La consigna del momento sería no perder de vista el sismógrafo, prestar atención a los corrimientos. En el espacio geopolítico se está atravesando una zona de turbulencias. En relación a los Acuerdos de Bretton Woods, que dieron vida al mundo de las posguerras, la oscilación en las democracias liberales nunca había llegado tan a la derecha. El hemisferio occidental azulea (rojo en EEUU) y el desplazamiento amenaza con alcanzar la calificación de movimiento tectónico profundo que, como tal, se habría estado incubando desde tiempo atrás. Franja alta en la escala Richter. Thomas Frank, en «¿Qué pasa con Kansas?», habla del «Gran Contragolpe, un modelo de conservadurismo que llegó a la escena nacional gruñendo en respuesta a las fiestas y protestas de finales de los sesenta».
UNA CONTRARREFORMA de manual que pretende trastocar los rituales cotidianos de la política y el modo de vida de la gente, con la clara intención de desmantelar el Estado del bienestar. El retorno de Trump y su alianza con las grandes empresas de tecnología son el iceberg de un futuro que emerge. Efectivamente, el mainstream está virando hacia la derecha, pero no es lo mismo el pensamiento programado en Silicon Valley que las ideas del Contragolpe o de Steve Bannon, el ideólogo del primer trumpismo. Habrá que estar muy atentos a ver cómo mezclan ya que son polos sensiblemente opuestos: los anti(viejo)sistema y contrarios al establishment y la nueva élite tecnológica. El sombrero con cuernos y pieles del convicto Qanon Shaman y el minimalismo funcional de las camisetas de Mark Zuckerberg. Difícil de combinar.
Mucho abogado cristiano que quiere hacerse oír y muchas manos limpias e incienso ideológico por doquier, sin embargo, al final, todos comulgan con el poder económico y el dios mercado. Sepulcros blanqueados. Pero, aunque la intransigencia puritana se vista de Prada, es el populismo cibernético ganador en EEUU quien define el marco global. La inteligencia artificial generativa low cost made in China ha sido la respuesta al envite. La irrupción de DeepSeek, el sistema chino de IA, ofrece pistas sobre el panorama que se abre: el capitalismo tecnológico se apodera del estado norteamericano para combatir el capitalismo de estado mandarín, su adversario. Un Donald Trump muy crecidito se cree el Darth Sidious de la nueva guerra de las galaxias.
El nuevo marco global también tiene su influencia en España. Entre las derechas estatales empieza a cotizar al alza la apuesta por la mayoría absoluta como estrategia para formar un gobierno fuerte. Un Ejecutivo que tenga como objetivos la simplificación administrativa y la desregularización de la economía, siguiendo el modelo Trump-Musk, y que no ponga trabas a las grandes tecnológicas, ni límites a la inteligencia artificial. En Davos, la banca española aplaude a rabiar a Trump y Zuckerberg dice que harán frente a los gobiernos de todo el mundo que persigan a las empresas estadounidenses y presionen con más regulaciones. No olvidemos, la regulación a menudo es defensa de derechos. Dictadura tecnológica.
ENTRE LA CARCUNDA hispana pierde valor bursátil la estrategia de derecha plural con la que se quería encandilar a la periferia conservadora. Ya no hace falta aprender euskera y catalán. Suben Abascal y Ayuso y baja Feijóo: la guerra cainita está servida. El PNV, que nunca ha sentido predilección por los republicanos norteamericanos, recuerda que jamás votarán con Vox y pide tener cabeza a los socios del bloque de investidura. El episodio del decreto ómnibus aclara mucho el campo juego: se aprueba la cobertura social, se repiensa el escudo anti-desahucios y se deja para más tarde el paquete fiscal. Reticencias a la confrontación con los grandes. El dilema está entre secuestrar el Estado y conquistar el Estado; por ahora, los bandos están definidos.