Y no solo la inteligencia tiene un precio, sino que nos sale carísima. No me refiero únicamente a las asombrosas cantidades de dinero que está gastando el mundo en el desarrollo de la IA, cuyo peso en inversiones está cambiando el eje terrestre y elevando hasta la estratosfera el coste de la vida y la deuda pública, sino a la inteligencia en sí. Los disgustos que nos da, los tostones que imparte día y noche sin tregua, una cháchara infinita con la excusa de que es inteligente. Es decir, que puedes jugar con ella, darle órdenes. Y más pronto o más tarde, la inteligencia pasa factura, con intereses abusivos de demora. Con usura. Da igual que sea inteligencia natural o artificial, porque la broma te saldrá muy cara. La inteligencia, cualquiera, es especialista en convencerte, casi siempre demasiado tarde, de que ya la has cagado, y que cuando quieres algo, en realidad querías otra cosa. Como la literatura, más o menos. Supongamos por ejemplo que a mí me hiciese ilusión tener una concubina babilónica, y la inteligencia, ni corta ni perezosa, me recomendase un libro. Un libro inteligente, desde luego, y muy inteligente la alternativa, pero qué tendrá que ver. Pues bien, lo más seguro es que acabase convencido de que el libro me hacía ilusión. Un fenómeno típico de la inteligencia, que crea ilusiones al mismo ritmo que las destruye.
Oraciones
La inteligencia tiene su precio
22/12/24 4:00
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