En este mundo en el que vivimos donde se nos bombardea constantemente sobre normas y decisiones tomadas o que van a tomarse sin nuestra previa aprobación, echar mano de la duda es como un frenazo en seco que a muchos puede salvar de partirse la nariz u otras cosas más importantes. Si dejamos de dudar es como dar por bueno todo aquello que se nos quiere imponer por la fuerza.
Aquí, pegaditos a nosotros, surgen proyectos que deberíamos evaluar hasta qué punto son necesarios y si para ponerlos en funcionamiento vamos a tener que destruir otros. Pongamos como ejemplo el que me llama la atención de forma muy especial y es el proyecto de instalación del monstruoso parque eólico marino. Si como parece ser, además de romper la estética paisajística va a afectar a la fauna marina de nuestras costas, ¿cómo se come esto?, ¿se dará más valor a la producción de energía eléctrica o salvar a nuestros pececillos? Tengo mis dudas aunque supongo que de poco van a servir. Si con las anteriores instalaciones bastante más reducidas ya tuvimos problemas hasta de mantenimiento, ¿qué pasaría con esos otros?
De pequeño me asustaba con determinados monstruos de ficción pero a medida que me hice mayor, he tenido que convivir con otros más reales y creados por el ser humano que esconden oscuros intereses. Esos sí que me dan realmente miedo.