TW

Un año más, el ocho de marzo, es un buen momento para comentar las cosas que no nos gustan a todas las mujeres. Yo, que creo fui una mujer feminista de verdad, de las que tuvimos que luchar por nuestro derecho a una vida mejor; consiguiendo entre todas que llegara el divorcio... y más tarde el derecho a abortar, si necesitábamos hacerlo; el derecho a un trabajo digno, a que se nos respetara como personas. Cosas de verdad importantes para nosotras. No como esas falsas feministas de ahora que lo único que han logrado es el derecho a regresar borrachas a casa, sin contar que no todas bebemos. Hasta las han otorgado un ministerio de igualdad; para que se entretengan las nuevas feministas, inventando trabas entre las relaciones hombre mujer. Sin querer admitir que nunca seremos del todo iguales, tal vez porque está en los genes, no lo sé, pero no hace falta ser iguales, lo importante es saber relacionarse y… respetarse mutuamente. Encima resulta que estaban protegiendo un lobo entre sus corderas. Se sacaron una extraña ley que no creo beneficie    mucho a las mujeres; supongo que para justificar sus sueldos. Decidieron que ahora hasta el piropo puede denunciarse. Con lo que me gustaban a mí de jovencita! Está claro que nos hemos ido de un extremo a otro. Antes lo pasábamos mal nosotras, ahora les toca a ellos. Les toca, porque hasta un beso dado en la euforia de una final exitosa les puede llevar al juzgado. Que conste que a mí Rubiales no me cae bien, pero creo que se exageró demasiado y se presionó a la jugadora hasta conseguir que denunciara.

Los piropos, depende de lo que te digan, o a veces cómo te lo digan; no me negarán que los hay bonitos... y hasta graciosos. En mi juventud, por los años sesenta y setenta, Menorca estaba poco menos que invadida por los militares; y las calles de Mahón, al atardecer se llenaban de hombres jóvenes con ganas de hacer amistad con las chicas menorquinas. Algunos de ellos se acabaron casando con mahonesas y se quedaron aquí. Recuerdo uno que le dijo a mi hermana (15 años mayor que yo) «Señora vaya usted con Dios y su hija conmigo». Lo que me reí... pero mi hermana estaba enfadada, porque encima se creían que era mi madre. Es verdad que a veces había piropos soeces, pero eran los menos; porque lo que deseaban era simplemente pasar un rato charlando.

En fin son    anécdotas para recordar; pero a mí nunca me han gustado los extremos.