Iniciamos el año 2025 con la consigna de ser radicales y educados. Vamos, que en lo de la educación -o moderación- no tengo problema. Me llegué a acostumbrar a suavizar los términos. Así, a los embusteros o mentirosos de los que abundan en demasía por nuestra sociedad aprendí a decirles que «faltaban a la verdad» en vez de decirles que eran unos desgraciados embusteros. Algo es algo.
Con el tiempo también he aprendido a llamar a los inmigrantes ilegales como migrantes no regulados. A los pobres de espíritu como personas en situación de vulnerabilidad social. A los comunistas como defensores del pueblo trabajador. A los fascistas…, ah no, a ellos está mal visto que se les blanquee. Los cordones sanitarios siempre hacia un lado. Y eso que unos son más violentos que los otros.
En el tema de ser radicales, ya me es más difícil. Hemos pasado de no calentar el ambiente, de moderar lo dicho para no molestar al vecino, de reprimirnos algunas verdades y de autocensurarnos para no provocar crispación, a todo lo contrario, a tener que ser radicales. Pero ¿qué es ser radical?, me pregunto. Ser tozudo también lo es. ¿Tendremos que ser tozudos? A la RAE que me voy.
Según ella, las acepciones que más se ajustan al tema que nos atañen serían las de: esencial, total, extremista, intransigente, contundente, rotundo, inapelable, absoluto. Y es antónimo de moderación. Mal vamos, pues.
Radicales en los argumentos y moderados en el tono. Entiendo que una cosa es opinar y otra cosa es informar. A veces, bien trabajado puede ser lo mismo. Otras veces, son independientes una de otra. O eso, o es que muchos de los «opinadores» estamos mal informados. O que, pasamos de la información, y radicalizamos nuestra opinión, vamos que somos unos fanáticos de lo nuestro. Y unos adversarios, de lo de los otros.
¿Adversarios o enemigos? Si usamos la moderación, adversarios. Si lo radicalizamos, enemigos, porque claro está, la moderación tiene que ser mutua. Un diálogo entre un radical y un moderado, nunca se moderará. La intransigencia de uno se mantendrá. No es no, dijo Sánchez.
Al final, deduciremos que la opinión es peor que la verdad. Digo peor, porque si de verdades hay muchas, imagínense cuántas opiniones habrá de lo mismo. Más de lo mucho.
Intentaré empezar el año, moderado. Felicitándolo a todos los hombres -y mujeres- de bien. Vamos, a todos y todas. Y a partir de ahora, ya no utilizaré el «todes». Y he dicho a todas las personas de bien, pues sí, a los malos los he ignorado, pues paso de ellos. Me he radicalizado. Pues sí, pero con educación.
Bon Any 2025.
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