No estabais. Y lo triste no es que no estuvieseis, es que ya se sabía que no ibais a estar, porque en el pasado no estuvisteis y porque en el futuro, aunque nos jorobe, no volveréis a estar. La catástrofe de Valencia y demás zonas ha evidenciado una vez más que la clase política vive en una dimensión a años luz de la realidad en la que vive el ciudadano de a pie.
Porque cansa mirar hacia donde se supone que tiene que estar el faro, el guía o la persona que debe tomar decisiones porque tiene medios en sus manos y la realidad los transforma en miedos. De un tiempo a esta parte se ha permitido que el político piensa que el ciudadano trabaja para él cuando la realidad es otra y cuando el de abajo le necesita resulta que tiene cosas mejores que hacer, o que no hacer, y el cabreo sube más rápido que el agua.
Y no se trata de un tema de derechas o de izquierdas, se trata de personas. Lo pondría en mayúsculas pero el libro de estilo de «Es Diari» no me deja. Porque los que mandan, en más ocasiones de las que pensamos, tienen en sus manos las vidas de aquellos para los que trabajan. Y en lugar de pensar que trabajan para un partido o para una cuota de votos, deberían reflexionar porque -y no me extrañaría que más de uno lo pensase- los que se están muriendo son personas, no votos.
Y España lo ha vuelto a hacer. Sí, esa España que hay quien desprestigia, quien humoriza, ridiculiza y trata de defenestrar con populismo barato de tertulia de bar. Porque mientras los políticos no estaban ni tampoco sus decisiones, España se ha organizado por empatía, por humanidad o por lo que puñetas sea que mueve el corazón de las personas ante una desgracia que sin ser propia se vive y se siente como tal.
Yo no soy de Valencia, ni de las otras zonas afectadas, pero me duele como si fuera mi casa, como si fueran mis vecinos, como si fueran mis amigos. Porque alguien con un mínimo de humanidad intentaría hacer algo para ayudar mientras los que tienen todo en sus manos para hacerlo se dedican a ningunear y a pisotear, una vez más, a los que les han puesto en el cargo.
¿Sabes? A diferencia de en otros casos, no podemos consolarnos ni con aquello de «podría haber sido peor». Porque sí, lo podría haber sido, pero es que lo que vemos ya es de por sí terrorífico y requiere de decisiones, medidas e iniciativas. Y de huevos, y de ovarios. No de palabras vacías ni de trileros que lloran con lágrimas de cocodrilo.
A los pueblos afectados, todo mi afecto. A los inútiles crónicos, toda mi ira y mi decepción.
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