilla meditando quina l’havien de fer, solían recurrir a las agujas de tender; con las mismas se hacían juguetes muy divertidos, entre ellos caballos, simulando a los cowboys del Oeste, pistolas... Si eran vecinos de algún carpintero se montaban espadas para jugar a espadachines tan pronto disipara la lluvia. (Finalizó el papel. Continuaré).