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Ante las críticas, el Gobierno de Pedro Sánchez responde siempre con el éxito económico como escudo tras el que blindar su gestión. Datos como el descenso del paro, la cantinela de que nos hemos convertido «en el motor económico de Europa», el incremento del salario mínimo y de las pensiones… en fin, presumen a menudo de lo conseguido en estos siete años de mandato. Y está muy bien, es lo que hacen todos los gobernantes. Pero el pueblo no es idiota y echa de menos cierto análisis, autoexigencia, humildad para no solo ver lo conseguido, que algo hay, sino lo que falta por alcanzar, que es inabarcable. Un diario de tirada nacional, de derechas, analizaba estos días el balance económico de la era Sánchez y lo hacía en términos deprimentes. «El ‘milagro’ económico es un espejismo dopado por la deuda: ni el alza del PIB ni el ‘récord’ de empleo se sienten en hogares y empresas», subtitula el reportaje. Y no le falta razón.

Lo sabemos todos, al menos todos los que caminamos cada día por la calle y no tenemos ni guardaespaldas ni chófer y coche oficial. «El suplicio de hacer la compra: el precio de los alimentos se ha disparado un 36 por ciento», «El acceso imposible a la vivienda: ni compra ni alquiler»,    «La pobreza energética se duplica desde 2018», «Generación en pausa: los jóvenes, sin empleo digno ni hogar propio»… son algunas de las informaciones que desgranan un panorama que desde Moncloa no se quiere ver. Está claro el sesgo ideológico de esa batería de titulares y artículos, pero aquí no podemos hablar de bulos, desinformación o bots, porque esto es periodismo basado en datos veraces. Quizá a los que surfean las nubes y las estrellas les convendría dar algún paseo por la cruda realidad.