No es que haya muchos, pero los pocos que hay deben ser aprovechados. Solemos pasar por etapas en los que creemos que esos momentos deben ser gigantescos y descuidamos la mayoría de las veces esos otros que se nos presentan como insignificantes. Yo llevo unos días en que uno de esos momentos es cuando me acuesto, cuando pillas algo de frío y deseas meterte en la cama tapado hasta el cuello, apagas la luz y se acabó porque pasas a una nueva dimensión.
Yo hace tiempo que no me desvelo a causa de grandes problemas porque he procurado reducirlos al máximo. Si los dejas libres y sin control se agigantan y te dan la lata hasta dominarte. Por eso he dejado de contar ovejas saltando vallas por la sencilla razón de que no querían hacerlo y si las bronqueaba se cabreaban y se tumbaban en el imaginario césped, con lo cual mi trabajo se multiplicaba para conducirlas luego al redil. Tampoco me ha dado resultado eso de contar números, supongo que por la pereza de saber que eran infinitos y uno no está para largos recorridos y en pijama mucho menos.
Lo que sí sigo manteniendo es el espanta mosquitos eléctrico, porque aunque es cierto que no oigo sus zumbidos, no me fío un pelo y es posible que haya alguno que utilice silenciador. Mi sangre es dulce y sabrosa, no puedo hacer de menos, soy así y ellos lo saben.