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De entre todas las frases hechas que existen hay una que no trago en especial. Es que no puedo con ella. No sé si ahora está en desuso entre la gente. Antes solía ser una oración emitida por personas que se sentían muy por encima de los receptores. También por padres, abuelos y, en fin, todos los miembros de la familia con cierta autoridad sobre los demás. A veces, también podías oírla en los colegios de boca de los profesores. La frase es: «lo hago por tu bien». Yo debo decir que a mí no me la dijeron en muchas ocasiones. Supongo que en mi familia ya se daba por supuesto que todo lo que hacían los mayores era por mi bien. Siempre. Dónde vas a ver que alguien vaya a sacrificarse o preocuparse excesivamente sin que ello no lleve aparejada una buena dosis de cuidado. Pero es que cuando nos reñían también solían decir que lo hacían por nosotras (yo me crié con un montón de mujeres). Lo que no trago de esta expresión es que lleva implícita una mentira considerable. Se trata de un engaño encubierto. Quien pronuncia esta frase únicamente pretende conseguir que el otro haga algo que le beneficie, que no le cause problemas y que, en caso de que no funcione, estos sean los mínimos. Así, pues, quien dice «lo hago por tu bien» está pensando exclusivamente en su propio bien.

Y ahora hemos llegado a un punto en que los que la repiten son los políticos y los que manejan el mundo. Constantemente. Mientras ellos van preocupándose a todas horas por nuestro bien, se ve a la legua que no es así. Miren lo que están haciendo con los gazatíes: los quieren reubicar en otra parte convencidos de que serán más felices que en su propia tierra, donde piensan construir un resort. Les importa un pito la vida de los gazatíes. Ojalá desaparecieran de la faz de la Tierra, piensan. Y todo por su bien. En fin.