El gobierno de Pedro Sánchez ha cruzado líneas que no solo ponen en peligro la dignidad de las víctimas del terrorismo, sino que también erosionan los principios democráticos de España. Con un pacto legal, pero del todo inmoral, con Bildu, la formación heredera de ETA, el Ejecutivo sanchista ha antepuesto su supervivencia política al respeto por la memoria de los 853 asesinados por la banda terrorista, incluidos 20 niños, además de los más de 3.500 atentados que provocaron 7.000 víctimas y la huida de miles de vascos de su tierra natal por miedo y amenazas. «La justicia muere cuando aquellos que deberían defenderla se venden por poder», decía Cicerón, y es precisamente lo que el Gobierno de Sánchez ha hecho al entregar el futuro del país a quienes no han condenado el terror etarra.
Entre los atentados más atroces perpetrados por ETA destacan la masacre de Hipercor en Barcelona en 1987, que dejó 21 muertos y 45 heridos, y el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza en 1987, donde murieron 11 personas, incluidos 5 niños. También resuena en la memoria colectiva el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, un joven concejal de nuestra formación política, el PP, que fue secuestrado y ejecutado de un tiro en la nuca tras 48 horas de cautiverio, desatando una reacción de indignación nacional. Otros crímenes, como el coche bomba en la T4 de Barajas en 2006, con dos muertos, demuestran la brutalidad de la banda hasta sus últimos días de actividad armada.
Debemos recordar que ETA contó entre sus filas con criminales sanguinarios como Josu Ternera, quien estuvo vinculado a múltiples atentados y asesinatos, o Iñaki de Juana Chaos, responsable de 25 muertes y quien nunca mostró el más mínimo arrepentimiento, entre otros muchos, a los que hoy se les rinde homenaje, sin que el gobierno Sánchez y el gobierno Vasco hagan nada por impedirlo. Otro de los grandes responsables de la estrategia de terror fue Henri Parot, quien lideró la célula que perpetró decenas de ataques indiscriminados contra la población civil y las fuerzas de seguridad.
Me resulta triste observar como el PSOE, antaño firme opositor a cualquier acercamiento con quienes no han condenado explícitamente la violencia de ETA, ha cedido ante Bildu con una normalización política que atenta contra el dolor de las víctimas. Hoy, el partido de Arnaldo Otegi se ha convertido en un aliado clave para la estabilidad de un Gobierno que, sin escrúpulos, ha sido capaz de pactar con quienes hasta hace poco justificaban la sangre derramada en las calles del País Vasco y de toda España.
Es vergonzoso que mientras se blanquea a los herederos de ETA, el Gobierno de Sánchez se afane en reescribir la historia con su «desmemoria histórica». En un ejercicio de revisionismo sesgado, el Ejecutivo ha programado más de cien actos para demonizar a Franco, al tiempo que borra de un plumazo las atrocidades cometidas por el Frente Popular antes y durante la Guerra Civil. Se obvian las checas, las matanzas en Paracuellos, los asesinatos de religiosos y la represión brutal contra aquellos que no comulgaban con la ideología del Gobierno social comunista y frente populista.
Como nos aviarte Aristóteles: «El castigo del embustero es no ser creído aun cuando diga la verdad». Y esa es la tragedia de este Gobierno, que ha hecho de la mentira su principal herramienta de poder. La memoria de las víctimas del terrorismo y la verdad sobre la Guerra Civil no pueden ser manipuladas al antojo de un Ejecutivo que prioriza su permanencia en el poder a cualquier consideración ética. No se trata de revivir fantasmas del pasado, sino de respetar la verdad y honrar la memoria de quienes sufrieron la violencia, venga de donde venga.
No olvidemos que el pacto con Bildu y la manipulación histórica son dos caras de una misma moneda: la de un Gobierno que ha hecho de la mentira su estrategia de supervivencia. Y mientras todo ello ocurre, la derecha española; PP y VOX, renuncian a dar juntos la batalla cultural y defender la verdad histórica, culpándose unos a otros en ser colaboracionistas del PSOE de Pedro Sánchez, sin darse cuenta que de seguir así, tendremos sanchismo por muchos años. «El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres», nos dice Platón, y en España estamos viendo las consecuencias de la pasividad de muchos ciudadanos y la falta de unidad de quienes deberían liderar la oposición a este despropósito.
Es urgente pues, que la sociedad civil tome conciencia y actúe, organizándose para exigir una política basada en la memoria, la justicia y la verdad. Plutarco nos recuerda que: «El silencio de los buenos da fuerza a los tiranos». Así que, solo con la implicación activa de los ciudadanos, denunciando las manipulaciones y promoviendo el debate público, se podrá frenar la deriva totalitaria de un Gobierno que ha decidido anteponer sus intereses partidistas al respeto a la verdad, la historia y la democracia.